Mis visitas!!

sábado, 27 de agosto de 2011

Capítulo 30: La Piscina

Necesitaba un paseo. No sabía a donde iba, pero tenía que salir de aquellas cuatro paredes. Por el camino, me llamo Toni diciendo que aquella tarde iban a la piscina y por si me quería ir.
-Me pasaré, pero no puedo mojarme con la muñeca- le contesté.
La verdad, que no tenía muchas ganas de ir porque no me gustaba ver como la gente se bañaba y yo sin poder meterme.
Los pensamientos y emociones hacia Rachel, salían de nuevo de mi corazón y mi mente. Sin duda sentía algo por aquella chica de ojos castaños. Era más fuerte que todo lo que había sentido antes por una chica, y sabía que lo que significaba. Un lado de mi corazón me decía que fuese con ella, que le besara, que le abrazara… Pero otro lado, me advertía que no era justo. No era justo ir ahora y decirle que lo sentía.
No. Así las cosas no eran. Además, estaba ese niño… Un hijo en mis circunstancias, podría destruir mi vida.
<<¿Pero tu vida de qué? No tienes nada, admítelo. Vuelve con ella si tanto la deseas.>>, me hablaba una voz dentro de mi cabeza.
¿Me estaba volviendo loco?
Volver con ella… Le había hecho demasiado daño cuando le dije que no la quería. En esos momentos pensaba, en que Rachel se había hundido cuando esas palabras salieron de mis labios. Palabras que no eran verdad. Pero ese miedo que tenía por tener un hijo, por no sabes como cuidarlo, por no preocuparme por él… Me superaba. Las relaciones que había tenido con chicas desde los catorce años, había acabado todas mal. Ninguna había durado tanto… Se ve que yo solo pensaba en el sexo y no dejaba paso a esos sentimientos que habían en una relación. Y la mitad de las veces: no era justo pensar de esa manera.

Caminé alrededor de una hora por todo el pueblo. En la mochila que llevaba cargada a la espalda, guardaba algunos alimentos y poco más. En el pueblo, había un río que lo cruzaba todo, y en donde uno se podía bañar. Muchas veces había ido con mi madre a bañarnos o simplemente a pasar el día. Quería ir para recordar esos momentos y sobre todo para relajarme. Al llegar, bajé por un estrecho camino de tierra que estaba rodeado de numerosos arbustos. Vi el río a lo lejos, y las imágenes de mi infancia se agolparon en mi mente. Cuando recordaba esas imágenes, quería llorar. Parecía todo tan fácil cuando tenía seis años… Sin problemas y que las cosas se solucionaban con juegos; que no te daba vergüenza hablar con la demás gente; que solo tenías ganar de jugar con tus amigos del colegio… La infancia era lo mejor. Muchos decían que era la adolescencia, pero no. Ser niño es la mejor etapa de la vida.
En el río no había nadie y me parecía raro porque siempre había alguna que otra familia bañándose. Me acerqué a la orilla y me quité los deportivos. Metí los pies en el agua fría y sentí que todo se quedaba atrás. Solo oía el ruido del agua chocar contra las paredes de tierra y contra las piedras. Anduve por el agua, hasta sentarme en una piedra bastante alta.
De nuevo le di vueltas a la noche anterior. No me acordaba de nada de lo que me dijo Jonathan, y supuse que iría borracho. Aunque lo que no me gustaba era que Victoria y yo no acabásemos en la cama. Pero lo bueno era que me besé con ella, que sentí sus labios… Era una chica muy atractiva, no cabía duda. La verdad era que me sentía bien después de todo. La muñeca era algo que se curaba y no pensaba mucho en eso.
Metí la mano derecha en el agua fría, y cogí un poco como pude. Me eché por la cabeza para despejarme, y me quedé mirando el agua. En ella, se podían ver unos peces de muchos colores. ¿Era yo un pez? ¿Un ser que vivía en los ríos y que se alimentaba?
No… Yo no era ningún pez diminuto. Me parecía más a un tiburón, dado que solo buscaba una presa de la cual aprovecharme.
Soplé varias veces, y me levanté de la piedra. Salí del agua andando con cuidado, y me senté para ponerme los deportivos. No conté el tiempo que estuve allí, pero me pareció una eternidad.

La piscina de Sasha estaba cerca de la casa de mi madre, por lo que tuve que llamar a un taxi para que me llevara. En poco tiempo, estuve en casa de mi amiga. Cuando entré al jardín, vi  a Valeri y a Yolanda hablando en un rincón de la piscina, mientras Tom y Linda se daban besos justo en los escalones. Toni estaba tumbado en el suelo, con los ojos cerrados y creo que ni se percató de que llegué. Noté que Jonathan no estaba allí, y supuse que después de la noche anterior, estaría durmiendo hasta la tarde. Vi a más amigos como: Terry, Paul, Mario… Éste hablaba con una chica que no la había visto antes. Era baja de estatura, tenía el pelo castaño mezclado con reflejos oscuros y era delgada. Lo primero que hice fue saludar a mis amigos en general, y luego me acerqué a Mario para ver con quien hablaba.
-Hola, Mario. ¿No me presentas a tu amiga?- le pregunté, mirando a la chica.
Ésta tenía los ojos grandes y eran verdes claros. Me sonreía de una forma que me recordaba a alguien, pero no sabía a quien.
-Hola, Raúl. Claro que te la presento, pero yo creía que ya la conocías.
-¿Perdón?-fruncí el ceño- Yo a ésta belleza no la conozco de nada.- admití.
-¿En serio?- Mario me miró sorprendido. Miró a la chica de nuevo- Raúl esta es Hanna, una amiga de Toni.
-¿Hanna?- murmuré.
¿Aquella chica era la misma que me intenté ligar en el instituto? Ahora que la veía bien, su sonrisa no había cambiado… Pero por lo general, había cambiado a mejor.
-Ya veo que Raúl no se acuerda de un día en la piscina- comentó Hanna, mientras sonreía.
-Me acuerdo bastante bien. ¿Y eso que estás por aquí?
Mario vio que allí no pintaba nada, y se alejó disimuladamente.
-Me aburría un poco por donde estaba, y decidí volver al pueblo a ver como va todo. ¿Tú estás bien?- miró un segundo mi muñeca.
-Sí, dentro de lo que cabe. No sabía que habías cambiado tanto.
-Ni yo sabía que tú habías cambiado.
Nos quedamos un rato hablando de cosas sin interés, y me fui a sentarme en una silla. Mis amigos se bañaban en la piscina, menos Toni que se levantó cuando me oyó hablar. Vi como venía hacia mi.
-Hola, Raúl. ¿Qué tal ves a Hanna?- me preguntó de repente.
-¿Qué cómo la veo? Pues bien, como siempre. ¿Pasa algo?
-Sí… sí que pasa…- se volvió hacia atrás, y a continuación me dio un puñetazo en la cara.
Caí hacia atrás, provocando que mi muñeca me doliera. Grité cuando noté un pinchazo en la espalda y cerré los ojos. Me toqué la muñeca, y abrí los ojos mientras me levantaba del suelo como podía. Toni venía de nuevo hacia mi. Su cara parecía tintada de rabia.
-¡Toni! ¿Qué haces, tío?- gritó Paul saliendo de la piscina.
Los demás estaban parados mirando a ambos. Mi amigo se tiró a por mi, y le di un puñetazo con la derecha, en la barriga. Toni se dobló por el dolor, y se tiró al suelo. Pensé que había parado, pero me equivoqué. Se levantó de una manera sorprendente, y no supe que detrás de mi estaba la piscina. Se dirigió hacia mi corriendo, y caímos los dos a la piscina. Oí los gritos de las chicas antes de que el agua entrara en mis oídos. Toni me agarraba por el cuello, y hubo un segundo que pensé que no salía de allí. Mi entrenamiento en la defensa personal, me ayudó a separarme de él dos segundos, que fue lo que bastó para dejarlo dolorido. Cuando vino a por mi de nuevo, le cogí el brazo con el que golpeaba, y se lo retorcí. Salieron burbujas de su boca y retorcí un poco mas. A continuación, lo impulsé a la escalerilla que había a la derecha, dejándolo flotando en el agua. Salí de la piscina con ayuda de mis compañeros. Sentía que la muñeca se me rompía de nuevo, porque no paraba de dolerme. Vi como Paul y Terry se tiraban al agua a por Toni, ya que todos se habían salido de la piscina cuando caímos ambos. Sacaron a mi amigo de la piscina, y la buena noticia era que respiraba.
-¿Qué ha pasado, Raúl?-me preguntó Yolanda, tocándome el brazo derecho.
Miré en esa dirección, y vi como tenía un corté en la mano. Cubría toda la palma y me escocía bastante.
-No lo sé, Yolanda.- fue lo último que dije, porque me llevaron a la habitación de Sasha para curarme las heridas mientras a Toni lo sacaban fuera. Con él, iban Terry, Paul y Tom.
La tarde en la piscina no había acabado muy bien. Y no supe a que vino la reacción de mi amigo.


domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo 29: La Resaca

Risas por todos los lados, después un momento de silencio. Todo se vuelve blanco y no veo nada…. Un punto negro va apareciendo al fondo de la imagen. Ese punto se acerca, y la imagen de una chica aparece delante de mis ojos. Delgada, pelo oscuro y ojos marrones, puedo reconocerla aunque este muerto. Una voz suena a lo lejos:
-¡Sola!- la chica no mueve los labios, procede de otro sitio que no se cual es.
¿Qué pasaba? Alargo la mano para tocar a Rachel, y desaparece como la arena con el viento. Todo se vuelve blanco de nuevo, y noto como caigo, caigo y sigo cayendo a un pozo sin fin. Chocó contra algo sólido, y abro los ojos. Estoy en una casa, tirado en el suelo de madera. A mi alrededor hay sillas, una mesa… Es una cocina. Siento que alguien me toca la mano. Miro en esa dirección y veo una mano pequeña. Es un color de pie intermedio y parece la mano de un niño. Mi mirada sube hacia esa cara redonda y con ojos grandes. Enfrente de mi, hay un niño con los ojos verdes y el pelo oscuro. Me mira con una sonrisa.
-Papá, ¿estás bien?-me habla.
¿Qué esta diciendo? Yo no soy su padre. Intento decir algo pero el niño me da un abrazo. Caigo hacia atrás, y de nuevo todo se vuelve blanco.

Me desperté de golpe. Hacia calor, y estaba sudando. Me acosté de nuevo en la cama, y miré el techo con el ceño fruncido.
“Papá…”, sonaba aun esa palabra en mi mente. Que extraño era todo, pero lo fue aun más, cuando mi mano derecha se movió en esa dirección y no sintió nada. No había nadie. Ni un cuerpo, ni una chica…. Levanté la cabeza un poco para mirar por la habitación. Solo estaba mi ropa tirada al fondo y ya está. ¿Qué había pasado con Victoria? No…
 Me quité la sábana de encima, y salté al suelo. No me puse las sandalias, y bajé en solo con los calzoncillos puestos a la cocina esperando que allí hubiese alguien. Al entrar, vi como Jonathan sacaba una taza de la cafetera. La cogió entre las dos manos, y me miró con una sonrisa de agotado.
-Buenos días, grandullón.¿Qué tal la noche sin nadie a tu lado para arroparte eh?
-¿Cómo que nadie? ¿No me vine con Victoria?- pregunté sacando la leche de la nevera.
-No- contestó mientras negaba con la cabeza y se sentaba en la silla- Vi como os besabais en el sofá y ya está. Luego tú te levantaste y saliste fuera de la casa. Te caíste a la piscina, y Toni te tuvo que sacar.
-Piscina… No tengo ni idea de eso. Solo recuerdo cuando estuve hablando con ella y lo demás es borroso.- terminé de prepararme el café y pase al lado de mi amigo en dirección a la otra silla.
-Puf…- gruñó Jonathan- Hazme el favor y date una ducha bien da. Hueles a alcohol.
-Joder- me quejé, bebí un trago del café y puse una mueca de desagrado- Que mal sabe esto.
-Normal… es café de ese barato. No me puedo permitir otra cosa, grandullón. Escucha, tu quizás no pillaste nada, pero yo si…
-¿Quién? ¿De nuevo Yolanda? Pero no dijisteis que lo ibais a dejar porque…
-No, cállate.- me ordenó al interrumpirme- Mientras tú estabas con esa tal Victoria, yo estaba con una que tenía el pelo muy rubio.., ojos azules…
-Espera-dejé la taza encima de la mesa, y apoyé los codos en la mesa- ¿Me estás  insinuando que te tiraste a Demi?
Jonathan se levantó de la mesa y dejó la taza en el fregadero.
-Mira, no se como se llama porque no me acuerdo yo tampoco. Además, acabo de llegar ahora. Que son…- miró el reloj enorme que había en la pared de la cocina-, las once de la mañana. Tampoco hemos tardado tanto en hacerlo.
-Dios… ¿Dónde lo habéis hecho? Dime que un sitio decente.
-Hem…- miró a ambos lados y sonrió- En su coche.
Me levanté de la silla, y fui hacía él.
-Escúchame, esa chica no se merece que lo haga en el coche ni cosas por el estilo, ¿vale? Me cae bastante bien y es amiga de Victoria. Si quiero estar con ésta, necesito que respetes  a sus amigas aunque sea.
-Raúl, que quiso ella. Yo estaba bien en la piscina. Pero fue ella la que me cogió y me llevo al aparcamiento ese que hay al lado de la casa.
Me pasé una mano por la cara, y me di media vuelta. Necesitaba una ducha para despejarme.
-Me voy a la ducha. No hagas más burradas hazme el favor.
-Grandullón, estoy bueno. ¿Qué mas quieres?
Le lancé de broma el peluche que había en uno de los escalones de las escaleras. No vi como lo cogía, y me subí a la habitación.

Terminé de ducharme, y empecé a vestirme. Quería hacer un poco de deporte para despejarme un poco ya que siempre me había ayudado cuando estaba mal o aburrido. Mientras me metía varias cosas en una mochila, mi móvil-que no sabía donde estaba- sonó. Busqué por toda la habitación, hasta que lo encontré debajo de la cama. No sabía que pintaba aquello allí, pero bueno. Acepté la llamada, y pregunté quién era.
-Raúl, soy Estela. ¿Por qué no me llamaste?
-Ah… Estela, ¿Qué tal?- me aparté de la cama, y seguí metiendo las cosas.
-Pues yo genial, haciendo fotos todo el día. ¿Y tú? ¿Pagaste la deuda de la casa? Espero que no pasara nada… Ah, ¿vistes la moto?
-Pues… bien, como siempre. Lo siento por no haberte llamado, es que anoche un amigo se puso malo y tuve que llevarlo al hospital. Si la moto la vi, muchas gracias. Y la deuda la pegué, fue un aviso por no pagar la luz… Se ve que mi madre no lo pagó o algo.
Menuda mentira le estaba metiendo a la pobre de Estela, pero no tenía ganas de discutir con nadie, y menos con ella.
-¿Pero está bien tu amigo?- me preguntó.
-Recuperándose. Oye, te tengo que dejar… que voy a dar una vuelta.
-Espera. Te quería decir que pronto voy para Los Ángeles a hacer unas fotos a una modelo muy conocida en Italia, que a hablado con mi padre y dice que quiere que le haga fotos en Los Ángeles. Era por saber si tu puedes ir…
-¿A Los Ángeles?- guardé las llaves de la casa y bajé por las escaleras.
¿Y que hacía yo en Los Ángeles? Entre lo de Victoria, que aun no sabía como no habíamos acabado en la cama y que no me acordaba de nada… Estaba un poco confundido.
-Sí. Voy el lunes que viene, hoy estamos a domingo… sino que una semana. ¿Podrás? Es para verte, y darte un beso de los que te gustan.
-Lo intentare, Estela- entré de nuevo a la cocina, y vi que Jonathan no estaba. Abrí la nevera y cogí una botella de agua de un litro y medio- Pero no sé.
-Vale, si puedes llámame. Adiós, Raúl.
Me quedé mirando el móvil sorprendido. Perfecto… Estela me iba a visitar.


jueves, 18 de agosto de 2011

Capítulo 28: La fiesta y Victoria

Estaba sentado en el borde de la piscina con los pies metidos en el agua. Mis amigos estaban metidos en la piscina, haciendo bromas con varias chicas. Toni me llamó más de dos veces, para que me metiera con ellos. Pero yo no tenía ganas de nada. Estaba deprimido y no lo malo era que no sabía por qué. Seguía pensando en un rincón de mi, en Rachel. Era… ¿Podía decir la mujer de mi vida? ¿La mujer que me había demostrado que se podía amar a una persona?
Los gritos de Sasha me quitaron esas preguntas. Tom junto con Linda, la cogían para llevarla a la piscina. Y así lo hicieron… Mi amiga fue al agua.
Pasaron los minutos, y seguía solo. Pero todo cambió cuando vi a Demi y Jennifer bailar al lado de unos chicos. Reconocí a Demi por el pelo rubio y a Jennifer por su sonrisa. Saqué los pies del agua, para ir a saludarlas.
-¿Vosotras por aquí?- les pregunté, tocando el hombro de Jennifer.
Las dos se volvieron, y sonrieron de oreja a oreja.
-Hola- se rió Demi- No sabía que estabas invitado…
-Pues aquí me ves. Hem… ¿Sabéis si ha venido Victoria?
Las amigas intercambiaron una mirada entre ellas.
-Ésta no se pierde ninguna fiesta- comentó Jennifer- La última vez que la vi estaba tomándose una copa.
-Vale, gracias. Pasarlo bien- me despedí de ellas y fui a buscar a la chica que me interesaba. 
Estaba interesado por ella, no solo por su aspecto, sino por algo más. Ahora que había dejado una estúpida relación, podía reconstruir mi vida sentimental con otra persona… que podía ser Victoria. Había hablado muy poco con ella, pero sentía que nos gustábamos de alguna manera.
Pueden pasar cosas cuando uno menos se lo espera ¿no?

La busqué por toda la casa, pero nada. Parecía como si se hubiera esfumado. Me paré al lado de una columna. Llevaba en las manos un vaso con ron. No sé cuantos me había bebido, pero me sentía mareado. Me apoyé en la columna, y bebí un trago. La gente se repartía por la cabina del Dj, mientras bailaban.
-Te encuentro por todos los lados, ¿o es pura coincidencia?-oí una voz que me sonaba.
Me temí lo peor: que fuera Okiyo como siempre. Con esa sonrisa que me daba escalofríos porque nunca sabía lo que significaba. Pero cuando levanté la mirada, pude comprobar que la belleza existía. Delante de mi, estaba Victoria vestida con unos pantalones claros y una camisa clara ancha. Nos saludamos con un beso en cada mejilla, y miró en dirección a mi barriga.
-¿No enseñas tu tatuaje en la piscina, Raúl?-preguntó bromeando.
-Prefiero enseñárselo a las personas que me acompañan a mi casa- contesté mirándola con media sonrisa.
-Pues entonces no lo puedo ver de nuevo…- bebió un poco de la bebida que llevaba en el vaso.
-De momento-cambié de tema antes de que se me descontrolara la conversación- ¿Y eso que estás aquí?
-Me encantan las fiestas. Soy amante de ellas- se rió.
-Ya veo- me reí junto a ella.- Yo no iba a venir al principio, aunque Jonathan me convenció.
-¿Tu amigo?
-Si, es muy pesado cuando quiere…
-Ya lo vi. Oye, ¿ y la novia? ¿Dónde la tienes?- paseó la mirada por la casa.
Levanté la cabeza hacia el techo donde había una lámpara encima de nuestras cabezas. La lámpara se movía… Me estaba afectando el alcohol.
-No tengo novia, Victoria. Si te cuento que dejé mi relación con ella hace seis días… ¿Qué dirías?
-Diría que lo siento. Creo que nadie es perfecto, y tiene que haber pasado muy fuerte para dejar una relación así de repente…- ahora nos estábamos mirando fijamente.
-Sí que paso algo. Lo único que no tengo ganas de recordarlo.
-No me gusta ver a la gente triste… ¡Vamos a bailar!
Me cogió de la mano, y me llevó hasta donde estaba todo el mundo bailando. Victoria se movía bastante bien al ritmo de la música, y no podía apartar los ojos de ella. Cuando hubo terminado la última canción, nos sentamos en un sofá enorme donde estábamos nosotros solos. Nos habíamos bebido muchas copas, y notaba que todo se movía. Me senté en el sofá, y cuando fui a apoyar la espalda en los cojines, Victoria cayó de espalda encima de mis rodillas. Su pelo caía a un lado, y sus labios eran una curva sonriente.
-No sé por que… Pero me gusta tu tatuaje-dijo mientras me levantaba de nuevo la camisa para verlo.
-¿Solo te gusta mi tatuaje?- le pregunté con una sonrisa.
-No- se sentó en mis piernas y me miró- Y esto también me debe de gustar bastante.
Me besó en los labios. Sus besos eran tan cálidos que hizo que me relajara. Fueron unos besos románticos, dejando que nuestro cuerpo se tocara.
Después de ese beso, no recordé nada más.

sábado, 13 de agosto de 2011

Capítulo 27:Herido, ligas más

Como me había  dicho Jonathan, esa noche había una fiesta. Mientras me duchaba, recordaba que Victoria me había dicho que la podía llamar cuando quisiera. No estaba mal tener su número, por lo menos la podía conocer un poco más. Cerré el grifo con la mano buena, y salí de la ducha con cuidado. Me había tenido que duchar con la muñeca izquierda lejos del agua, porque no podía mojármela.
Oí como el timbre de la casa sonaba, y fui a abrir. Pero Jonathan se me adelantó, y me quedé parado en las escaleras cuando vi a Valeri y a Yolanda en el lumbral de la puerta. Las dos estaban iguales, Valeri con su pelo castaño con reflejos rubios y Yolanda con esa sonrisa que siempre ayudaba a sonreír.
-Hola. Nos a dicho Paul que Raúl ya está aquí.- dijo Yolanda con alegría en su voz.
-Sí, está…- Jonathan miró detrás de él.
-Estoy aquí- contesté desde arriba. Bajé las escaleras con cuidado. Llevaba puesto solo los calzoncillos negros aunque eran de esos de pata que te cubrían un poco. La toalla la había dejado tirada en el suelo, porque me pensaba que no llegaba a la puerta. Mis amigas me miraron sorprendidas, pero cuando estuve abajo, Valeri se tiró a por mi. Me dio un abrazo que duró por lo menos cuatro segundos o incluso más. Yolanda esperó a que su amiga se apartara, para darme un abrazo cariñoso.
-Bienvenido, Raúl-me saludó.
Me sentía en casa. Con mis amigos y la felicidad que tenía.
-Hola, chicas. ¿Qué tal os va?- les pregunté mirándolas a ambas. 
-Perfectamente. Íbamos de camino a comprar algo de ropa, y como teníamos que pasar por aquí igualmente… Pues decidimos visitarte- comentó Yolanda echándole una mirada asesina a Jonathan.
-No me mires así. Lo trajimos ayer.
-Pues podrías haber avisado, imbécil.
-¡Ya me estás insultando! ¿No tienes mejores cosas que hacer, sabelotodo? Tira por ahí a estudiar…
-Por lo menos aprovecho el tiempo, no como otros que se pasan el día tirados en el sofá…
-Ya sabes como son- me dijo Valeri soltando un suspiro- No paran de decir burradas hasta que alguien los separa.
-Cierto. ¿Tú estás bien?- le pregunté dándole otro abrazo.
A Valeri la apreciaba mucho. La conocía desde hacía mucho tiempo, y era una estupenda amiga.
-Claro, machote.- bromeó- Siempre estoy bien. Aunque Max no pueda estar a mi lado.
-¿Y eso?
Max era el novio de mi amiga. Estatura media, de familia normal… Se habían conocido en el cumpleaños de Sasha, y desde entonces habían sido novios. Hacían buena pareja, y Max era buen chico para ella.
-Se ha ido a estudiar fuera. Dos meses como mínimo en Roma.
-¿Roma? ¿Porque no se ha ido a Washington?
-Decía que en Roma podía ver mas esculturas y poder documentarse más.
-Todo lo que sea bueno para él… Me alegro de verte.
-Y yo- miró a Yolanda que aun estaba discutiendo con Jonathan- Yolanda, vamos. Nos cerraran la tienda.
-Las tiendas, querrás decir. Me las quiero recorrer todas- agregó ella. Se dio la media vuelta y salió por la puerta.
-Adiós- dijimos Jonathan y yo a la vez cuando cerramos la puerta.

Subí de nuevo hacía mi habitación, y busqué en la maleta algo de ropa para la fiesta. La muñeca me dio problemas al ponerme los pantalones y tuve que pedirle ayuda a mi amigo. Jonathan no paró de reírse al verme tan “ocupado” vistiéndome. Me puse una camiseta blanca que ponía  en el centro: Nueva York  y con grafitis pintados por detrás del nombre; un pantalón vaquero y unos deportivos de marca negros. Estos eran arreglados, dado que llevaban algún tono en blanco que pegaba con la ropa. Bajé a la cocina, y encontré a Jonathan cogiendo su teléfono. Mi amigo iba vestido con una camiseta negra con varias letras en blanco por delante, un pantalón vaquero y unos zapatos. Cuando vi su móvil, me pasó por la mente que el mío estaba en la chaqueta de ayer. Subí arriba un momento, lo cogí y vi que tenía dos llamadas perdidas de Estela.
-Perfecto- dije cabreado mientras me metía el móvil en el bolsillo.

Llegamos a la fiesta en el coche de Tom. Se hacía en un chalet justo al lado del río. Había mucha gente en la fiesta y bañándose en la piscina. Algunos llevaban ya una cerveza en la mano o algún vaso que posiblemente llevaría alcohol. Mis amigos se fueron a saludar a la gente que conocían, y me dejaron solo en medio de la fiesta. Vi a lo lejos a Sasha, Paul, Mario… y fui a saludarlos.
-Hola- dije cuando estuve cerca de ellos.
Al principio me miraron extrañados porque no me reconocían, pero luego Paul me dio un abrazo. Mario un apretón de mano, y Sasha un abrazo.
-No te reconocía, Raúl- admitió Paul.
Él era un amigo del trabajo. Junto con Terry, los dos me habían ayudado a aprender un poco más de la mecánica y acabamos siendo amigos. Paul era un chico de estatura media, con bastante barba y pelo castaño. Vestía con una camiseta debajo de color marrón y encima una chaqueta desabrochada de rayas.
-Es por el corte de pelo y la barba. Que ya no la llevo, y no me reconocéis.
-Vas bien con el pelo así. ¿Quién te lo cortó?- pregunto Mario bromeando.
Mario era un chico bastante alegre. Su cara era de niño y a veces me preguntaba como podía tener una sonrisa que dejaba a las chicas locas. No me caía muy bien, pero era como mi “amigo”. Vestía con una camisa de manga larga donde se le podía notar las clases de tenis en los brazos.
-Es una larga historia. ¿Todo bien por aquí?
-Ya ves. La fiesta sigue y sigue… Aquí no nos cansamos de nada.- aseguró Sasha, y bebió un tragó del mojito que llevaba en las manos.- ¿Y tú que tal, hermanito?
Ella me llamaba así porque muchas veces nos habían confundido como hermanos. No sabía por que, pero lo hacían. Y acabamos por llamarnos así. A veces, me preguntaba: ¿estaría bien tener un hermano?
Es decir, tener a alguien para contarle tus cosas y pedirle consejo o su opinión. Aunque yo ya había tenido una amiga y una hermana en la misma persona.
Jane era esa persona. Nadie podía imaginarse cuanto la echaba de menos. Fue una buena amiga.
La fiesta se estaba animando. Varias personas, incluido Toni, se tiraban a la piscina de cabeza o de bomba provocando que los que estuvieran alrededor se mojaran enteros. Yo no me lo estaba pasando muy bien, pero todo estaba apunto de cambiar.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 26: Míralo por el lado bueno

Como dijo el médico, después de tres días metido en un hospital sin poder salir, me recogieron mis amigos en el coche de Tom. Salí a la calle detrás de Toni, y a mi lado estaban Jonathan y Tom. Me dijeron que los demás, no pudieron ir a saludarme porque tenían exámenes finales y no podían faltar. Nos montamos los cuatro en el coche negro de Tom, y fuimos de vuelta a mi casa -o eso creí yo-, mientras hablábamos.
-Por fin fuera, Raúl- me recordó Jonathan mirando por la ventana. Estaba mirando como pasaba un coche lleno de chicas.-¿Habéis visto eso?
Su pelo estaba más rubio que la última vez que lo vi, pero por dentro seguía igual de idiota.
-Jonathan, eres idiota. ¿Nadie te lo a dicho nunca? Y no te me pongas sentimental…- bromeó Toni terminándose de fumar el cigarro.
Él, que yo recordara antes de irme, no fumaba. Pero siempre había dicho que necesitaba algo para quitarse los nervios y los problemas de encima, y que lo mejor era fumar aunque solo fuera uno. Yo nunca había fumado, bueno… que yo recordara solo me había fumado un cigarro y fue porque el aburrimiento produce que hagamos cosas que no debemos ni nos gusta hacer. O eso es lo que creía yo.
-Gracias por recogerme. Como voy no se a donde hubiera ido- contesté mirándome con el ceño fruncido. Parecía un vagabundo.

Tom no decía nada, solo miraba la carretera. Recordé cuando lo vi en el hospital nada más despertar. Sin duda era un buen amigo, se había preocupado por mi, había ido a verme cuando estaba mal…. No sabía como agradecérselo. Me vino una pregunta a la mente, que no pude dejarla escapar:
-Tom, ¿sigues aun con Linda?
Toni y Jonathan se volvieron hacia mi con los ojos saliéndose de las orbitas. Yo seguí mirando a Tom por el retrovisor. Sus ojos trasmitían algo que no pude identificar.
-Por supuesto. Ya hacemos casi un año. ¿Y tú aun sigues igual? ¿Tirándote a las tías y utilizándolas como si fueran pañuelos para limpiarte tus asquerosos mocos, eh?
Toni empezó a reírse y le siguió Jonathan. Tom no se reía, estaba serio, al igual que yo. No me hacía gracia sacar ese tema, por eso me mordí la lengua antes de contestar. Porque cuando me lo preguntó, pensé que le iba a decir algo que no le sentaría muy bien, por eso me callé. Respiré hondo, y dije:
-A veces tienes que probar con muchas chicas hasta encontrar a tu chica ideal.
-Pues yo prefiero encontrar mi orgasmo ideal ¿sabes?-contestó Toni, mientras lanzaba el cigarro por la ventanilla del copiloto- Eso de los novios, y te quiero… No me gusta. Lo veo un poco tontería. Aunque cuando me enamoré de una chica que Raúl y yo conocemos, estuvo bastante loco por ligar un poco con ella. Eso ya paso, ya soy maduro.
-Si, sobre todo eso- bromeó Jonathan dándole un calvote a Toni.
-Joder, Toni. Eres un puto cerdo- le acuso Tom, mientras pisaba el acelerador.

Como me pude imaginar, no fueron a mi casa. Me llevaron a casa de Jonathan, que estaba en el centro del pueblo, para poder recuperarme mejor y sin prisas. La casa por fuera era normal, de dos plantes con la fachada blanca y pocas ventanas. Aparcaron justo enfrente, y bajé acompañado de mi amigo. Él fue directo a la casa, y mientras yo miraba a mi alrededor con una mueca. No era para nada parecido a la casa de mi madre o la mia que tuve en el otro pueblo. Aquí habían casas de todo tipo, y algunas parecían enormes al lado de otras. Tom se fue acompañado de Toni, y nosotros dos entramos en la casa. Un olor a colonia de hombre me invadió las fosas nasales, y tosí varias veces. En la casa habían varios cuadros colgados de Jonathan dado que el pintaba a veces en su tiempo libre y no lo hacía nada mal. Yo llevaba en una mano una maleta y la otra maleta la llevaba mi amigo. Subimos las escaleras, y dejé mis cosas encima de la cama. Estaba en el cuarto de invitados, donde solo había una ventana. Las paredes eran blancas y lisas. La cama estaba hecha, y miré a Jonathan confundido:
-Que bien limpias ¿no?
-Cállate. Ya sabes donde esta todo, te sabes esta casa de memoria…
-Cierto. Gracias por quedarme en tu casa.
-No pasa nada. Para eso están los amigos.
Se encaminó hacia la puerta, pero se paró en seco antes de cerrar.
-¿Quieres algo más?- le pregunté sacando la ropa de la maleta.
-Esta noche tenemos fiesta.
-¿Y?
-¿Cómo que “y”? Que tenemos que ir. Somos los reyes de la fiesta, y sobre todo: allí habrán chicas.
Levanté la cabeza de la maleta, y me giré para verlo.
-¿A que hora?- pregunté cansado.
-A las diez te quiero vestido, duchado y con ganas de ligar. Que pareces que estas dormido- a continuación, cerró la puerta de un golpe.

lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 25: Eres idiota

No sabía a donde iba, pero me estaba volviendo loco. ¿Un hijo? No era posible. Yo nunca había querido tener un hijo, quizás más adelante pero en ese instante no. Los ojos de Rachel aun se veían en mi mente, y por mucho que quería borrarlos de una vez, no podía. Corrí a casa de mi madre, donde esperé a que estuviera mi moto allí. 
Y allí estaba. Estela no había tardado nada, y me asombré de ello. Me monté, no me puse el casco, y salí chirriando las ruedas. Conducía por carreteras llenas de coches, no miraba a mi alrededor, solo me centraba en mi mente.
<<No pienses en Rachel, no pienses en ella>>, me decía una y otra vez.
No sabía que me iba a pasar, hasta que lo viví. Iba demasiado deprisa, no vi el camión que cruzó delante de mis ojos, y pasó lo que tenía que pasar.

-Mamá, ¿por qué lloras?- le pregunté a mi madre, mientras iba a su lado.
-Por nada, hijo. Mi día no ha sido tan bonito como el tuyo.
-No quiero que llores.
Nuestra casa estaba llena de luz. El atardecer se veía a lo lejos, y no habíamos salido a verlo. Yo seguía empeñado que a mi madre le pasaba algo, pero no podía identificar “el qué”.
-Raúl, sigue haciendo los deberes. Pronto vendrán tus amigos y querrás irte a jugar con ellos- me estaba diciendo mi madre con una sonrisa triste.
Seguí haciendo los deberes, pero me paré de repente.
-No quiero irme- contesté dejando el lápiz encima de la mesa.
-¿Por qué?
-No quiero que estés triste, mientras yo me voy a jugar con mis amigos, mamá.
-No pasa nada, sé cuidarme sola, siempre lo he hecho.
De nuevo todo se volvió borroso.

Sentí la boca seca. No veía nada, estaba todo blanco. Aunque oía si que oía voces. Parecían dos personas que estaban hablando. Una era masculina y la otra femenina. Las imágenes ya iban cobrando sentido en mi mente cuando intenté abrir los ojos. Vi dos figuras delante de donde yo estaba, luego pasaron a ser dos personas. ¿Aquel chico era Tom? Si que era él. Lo sabía por su voz y también por la cadena en forma de lagrima que llevaba colgada al cuello. Ésta, se la había regalado su novia Linda, y no se la quitaba nunca.
Al lado de él, había una chica. No le veía la cara porque le pegaba el sol de frente, pero era alta y delgada. Tenía un pelo negro muy largo y oscuro.
-Entonces, ¿ lo encontraste tú?- le decía Tom a la chica.
-Sí. Me lo encontré mientras iba a la comisaría. Di la orden de traer una ambulancia y aquí está.
-Me dijiste que fue en el cruce que ahí antes de llegar al centro comercial, ¿no?
-Ese mismo. El cruce es peligroso si no estás atento. Además, iba sin casco tu amigo.
La voz de la chica era fría y tenía un acento asiático o algo parecido. Un hombre vestido con una bata blanca entró en la habitación, y me miró sorprendido.
-Vaya, señor Mórfesi. Veo que se ha despertado después de cinco horas durmiendo.
Las dos personas que estaban hablando, miraron al médico.
-¿Puedo hablar con él ahora?- le preguntó Tom.
-No puede. Voy a mirar como va su recuperación, ten en cuenta que ha tenido un accidente muy grave.
Miré como las manos del médico tocaban mis brazos buscando algo. Dijo que había tenido un accidente… Pero yo no…
-¡Ah!-grité, cuando las manos del médico me tocaron la muñeca izquierda.
-Lo suponía. La muñeca sigue estando mal, pero la operación a salido bastante bien. Como ven, la puede mover, aunque le duela aún. ¿Cómo se siente?-me miró con una sonrisa.
Sus ojos eran azules, y tenía una barba un tanto espesa.
-Estoy bien… aunque la cabeza me da un poco de vueltas, no sé como explicarlo. ¿Tiene agua?
-Claro que sí- se dirigió a Tom y a la chica- Solo puede quedarse la inspectora para hacerle unas preguntas. Mientras voy a mandar a una enfermera para que le traiga la comida.
Mi amigo me miró, y asintió con la cabeza pensativo. Vi como salían los dos de la habitación, y me quedaba solo con la inspectora. Ésta se adelanto dos pasos, y se inclinó sobre la cama. El mismísimo diablo apareció ante mi. Ya sabía yo que mi tranquilidad iba a durar poco con una loca persiguiéndome. Sonreía Okiyo como siempre lo había hecho.
-¿Siempre te tengo que salvar el puto culo, queridísimo Raúl?- se toco la chaqueta marrón que llevaba- Ahora soy Okiyo la inspectora de no se donde… Bueno, ni me interesa de donde. ¿Qué gracia no? Pongo una foto mía con unas gafas puestas y el pelo puesto de distinta manera, habló con dos personas y me dan una placa falsa y un nuevo carnet. ¿Puede ser mejor?
-¿Cómo me has encontrado?- le pregunté intentando levantarme de la cama.
Se acerco a mi por el lado derecho, y me empujó a la cama de nuevo con la mano.
-No puedes hacer nada de preguntas, Raúl. Preguntó yo- miró a la ventana- ¿Cómo me ves? ¿Me queda bien el uniforme puesto?- se rió de una forma que me dio miedo. No dije nada y se volvió de nuevo hacia mi- No dices nada… Venga, te dejo hablar.
-Eres una…- empecé diciendo.
-Por ese camino no vas a ningún lado. Habla bien, o te tendré que romper la boca a balazos.
-¿Por qué me haces esto? Me persigues, luego intentas reconciliarte conmigo… Hemos pasado muy buenas etapas los dos, pero yo no quiero nada contigo. Yo estoy con R…- la voz se me cortó.
¿Qué estaba diciendo? ¿Con quién estaba? Ya no estaba con nadie. Estaba solo en un mundo que me había inventado; un mundo donde solo había chicas, líos por todos los lados y sexo. Y que todo acababa cuando una chica te decía: “Te quiero, te adoro…” O cosas parecidas que hacían que uno se fuera lejos y no la volviera a ver.
Unas lagrimas se estaban acumulando en mis ojos. No quería llorar, pero aun recordaba sus ojos. Sus ojos marrones mirándome con suplicas, pidiendo que no me fuera y por último diciéndome dos palabras que no quería repetir. Okiyo se dio cuenta de que estaba a punto de llorar, y se acercó a mi. No tenía esa sonrisa, no trasmitía nada. Me cogió de la cara, y me dio un beso. No pude quitarla de encima de mí, pero vi como sacaba un arma cuando se apartó de mi. Me quedé de piedra mirándola. 
-No, Okiyo. No lo hagas, somos amigos ¿recuerdas?- le dije intentando convencerla.
Ésta bajo la pistola por mi pecho, recorrió mi obligo y se paro en mi entrepierna. Le miré asustado. Estaba pegada a mi, y cogía la pistola con una sola mano. Okiyo guardó su arma delante de la barriga, metiéndola entre los pantalones y su cuerpo. Se bajó la camisa para que no se viera, y se apartó cuando la puerta se abrió de repente. El médico miró a Okiyo y luego a mi.
-Bueno, Raúl. No tienes nada interno roto. Solo es la muñeca, tienes que descansar. Te quedarás tres días más en observación, luego te podrás ir. 
Vi por el rabillo del ojo, como Okiyo sonreía.
-Bueno, yo me voy ya. Gracias, doctor por dejarme preguntar al paciente- me miró de una forma que me pareció hasta cariñosa- Recupérese.
Dicho esto, salió de la habitación. El doctor dio media vuelta para ver mejor a Okiyo. Él no tenía casi pelo en la cabeza, y sus facciones de la cara eran tranquilas. La puerta se cerró, y di un respingo.
-Le voy a dejar descansar…- me estaba volviendo a hablar el médico- Y tranquilo, solo son tres días metido en el hospital y podrá estar con su novia y familia.
La última palabra que dijo, provocó que me diera un pinchazo en la cabeza. Después, cerré los ojos para poder dormir de nuevo.


viernes, 5 de agosto de 2011

Capítulo 24: Lleva cuidado

De vuelta por las calles de mi infancia. La casa de mi madre estaba en una de las calles más tranquilas del pueblo. Al llegar, dejé la moto justo al lado de la entrada al garaje. Miré hacia atrás un momento: veía la calla entera, y me vino el recuerdo de cuando conocí a Rachel. Aun me hacía reír cuando me apareció de repente enfrente de mi. Desde entonces, siempre la había visto como una mujer misteriosa.
Me quité el casco mientras una sonrisa salía de mis labios al recordar a Rachel.
<<¿Dónde estará? ¿Habrá terminado ya con su padre? ¿La llamo?>>, todas las preguntas posibles, corrían por mi cabeza buscando la meta que era una respuesta.
Al entrar a la casa, un olor a menta me invadió. Cerré la puerta, y fui derecho a mi antiguo cuarto. Subí las escaleras y anduve por el pasillo. Mi habitación siempre había estado al fondo, y la de mi madre justo enfrente de las escaleras. Abrí la puerta, y crujió.
Las paredes pintadas de color claro me saludaron al entrar. El suelo era de madera, como siempre había recordado. Aunque las paredes estuvieran un poco deterioradas por le paso del tiempo y por los rayos del sol, seguían siendo parte de mi habitación. La cama se situaba en la esquina derecha, y al lado de ella había una mesita con una lámpara encima. Los pósters de futbolistas que tenía diez años atrás, ya no estaban. La alfombra que siempre había estado en el suelo al lado de mi cama, tampoco estaba. Parecía que allí no vivía nadie. Y en cierto modo, era verdad. Me parecía raro estar de nuevo en la casa donde empezó todo. Donde crecí, donde vi a mi madre triste muchas tardes… La visión de mi madre aparecía en cada rincón donde mirara.
Mi móvil sonó en el pantalón, y lo saqué para ver quién era.
-¿Diga?-pregunté, mientras salía de mi habitación y me dirigía a donde estaba el ordenador.
-¿Has llegado ya?- la voz de Rachel se escuchó a través del teléfono.
-Sí, estoy en la casa de mi madre. Voy a mirar el ordenador.
-Vale. Yo estoy en mi casa, acabo de llegar. Una cosa, aunque mires el ordenador no podrás encontrar nada, como te dije, se puede haber metido por otro ordenador al e-mail de tu madre.
-Ya lo sé, pero por probar nadie se muere.
-Ya… Te quiero ver, Raúl.
-Tranquila, Rachel. Terminó con esto, y voy a tu casa.
Metí el móvil en su sitio, y soplé cuando vi el ordenador en el salón. Tuve que bajar las escaleras, y entrar en una parte de la casa, donde me hacía recordar felices escenas con mi madre. Aunque tuve que dejar esto de lado, para poder pensar con claridad. Isabelle nunca había utilizado mucho el ordenador, solo cuando empezó un pequeño libro de recetas de cocina. Decía, que como se le daba tan bien cocinar, pues podía hacerlo sin ningún problema. <<¿Lo terminó?>>, pensé encendiendo el ordenador. 
En el fondo de pantalla, había una foto que no me acordaba que existiera. Salía yo con todos mis amigos del instituto: Toni, Jonathan, Mario… Estaban todos, e incluso había gente de la cual no me acordaba. Entré en el navegador de Internet, y me metí al e-mail de mi madre. Supuestamente, Alejandro me había mandado el mensaje a las cinco y cuarto de la madrugada, pero a mi me había llegado por la mañana… Le cambié la contraseña, y apagué el ordenador. Una cosa ya estaba resuelta, ahora solo quería ver a mi novia.
El chalet estaba igual. Vi el Porche blanco de Rachel aparcado enfrente de la casa. Mientras caminaba por el pequeño pasillo de piedras que había hasta la puerta principal, pensé en la última vez que estuve allí; La última vez que habíamos pasado un día entero juntos… Di varios golpes flojos en la puerta y esperé. Cuando la chica más guapa me abrió, le cogí la cara entre mis manos y le di un beso en los labios. Rachel se quedó quieta, y me dio un abrazo. Al separarnos, nuestro abrazo se alargó.
-Un mes entero sin verte- me susurró en el oído.
-Ya estoy de vuelta- le recordé.
-Pero, ¿por cuánto tiempo?- se separó de mi- Cuando menos me lo espero, te vas y me dejas sola. Ya se que tengo un trabajo complicado, pero de momento no tengo que salir a ningún lado y…
-Cielo- la interrumpí con un beso rápido- Estoy aquí de nuevo. Y me tienes solo para ti.
Entramos dentro de la casa, y cerré la puerta. Nos sentamos en el sofá del salón.
-¿Quieres algo de beber?- me preguntó saliendo del salón en dirección para la cocina.
-Una cerveza no estaría mal- le contesté.
La oí abrir la puerta de la nevera, y volvió con dos cervezas. La miré cuando se sentó de nuevo. Iba vestida con unos pantalones color beis y una camisa de manga al codo blanca, acompañado de unas botas planas marrones. Le quedaba muy bien cualquier cosa que se pusiera; no la había visto con chándal, pero seguro que iría perfecta.
-Te veo cambiado- me confesó sonriéndome- ¿Estela te ha pegado su estilo?
Me miré con el ceño fruncido. Llevaba puesta una camisa de manga corta de color claro debajo, y encima una chaqueta fina de color negro. Los pantalones que llevaba, eran de color vaquero oscuro. Para nada raro… ¿no?
-¿En serio?- pregunté.
-Es broma. Sigues igual de guapo, aunque te ha crecido el pelo ya ¿eh?-me paso la mano por mi pelo negro.
-Tú si que estás guapa.
Rachel apartó la mano, y noté como se sonrojaba un poco.
-¿Y cómo te fue a ti con tu padre?- le pregunté mientras bebía ella un trago de cerveza.
-Muy bien- contestó apoyando la botella en la mesa que había delante.- Ya hay una nueva moto en el mercado.
-¿Nueva moto? Habrá que comprarla…
-Ya sabes lo que te paso cuando te compraste la moto que llevas ahora. Y además, es muy cara para podértela pagar tú solo.
La sonrisa de mis labios se borró. No me gustaba que  sacara ese tema.
-No hace falta que me lo recuerdes, Rachel.
-¿Y cómo se han portado las hermanas?- me cambió de tema.
-Bien.
Fue lo único que le pude contestar, porque no le iba a contar todo lo ocurrido con Claire por culpa de un abrazo con María.
-El plan ha funcionado entonces ¿no?
-Mira si ha funcionado que he recibido un mensaje.
-Ya me lo dijiste. ¿Te amenazó?
-Sí,  cambié la contraseña. Espero que me dejé en paz.
-Nadie se puede librar de Alejandro. Te lo digo yo.- me miró fijamente- ¿Sabes?
-¿Qué?
-No te puedes imaginar lo que te he echado de menos.
Esa respuesta me dejó seco. Como si le hubieran sacado todo el zumo a una naranja, así me quedé. ¿ Yo le había echado de menos? ¿Si verdad? Le cogí de la mano, y la acerqué a mi. Nuestros rostros se acercaron, y le di un beso. Después, éste llevo a muchos más, y la tumbé en el sofá. Mis labios bajaban por su cuello, cuando dijo:
-Espera.
Me aparté de su cuello, y me paré en sus ojos. Estaba seria, como si me tuviera que decir algo importante.
-¿Qué pasa, Rachel? Tienes la…
-No, no. Raúl, te tengo que decir una cosa muy importante para los dos- me quité de encima y esperé a que hablara. Se sentó, y respiró hondo- Estoy embarazada.
¡PUM!
Como si me hubieran pegado un tiro en la cabeza.
-¿Qué? ¿Embarazada?- me levanté del sofá de golpe.
-Sí, de un mes y poco.
-Pero… ¿Cómo te quedaste? ¡i siempre hemos utilizado protección!
Ella se levantó, y me cogió de la mano.
-Fue en el hotel. Nuestra última noche allí, no te pusiste protección y…
-¡NO! ¡No puedo ser padre! ¡No quiero serlo!- me aparté de ella, y fui en dirección a la puerta para irme de allí.
-¡Raúl! No me hagas esto- oí su voz por detrás de mi, y al abrir la puerta, se colocó enfrente y la cerró de un portazo.
Me tocó de nuevo la mano. Su tacto era suave, parecía como si me estuvieran electrocutando. Bajé la mirada, lo que le iba a decir no lo podía hacer mirándole a los ojos.
-Rachel, no quiero verte más. No me llames, no me hables, si me ves no me saludes. Lo nuestro se acabo. Lo siento, pero no puedo… Yo no te quiero. Y…- empecé diciendo con voz tensa.
-Te quiero, Raúl. Yo si que te quiero, no me dejes sola. No dejes a nuestro hijo solo.
-¡Yo no tengo ningún hijo!
Abrí la puerta, y salí cabreado y decepcionado a la vez. No miré hacía atrás, pero oí como lloraba la que alguna vez creí que sería mi chica ideal.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 23: Amigas

Me desperté justo cuando estábamos aterrizando. Vi el río a lo lejos, y me vinieron recuerdos de cuando iba con los amigos. En ese río, habíamos tirado a Yolanda con Jonathan. Estos dos, siempre se estaban liando. Que si un día me cabreaba.. Como si el otro te comía a besos. Era algo raro.
Había estado seis horas durmiendo. Al abrir los ojos lo vi todo con puntitos. Parecía que iba borracho porque me dolía un montón la cabeza. Lo bueno de todo, era que el avión ya estaba en tierra.

Un taxi me llevó hasta un pueblo que estaba a mitad de camino. Allí me comunicó el conductor, que podría encontrar un sitio para descansar mientras él sacaba un dinero del banco. La verdad que no estaba cansado, no tenía sueño… Solo necesitaba algo para comer. Me dejó en un bar, que estaba situado a la entrada del pueblo. Por fuera parecía un bar, pero por dentro era como un restaurante. Las paredes pintadas de color crema, y el suelo era blanco como la nieve. Un chico me situó hasta una mesa, y me senté en la silla.
-Quiero una hamburguesa acompañada con algo. Lo que sea. Y después, quiero de beber… Un refresco con un poco de vodka.- le pedí, pasándome la mano por el pelo.
-Aquí no tenemos alcohol.
Me puse rectó en la silla, y lo miré fijamente.
-Pues solo un refresco.
-Muy bien.
Cuando se volvió a su sitio, oí unas risas que provenían de delante de mi mesa. Me quedé mirando al frente, y vi varias chicas que se asomaban a donde estaba yo. Una chica cruzó su mirada con la mía, y se volvió hacia delante. Me miré a mi mismo, para saber si se estaban riendo de mi… Pero no tenía nada fuera de lo normal. Esperé a la comida un buen rato. Mientras tanto recordaba todo lo vivido por España, desde la fiesta hasta la ida de allí en avión. Pero lo que me molestó, fue que Okiyo estuviera en la fiesta de las hermanas Brulloti. Me hubiera gustado saber que hacia allí realmente…
Vi al chico traer la comida, y dejé esos pensamientos a un lado. Me puso el plato enfrente de mi, y apoyé la espalda en la silla. Estaba mareado, necesitaba despejarme… Entre en el viaje y pensar que mi vida daba otra vuelta de 180º, me ponía nervioso. Había dejado a dos chicas en Madrid, luego tenía a una abogada que resulto ser buena chica y al final del todo a Rachel. Me toqué la barbilla, y me di cuenta que no había tenido una vida normal. No había salido mucho con mis amigos desde la muerte de mi madre, no había ido a discotecas para conocer a chicas… No había vivido mi propia vida. Le di un bocado a la hamburguesa; ahora estaba en un bar no en Madrid.

Terminé de comer después de media hora. Las chicas que estaban delante de mi se levantaron justo cuando terminé, y yo hice lo mismo. Dejé la cuenta sobre la mesa, y salí fuera esperando a que el taxista hubiera venido ya. Una de las chicas, al salir, se dio cuenta de que estaba detrás de ellas. La chica tenía el pelo castaño, y unos ojos grandes de color café. Sus amigas me miraron, pero una clavó la vista en mi bastante tiempo. Se paró de golpe, y me dejó pasar. Yo pase entre todas las chicas, porque el taxi me esperaba a la esquina del bar. Cuando pase por su lado, una de las chicas dijo:
-Como esta el ambiente…
No hice caso, pero me desconcentraron sin darme cuenta. No sé porque se reían si no había nada gracioso, pero cualquier persona se hubiera pensado que se reían de ella. Al llegar al taxi, abrí la puerta trasera, pero las chicas pasaron a mi lado de nuevo. Eran diez chicas, todas muy guapas, y vestían de forma distinta también. Medité cuatro segundos, para asegurarme que lo que iba a hacer, era para conocer a gente y no para nada más. Cerré la puerta del taxi, y fui detrás de las chicas.
-Hola-les dije poniéndome a su lado
Las diez se quedaron quietas, y me miraron.
-Hola- contestó una chica con la piel muy morena. Su pelo era marrón oscuro y sus ojos eran del mismo color que el pelo.
-¿Sois de aquí?- les pregunté mientras le daba dos besos a cada una en cada mejilla.
Todas contestaron que no. Me miraban con aspecto divertido, como si yo fuera gracioso.
-Yo soy de un pueblo que está a tres horas de aquí. ¿Os suena?
-Ah, ya sé cual es…- dijo otra chica que era blanca como la pared. Tenía el pelo muy rubio y sus ojos eran azules.- Eso está por aquí cerca…
-Sí, Demi. Está a tres horas como te a dicho el chico- se burló una de ellas.
Le presté atención solo a tres chicas. Una de ellas se llamaba Jennifer, tenía el pelo de color rubio pero llevaba mechas castañas… o no se lo que era aquello. Su cara era redonda, pero sus ojos eran verdes oscuros. Me aguantaba la mirada mucho, como si quisiera imponer algo.
Otra, fue Demi. Una chica que parecía simpática y divertida.
Y por último, estaba Victoria. Ésta no paraba de sonreír, y tenía unos dientes perfectos y blancos. Era muy guapa, y su cuerpo era tan perfecto que me paralizaba.
Mientras sus amigas hablaban, la cogí del hombro y la guié a un lugar un poco apartado de las demás.
-Oye, me preguntaba si podríamos quedar algún día- le solté de repente.
<<Menos mal que solo era para conocer gente…>>, pensé.
-¿Me lo estás diciendo en serio?- sus labios se abrieron más, y pude ver una sonrisa radiante. Recorrió con sus ojos mi cuerpo, pero se paro en la cintura. Yo bajé la vista a mi cintura, y vi que la camisa la tenia un poco levantada y se veía mi tatuaje. Aunque era pequeño, se podía ver con claridad, era una “R” pero en chino.- ¿Qué dice?- me preguntó.
-Oh, es solo una “R” en chino… nada importante.
-Me gustan los chicos con tatuajes- contestó con voz seductora.
-¿Sí?
Ella asintió. Me dio su número de móvil, y me lo guardé. Me despedí de las chicas, y me monté al taxi. El conductor arrancó, y vi como el bar se alejaba detrás nuestra. Me olvidé de esas chicas, de todo lo que había hecho.. Ahora solo me interesaba el correo que había recibido de mi supuesta “madre”.