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sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 36: Todo terminado

Cogí la última foto de la mesa y la miré con detenimiento. ¿Podía ser verdad que parecía un modelo? Todas las fotos que me había hecho Estela anoche y las de Kristen, estaban en la mesa de cristal. Las miraba con interés, porque aun no me creía que hubiera salido con una modelo famosa en unas fotos que la vería todo el mundo. Es verdad, que Estela era una modelo y muy famosa, pero no era lo mismo…
Aun estaba en casa de Estela. Eran las nueve y media de la mañana y me había despertado temprano porque no quería que me viera salir de la casa. Me quería ir cuanto antes de allí…. Quería ver a Victoria, estar con ella, besarla… Sentirlo todo con esa persona, no con otra. Con Estela me lo pasaba genial cuando salíamos los dos juntos, siempre estábamos de bromas y caricias… Pero no era lo mismo. Alguien me tocó la nuca y di un pequeño salto. Me volví hacia la izquierda y no vi nada. Pero recibí un beso de Estela en la mejilla.
-Buenos días. ¿Y eso que has madrugado tanto?-me preguntó con una sonrisa.
-Quería ver las fotos antes que nadie-  mentí.
-¿A sí? Y anoche, ¿Qué te paso?
-¿Cómo?
-No tenías ganas de estar conmigo, ¿a que si?
Cuando dijo lo último,  noté que la voz se le cortaba. Le miré a los ojos e intenté sonreír. Sabía a lo que se refería. Esa noche no hicimos el amor y fue porque le puse una excusa. Le dije que me encontraba mal y me di media vuelta en la cama dándole la espalda. Esa noche no quería estar con nadie después de lo que paso con Okiyo, me sentía mal, angustiado en el fondo… Pero en verdad, no me importaba hacer el amor con Estela. Solo que pensé en Victoria, y no pude seguirle el juego. No quería fingir más. Besos, caricias, abrazos, palabras… Era todo una mentira. Solo me gustaba una persona, solo quería estar con una persona, y solo quería besar a esa persona que era Victoria. Con ella estaba bien, me sentía como soy en realidad. No como me pintan en las revistas o por la calle.
-No-le dije a Estela- Claro que quiero estar contigo, pero anoche me encontraba mal. Ya te lo dije.
Me levanté del sofá y anduve hasta la escalera.
-¿A dónde vas?-me preguntó cogiéndome de la muñeca.
-A mi casa.
-¿Qué? ¿Me vas a dejar de nuevo sola?-me cogió mas fuerte.
-Te recuerdo que vivo en un pueblo, no es Los Ángeles.
-Solo tres días… ya me acuerdo.
-Pues eso, tres días.
Me soltó y subí las escaleras. Esto ya se acababa, no quería más mentiras. Siempre diciendo cosas que no eran ciertas, atormentándome cada segundo por las mentiras que les metía a las chicas en la cabeza. Todo me parecía estúpido.
Entré a la habitación donde dormíamos los dos, y saqué la maleta del armario. Oí los pasos de Estela entrar detrás de mi, pero no le hice caso. Dejé la maleta en el suelo y cogí toda la ropa del armario. Ni siquiera la doblé y la metí dentro. Cerré la cremallera y la cogí con una mano. Al volverme, Estela se puso enfrente de mi.
-¿Me llamaras?-me preguntó acercándose a mi pecho y apoyo su cara en él.
-No lo sé.
-¿Cómo que no sabes?
Noté como las lagrimas de Estela manchaban mi camisa y le acaricié el pelo.
-No llores-le dije despacio.- Sabes que no soy tu novio y que nuestra relación se acabó hace tiempo.
La verdad, la pura verdad salía de mis labios.
-¿Estas insinuando que ya no me quieres?
-Te voy a decir la verdad, hace mucho tiempo que dejé de quererte.
Nada más decir esto Estela se separó de mi. Cuando le miré, una tristeza me invadió y tragué saliva. Levantó el brazo señalando a la puerta.
-Vete- me dijo con lagrimas en sus ojos.
-Te tenía que decir la verdad, Estela- di dos pasos hacia delante y me quedé mirándola a los ojos.
-La verdad duele por muy delicada que la digas.
-Lo siento, no quería hacerte daño.
-Fuera.
-Estela…
No me dejo terminar y me dio un guantazo en la cara. Me quedé quieto y apreté los dientes. Cerré los ojos.
-He dicho que te vayas ahora mismo- me gritó Estela empujándome por la espalda hasta las escaleras. Abrí los ojos y empecé a bajar, sin mirar hacia atrás. Cuando llegué a la puerta principal, la asistenta abrió la puerta y vi la calle. Me volví antes de salir.
-Me lo pase muy bien contigo. Siempre me lo paso bien cuando estamos juntos. Pero, no puede ser.
-¡Ni me hables!
Salí y cerró la puerta con fuerza. Cerré los ojos y cogí el móvil. Me llamaba alguien, y acepté la llamada. Me puse el móvil en el oído.
-Yo nunca te diré que te vayas, Raúl.- me dijo Okiyo.
Apreté la mandíbula y lancé el móvil a un coche que pasaba por la calle. El móvil chocó contra el cristal, rompiéndolo, y empecé a andar para coger un taxi.


sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 35: El Calendario


Estela le hizo las fotos a Kristen. Yo miraba embobado a la modelo por como se ponía, y muchas veces me miraba con una sonrisa que significaba algo más. Cuando terminó de hacerle las fotos, me llamó para que me pusiera con la modelo. Al coger a Kristen por la cintura para hacer la primera foto, sentí como se pegaba un poco más a mi. ¿Podía ser que a la modelo le gustara?

Pasaron como dos horas y por fin habíamos terminado. Las fotos se pasaron enseguida a un ordenador donde iban a ser vistas por toda la agencia y además, serían retocadas. No me gustaba las fotos retocadas porque se ponían algunas cosas que no eran ciertas en la realidad. Pero yo no era el que mandaba.
-Genial, las fotos son estupendas. Ahora nos toca a nosotros, Raúl- me dijo Estela dándome un corto abrazo.
-Señorita Brulloti- gritó alguien el apellido de Estela en medio de la sala. Nos volvimos y vi a la secretaria de la agencia. Venía corriendo y se paró cuando estuvo cerca de nosotros.
-¿Qué pasa ahora?-preguntó Estela separándose de mi.
-Tiene que salir ahora mismo de la sala. La señorita Lii necesita la sala porque tiene que hacerle unas fotos a un modelo.
-¿Quién?-entrecerró los ojos Estela- ¿Lii? ¿Quién es esa?
-Una chica nueva que acaba de llegar de Londres. Dice que necesita urgente la sala-la secretaría miro la sala sin parar su mirada en nada concreto.-Y por lo que veo, tú ya has terminado de hacer las fotos para el Calendario.
-Sí, he terminado pero…
-Lo siento, pero si quiere hacer más fotos tiene que ser mañana.
Noté como Estela cambiaba las emociones de su cara. Pasaba de estar contenta a estar triste. Le cogí de la mano para que se sintiera mejor.
-Pues nada… Otro día será- le contestó a la secretaría, y ésta se fue.
Me dijo que me vistiera y eso hice. Encontré mi ropa tirada en el suelo al lado de varias personas que me miraron con cara de asco. Me sorprendí por esto, pero no le di mucha importancia. Quizás era envidia… o a saber qué, pero no pensaba tomarme las miradas de la gente muy a pecho. Era verdad que mucha gente se había sorprendido al enterarse que Estela y yo “salíamos” juntos, pero también era verdad que a varias personas les había enfadado vernos así. Antes, cuando salía con Estela, la gente de nuestro alrededor (los que nos veían por la calle, comprando, paseando o incluso estando juntos en pasarelas de modelos), se inventaban rumores para acabar con nuestra relación. Estela y yo, estuvimos a punto de romper nuestra amistad por culpa de una chica que dijo que le había besado yo. Todo era mentira, es verdad que el tiempo que salí con la modelo, muchas chicas se interesaron por mi (o por el dinero, no sé), pero nunca le puse los cuernos a Estela. Mi relación con ella fue una de las mejores de toda mi vida y no pensaba romper así porque sí.
Terminé de vestirme, y oí como mi móvil sonaba en el interior del pantalón. Lo saqué del bolsillo y empecé a andar. Cuando lo saqué, no lo pude ni mirar, porque me choqué con una persona y caí al suelo. Me di en la espalda contra el suelo de madera y me quedé tumbado mirando al techo. Soplé un segundo, y me levanté para ayudar a la otra persona.
-Lo siento mucho. Me sonó el móvil y no me di cuenta que venía usted de frente- dije mientras miraba a la persona.
Era una chica, pero no pude verle la cara. Le cogí de la mano para ayudarla, y se levantó. Cuando se puso de pie, comprobé que la chica tenía un cuerpo perfecto. Iba vestida con unos pantalones negros ajustados, una camisa sin mangas azul oscuro y unos tacones que pegaban con la camisa.
-La culpa es mía, tenía que mandar un mensaje y me entretuve demasiado- me miró con una sonrisa y alargó el brazo hacia mi- Hola, soy Lii, la nueva fotógrafa que acaba de llegar.
-Ah, encantado-le estreché la mano- Soy Raúl.
-¿Eres el novio de Estela verdad? Juraría que te he visto en alguna revista…
-Sí, soy su novio- me costó pronunciar ésta palabra- ¿Salgo en revistas?
-Acabo de ver una con tu foto y nombre abajo, en secretaría.- se rió.
Lii tenía el pelo oscuro recogido en una coleta de caballo, y llevaba puesto unas gafas de vista de color negro. Era asiática porque sus ojos se parecían a los de los japoneses.
-Malditos fotógrafos. Siempre sacan lo que quieren.
-Para eso estamos. Aunque yo nunca he trabajo para revistas…
Le sonreí un rato. Aquella chica parecía simpática, no como la otra asiática que conocía… Okiyo no era para nada simpática. Solo era una chica que estaba mal de la cabeza, y le gustaba matar a gente antes que hacer fotos.
-Bueno, pues yo me voy ya. Que Estela me espera. Encantado de conocerte, Lii.
Me despedí y seguí andando hacía la puerta. La abrí y cuando la cerré recibí un mensaje al móvil. Lo miré extrañado y comprobé de quien era. Era un número desconocido. Le di abrir, y ponía:
Ahora eres el novio de Estela… impresionante. ¿Cómo lo haces? ¿eh? ¿Que dirá la pobre Victoria sobre todo esto? Cuánta pregunta ¿verdad? Pero todo esto te lo buscas tú, Raúl. Ah, ¿te ha gustado mi segunda identidad? Ahora soy Lii, una fotógrafa de Londres, que trabaja para una de las mejores agencias del mundo. Lo que puedo hacer para perseguir a mi objetivo número doscientos. Por cierto, ten mas cuidado y no mires más el móvil. No me ha hecho gracia chocarme contigo pero si verte. Eres patético… Adiós, Raúl. O te tendré que llamar… ¿Raúl Brulloti?
Un beso lleno de “dulzura “
Okiyo.
No podía ser que la chica con la que… No. ¿Me había chocado con ella y no la había reconocido? ¿Lii en realidad era Okiyo?

Estando en casa de Estela, la visión que tenía sobre Lii se borraba para dejar paso a Okiyo. ¿Cómo había conseguido meterse en la agencia sin ser descubierta? ¿Cómo me había encontrado? Tanta pregunta y ninguna respuesta. Me dolía la cabeza solamente de pensar en ella. Era imposible que me hubiera encontrado. Parecía que me tenía puesto un micrófono o algo para poder saber a donde iba y que hacía. También se había enterado que salía con Victoria. Okiyo era lista y muy cuidadosa, ya me lo había mostrado. Me acababa de dejar agotado con solo imaginarme que le hacía algo a Victoria. Había matado a miles de personas y no me iba a dejar con vida solo porque le atraía físicamente. Tenía que cumplir su objetivo, y supuse que eso iba a hacer tarde o temprano.
Escondí la cara entre mis manos y suspiré. Me daba miedo perder a Victoria como paso con Jane. Era una buena chica y no se merecía morir por mi culpa. Al igual que Jane…. Una lágrima bajó por mi mejilla sin darme cuenta. Por mi culpa había muerto una persona y ¿Qué hacía yo al respecto? Seguir con mi vida sin mirar atrás, esperando comenzar de nuevo. Pero eso no es posible. Ya veía que no, que Okiyo me perseguiría junto con Alejandro hasta matarme; que cualquier relación acabaría mal por mi culpa…
Sonó mi móvil que estaba encima de la mesa. Lo dejé sonar, sin cogerlo… Estaba metido en mis recuerdos, no quería hablar con nadie. Pero, ¿y si era Victoria?
Levanté la cabeza y miré el móvil. Lo cogí después de que sonara cuatro veces.
-¿Diga?- pregunté secándome las pocas lagrimas que habían caído.
-Raúl, ¿Dónde estás? Jonathan me ha dicho que te has ido con tu prima a Los Ángeles. ¿Qué esta pasando?- la voz de Victoria retumbo en mi cabeza provocando que el dolor aumentara.
-Victoria, no sabes las ganas que tenía de oír tu voz-le contesté sonriendo- Sí, estoy en Los Ángeles, pero vuelvo mañana sin falta. Tenía que arreglar unos papeles de mi madre. ¿Y que tal está mi pequeñaja?
-Yo estoy bien. Me asusté cuando no te encontraba, la verdad.
-¿Me estabas buscando? ¿Para qué?
-Para salir un rato con los amigos… ¿Y que haces con tu prima?
Me sentí mal por no estar con ella. Querer besarla y decirle toda la verdad… Pero era imposible.
-¿Con mi prima? Pues estábamos arreglando los papeles dado que ella es abogada y me ayuda bastante.
-Vale. Aquí no ha pasado mucha cosa. Oye, tú sabías que Demi y Jonathan salían juntos?
Me puse tensó a pesar de que no me veía.
-Sí, me lo dijo Jonathan al día siguiente de la fiesta. ¿Por?
-Pues.., es porque los acabo de ver besándose. Estamos todos en casa de Tom, nos ha invitado a unas cervezas… Aunque faltas tú.
-Lo siento mucho por no estar. Pequeñaja, he pensado mucho en ti.
-¿En mi?
-Sí, en ti. Ha habido noches que te he querido a mi lado, aunque sea solo para hablar. No estoy muy bien.
-Raúl… no sabía que sintieras ese sentimiento hacia mi.
-Tengo muchos sentimientos, lo único que quiero demostrártelos poco a poco.
Oí como se abría la puerta de la habitación y miré hacia atrás para ver si aparecía Estela.
-Eso espero. Me pensaba que no tenías un hueco para mi.- se rió.
Su risa era preciosa.
-Siempre tengo un hueco para mi pequeñaja y lo sabes. Bueno, mi prima viene con unos papeles. Luego por la noche si puedes, hablamos por el Facebook, ¿vale?
-Adiós, Raúl. Intentare ponerme.
Colgué y miré el móvil con tristeza. Estela me tocó por detrás y me dio un beso en la mejilla.
-¿Con quien hablabas?-me preguntó rodeando el sofá y sentándose a mi lado.
Paso mi brazo derecho por detrás suya, y se acurrucó en mi pecho.
-Era Jonathan, que no se aclaraba con  la televisión.
-¿Es nueva?
-No, es solo que le he metido unos canales nuevos de fútbol y no sabe buscarlos.
Estela se rió y me miró con una sonrisa.
-Raúl- le miré al llamarme- no quiero que te vayas mañana.
-Me tengo que ir, Estela. No puedo quedarme más tiempo.
-Mañana veré si te puedo convencer, ahora solo quiero ver una película con mi chico ideal.
<<Yo no quiero ser el chico ideal de nadie, solo quiero encontrar a mi chica ideal>>, pensé con tristeza.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 34: "Fotos para mi y para todo el mundo"


-Raúl… - alguien me tocó el pelo.
-Un rato más, Jonathan… Vete con Demi y déjame dormir….- contesté para que me dejaran en paz.
-¿Demi?- de nuevo me dieron en la cara.- Raúl, vamos a llegar tarde a la agencia donde nos espera la modelo, ¿recuerdas?
Abrí un ojo y vi el rostro de Estela delante de mis ojos. Le di un beso en los labios y ella sonrió.
-Me acuerdo, si… Pero un rato más….- me di media vuelta.
-Eres peor que los niños para ir al colegio. Venga, muévete.
Estela me zarandeó y me levanté de la cama medio dormido. No vi un cojín que había tirado en el suelo, y tropecé con él. Oí la risa de Estela y antes que se fuera la cogí de la muñeca.
-Ponte lo que sea, venga…- contestó Estela mientras la acercaba a mi.
-Ven.
-Que no, Raúl, que tenemos que…- no la dejé hablar porque le planté un beso en los labios. Estela se quedó quieta y al separarme me miró con el entrecejo fruncido- Te recuerdo, que conozco bien tus trucos y uno de ellos son estos besos que dejan a una confusa. Pero conmigo no funciona… voy a peinarme y te quiero ver vestido.
Estela se alejó y miré al sillón donde estaba la ropa. <<De nuevo me toca ponerme lo que ella diga>>, pensé cogiendo las prendas con cuidado.

Tardamos veinte minutos en llegar a la agencia y fue porque Estela conducía más deprisa de lo normal.  La agencia era un edificio bastante grande y estaba considerado una de las mejores agencias del mundo por los fotógrafos que tenía y por el dinero que recaudaba al cabo del año. La fachada era blanca y tenía en la parte inferior bastantes ventanas. En cambió en el piso superior las ventanas no se veían tanto dado que por lo que sabía allí se hacían las fotos, entrevistas…. Al entrar, Estela saludó al guardia de seguridad (uno de los diez que había), y entró conmigo detrás. Íbamos agarrados de la mano, y mucha gente se nos quedó mirando sorprendida. Por el pasillo antes de subir a la primera planta, ponía una placa con letras en grande: Despachos, Salas y Decoración. Subimos a la primera planta y una chica que estaba detrás del mostrador llamó a Estela.
-Señorita Brulloti, ¿me puede decir a que hora piensa hacer las fotos?- le preguntó la chica.
Ésta tenía una placa en su pecho que ponía: Secretaria; Candy. La chica tenía una cara muy bonita, con los ojos azules y el pelo negro. Recorría su mirada entre Estela y yo.
-Las voy a hacer ahora, Candy. ¿Nos puedes traer unos cafés a la sala de fotos?- le pidió Estela con amabilidad.
-Sí, claro. Ahora mismo se los llevo.
Estela siguió andando y yo la seguí pero miré dos veces a la secretaria. Ésta se sonrojó y yo me reí en mi interior. Me gustaba poner sofocadas a las chicas y más cuando eran guapas. Giramos a la derecha, y entramos en una sala bastante grande. Al fondo habían varias telas que supuse que serían para hacer las fotos; las paredes eran blancas como la nieve y el suelo era de madera, el cual, tenía un brillo impecable. Se oían numerosas voces procedentes de más de veinte personas que habían allí, pero sin duda la que mas destacaba, era una chica que estaba de espaldas a nosotros y que estaba hablando con un hombre con traje. Estela fue a donde estaba la chica y yo me puse a su lado.
-Hola, Kristen. ¿Has tenido que esperar mucho?- le saludó Estela desde atrás.
La tal Kristen se volvió y sonrió.
-¡Hola, Estela! No, no he esperado mucho.
-Me alegro, oye, te presento a mi novio. Raúl está es Kristen, una de las mejores modelos de Estados Unidos.
-Hola, encantado- le di dos besos a la modelo- Entonces las fotos saldrán bien teniendo a una modelo tan espectacular ¿no?
-Esperemos que sí.- miró a Estela- ¿Tu novio sale conmigo o como va esto?
-¿Mi novio?- me miró con el ceño fruncido.
-No soy modelo, Kristen- le sonreí lo más dulce que pude.- Aunque no me importaría salir en alguna foto si mi novia quiere.
Me costó decir la palabra “novia”, porque ella no lo era.
-Por mi vale, Raúl. Necesitamos algo masculino en el Calendario para que el público femenino la pueda comprar.
-Pues, venga- comento Kristen- Que se prepare… Aunque primero tendríamos que probar como se desenvuelve delante de la cámara.
-Buena idea- aseguró Estela- Raúl quítate la camisa. Vamos a hacerte varias fotos.

Cuando las fotos terminaron, las miré junto con Estela y Kristen.
-¿Cómo han salido?-pregunté mirando a las dos.
-Yo te doy un ocho sobre diez. Impresionante, cariño- contestó Estela.
-¿Seguro que no has salido antes como modelo?- preguntó Kristen, pasándome la camisa.
-Te lo digo en serio, nunca he hecho esto. ¿Podré ponerme a la altura de una modelo como tú?
-Mira, machote. Con nuestros cuerpazos y sonriendo con picardía, te aseguro que este Calendario se vende en nada.
-Más nos vale, o me puedo ir despidiendo de mi trabajo- interrumpió Estela, dejando la cámara encima de la mesa. 
                   Una de las fotos que le hace Estela a Raúl

sábado, 10 de septiembre de 2011

Capítulo 33: Los Ángeles

El avión de la familia de Estela era lo suficientemente grande para que se metieran en su interior más de diez personas. Cuando lo vi aparcado en la pista del aeropuerto, sentí que me estaban tomando el pelo porque nunca había montado en ese avión y nunca me lo había dicho Estela. Pero cuando vi en un lado del avión el apellido: Brulloti; me di cuenta que aquello era muy real. El apellido estaba puesto con letras en cursiva y estaba pintado con los colores de la bandera de Italia. El apellido, provenía de varios siglos atrás, que se originó en Italia, especialmente en Roma. Los Brulloti fueron muy conocidos en todo le mundo porque casi siempre habían desarrollado unos trabajos que eran complicados de ejercer por otras personas, como científicos, abogados, barones, capitanes navales y terrestres del ejercito… Todos estos trabajos lo habían ejercido antepasados de Estela, Claire, Stefan y de su padre Alejandro. Toda esta historia, me la contó el mismísimo Alejandro, antes que las cosas con su hija se torcieran hasta desaparecer.
Entré en el avión, y vi bastante lujo en su interior, como un bar con muchas clases de botellas tanto de vino como de alcohol, sillones de cuero, hasta una lámpara en el techo… Estela se sentó en uno de los asientos intermedios, muy cerca de una mesa donde descansaba un ordenador portátil. Me pidió que me sentara enfrente de ella, y eso hice.
-¿Qué te parece el avión de la familia?- me preguntó, mientras tecleaba en el ordenador.
-No está nada mal, se nota que es de los Brulloti, dado que tiene el nombre pintado en un lado.
-Sí, fue idea de mi padre…
El piloto dijo algo por el altavoz, y ordenó que nos abrocháramos los cinturones porque iba a despegar. Estela lo hico al igual que yo, y miré por la ventana para ver como nos alejábamos del suelo. Sentí que la gravedad se alejaba de mi cuerpo cuando el avión se elevo y después fue todo tranquilidad y silencio. El piloto nuevamente habló por el altavoz y dijo que nos podíamos desabrochar los cinturones y encender ordenador, móviles y televisión. Miré a Estela al abrir el portátil, y me sonrió.
-Prepárate para Los Ángeles, Raúl.- me contestó.

Ya íbamos de camino a una de las casas de la familia que se alojaba en uno de los barrios ricos de Los Ángeles. En vez de alquilar un coche, Estela llamó a un taxi para que nos llevara más rápido y sin perdernos por la ciudad. Al llegar a la casa, pude comprobar que no era tan impresionante como las demás donde había estado, pero seguía siendo una casa lujosa. Era un piso de dos plantas, con la fachada de color gris y el tejado de color negro. Estela antes de entrar me dijo que era una casa con un estilo moderno, porque su hermana Claire junto con su novio veraneaban mucho por esta zona y les encantaba quedarse en esa casa. Y por esto mismo, la decoró Claire a sus gustos. Entré detrás de Estela, y en nada de tiempo, salió una mujer de tez blanca por la cocina. La miré asustado porque no sabía quien era, pero poco después supe que era la asistenta personal de esa casa. Cada casa tenía como mínimo tres asistentas que estaban hasta la noche en las mansiones, limpiando la casa, y atendiendo a los señores que la habitaban. Por la noche se iban a dormir y volvían de nuevo a las siete de la mañana para prepararles el desayuno a los señores y seguir con sus tareas. Dado que la casa de Los Ángeles no era una mansión como la de Miami o España, solo necesitaban una asistenta que tuvo que esperar a que Estela y yo llegáramos.
Dejamos las maletas en el suelo, y la mujer las cogió y las subió por las escaleras como si nada. La asistenta tendría como cuarenta años y Estela me susurró que llevaba trabajando para ellos como diez años y que fue la amante de su padre una vez. No me quise imaginar a Alejandro con esa mujer, porque me daba hasta escalofríos, y no era porque la mujer no fuese fea… Todo lo contrario, a esa edad aun se cuidaba y mucho, pero el hecho de que Alejandro la tocara con sus asquerosas manos, provocaba que me alejara de ella.
Me pase todo lo que quedaba de día, sentado en el sofá acompañado de un refresco y la televisión. En cambió, Estela se quedó en una esquina de sillón que había justo a la chimenea, tecleando con su portátil y pocas veces intercambiaba  una palabra. La asistenta nos llamó para comunicarnos que la cena ya estaba hecha ya que eran las siete de la tarde, y vi  por la enorme ventana del piso de abajo, como ya era de noche. Se me había pasado la tarde en nada de tiempo. Estela se levantó del sillón, cerró el portátil y vino por detrás de mi. Yo estaba mirando la calle cuando sus manos aparecieron por ambos lados de mi cuerpo, y se sujetaron a mi barriga.
-¿Sabes que tenemos un cumpleaños esta noche?- me dijo apoyando su cabeza en mi espalda.
-¿Ah, sí? ¿De quién?- me di media vuelta.
Me paso las manos por la nuca, y sonrió.
-Es de una amiga que es modelo, y me invitó hace más de dos meses porque sus fiestas son espectaculares.
-¿Y tenemos que ir?- le di un beso en los labios.
-Ya estás de nuevo con esos besos que hacen que me confunda- me miró como si estuviera enfadada aunque sabía que lo hacía de broma- Tenemos que ir, porque yo quiero ir. Y así salimos un poco hoy, que he estado toda la tarde preparando unos papales para mandarlos a las modelos de la siguiente sesión; mientras tú dormías como un bebé en el sofá.
-¿Me quedé dormido? No me di cuenta- le di otro beso.
Éste duró un poco más, pero una tos nos interrumpió. Los dos dirigimos la mirada hacia la asistenta.
-Lo siento, señores, pero el pollo se va a enfriar.
-Ya vamos, Carla- Vio como se volvía a meter en la cocina y me miró seria- Terminados de cenar, te eligo la ropa, nos vestimos y vamos a la fiesta. ¿Vale?
Asentí enseguida.

 Como dijo la asistenta había pollo al horno para cenar, acompañado de patatas asadas. Comimos en silencio, pero mas de una vez se nos saltaba la risa, porque Estela y yo coincidíamos cuando nos mirábamos. Quien hubiera visto, diría sin lugar a dudas, que éramos una pareja de enamorados; pero eso no era cierto. Siempre había tenido con Estela una gran confianza y gran amistad, al igual que cariño… Pero nunca habíamos vuelto con nuestra relación de pareja como la que tuvimos hacía tiempo. Al terminar de cenar, nos levantamos y Estela me llevó al piso de arriba. Allí habían seis habitaciones, dos baños y un gimnasio. Entré en la habitación donde Estela tenía toda su ropa metida en una armario enorme. Al lado de éste armario, había otro donde estaba mi ropa que simplemente era poca comparado con la suya.
-Me he permitido comprarte algo de ropa mientras estabas durmiendo.- me comentó Estela sacando varias bolsas de mi armario.
Las bolsas llevaban nombres grabados de tiendas conocidas y a la vez bastante caras.
-¿No me dijiste que no habías salido?- le inquirí apoyándome en la puerta.
-Solo tardé dos horas, tampoco es mucho…- sacó toda la ropa que había en las bolsas, y la colocó estirada sobre la cama- Vale, ya está toda. Raúl, ropa fuera.
-¿Toda?- me reí al quitarme la camisa que me había dejado Estela para estar por la casa.
Ella me miró y suspiró.
-Menos los calzoncillos. Solo es para probártela. 
-Vale, vale… Lo que usted mande.
Me quité el pantalón del chándal que llevaba, y las zapatillas.
-Bien. Oye, ¿tú has hecho más gimnasio? Porque te veo más mejorado- me pasó una camisa blanca que se abrochaba por delante para que me la pusiera.
-Algo, pero siempre en casa. Estaba ocupado, aunque me permitía correr un poco por las mañanas.
Me puse la camisa y unos pantalones que me dio. Eran vaqueros desgastados de color gris y me imaginé que me lo había comprado porque me gustaban bastante los pantalones así.
-No, para la fiesta demasiado informal. Necesitamos buscar algo que sea vestir normal, ni informal ni muy elegante. Vamos a ver…

Siguió probándome ropa hasta las nueve de la noche hasta que encontró lo que buscaba y que a los dos nos gustaba.
-Estás para comerte con ese color, Raúl.
Llevaba una camisa de manga larga de color azul oscuro, acompañado de unos pantalones de color blanco con bolsillos y unos zapatos de color  negro con las cordoneras azul oscuro que pegaba con la camisa. Me miré a un espejo de pie que había en la habitación y sonreí.
-Ya solo quedas tú.-le aseguré a Estela.
Los dos nos duchamos en aseos distintos, porque sabíamos que si teníamos que esperar a que el otro saliera, iba a pasar que acabaríamos los dos metidos en la ducha haciendo algo que no se podía hacer en ese instante. Salí de la ducha, me sequé, me arreglé el pelo y empecé a vestirme. Cuando terminé, como me sentía un poco incómodo con las mangas hasta la muñeca, me las remangué hasta los codos. Me miré en el espejo, y comprobé que me quedaban mejor. El pelo me lo puse hacía arriba y me eché una colonia que me había regalado Estela. No me quité el reloj que me regaló Rachel porque para mi, era algo especial aunque nuestra relación se hubiera roto. Me sentía bien llevando ese reloj, porque me hacía recordar ratos buenos que había pasado a su lado y no me arrepentía de ello. Cuando salí del baño le pregunte a Estela desde el pasillo si había terminado.
-No, me queda arreglarme el pelo- fue su contestación.
Mientras bajaba por las escaleras, me acordé de María, la abogada que conocí en España. Aun sentía su voz argentina en mis oídos y supuse que la podía llamar para saber solo como estaba tras lo que vi en el hotel el día que Claire me dejó plantado en el dormitorio. Busqué su tarjeta por mi cartera, y cuando la encontré marqué su número en el móvil. No sabía que hora sería en España, pero me daba igual cuando me lo cogió.
-Buenas, noches. ¿Soy María, en que puedo servirle?
-Hola, María. Soy Raúl, el chico del hotel que conociste en España. ¿Te acuerdas?
-Oh, por supuesto que me acuerdo. ¿Qué tal le va todo? ¿Vos sigue por España?
-Bien todo muy bien. No, no sigo por España, ahora mismo te estoy llamando desde Los Ángeles sino que siento si te he molestado por el horario…
-¿Desde Los Ángeles? Que bien suena eso, Raúl. Yo estoy ahora mismito en la misma ciudad que vos.
-¿En serio? Vaya… yo estoy por motivos de trabajo y todo eso. Me quedaré dos días más por aquí y luego regreso a mi pueblo.
-Oye, podríamos quedar antes de que te fueras en un bar para tomarnos alguna copa, ¿Qué me dices?
-Sí, claro.- oí los tacones por el piso de arriba. Seguro que Estela ya había terminado- Bueno, María te dejo ya que mañana madrugo. Ya me llamas cuando puedas.
Colgué y me volví justo cuando Estela bajaba las escaleras. Exclamé algo en un susurro porque iba muy guapa con un vestido de color blanco que era de largo hasta más arriba de la rodilla, con unos tacones negros con piedras plateadas y con su pelo pelirrojo suelto. Pisó el último escalón y la cogí la mano.
-Si te pones así de guapa, todo el mundo se fijará en ti- dio una vuelta mientras le cogía de la mano, y se rió cuando me miró.
-Tú siempre diciendo cosas bonitas, Raúl. No has cambiado.- me miró de arriba a bajo.- Me encanta como vas vestido. Haber si al final de la noche me dejas sola y te vas con otra, que como pase eso…
-No digas tonterías. Estaré a tu lado.

Al llegar al bar donde su amiga celebraba el cumpleaños, me di cuenta que no era un bar cualquiera. Arriba, en la terraza, había una piscina porque pude ver a gente en bikini. Entré cogido de la mano de Estela, y vi muchas gente mirándonos. Unos con sonrisas en su rostro, otros susurraban con el de al lado… Muchas reacciones que ni siquiera sabía por qué. Era verdad, que la relación entre Estela y yo siempre había estado mirada por las revistas del corazón dado que siempre nos sacaban en primera página cuando nos veían juntos. Odiaba a los cámaras que me sacaban fotos cuando estaba con ella, porque no podía no salir a correr tranquilo por una vez. Pero salía con una modelo que también era fotógrafa e hija de un multi millonario… Sino que poco podía hacer para quitármelos de encima.
Estela me presentó a muchas personas, tanto importantes o no. Mientras ella hablaba con dos chicas y sus parejas, me fui a la barra del bar para pedirme algo para beber. El bar parecía una discoteca, porque había un Dj pinchando al fondo de la sala subido a una especie de mini escenario, luego habían muchas luces fluorescentes y focos de colores.  La chica que había en la barra me puso lo que pedí, y fui junto con Estela.
-Ah, Raúl, mira te voy a presentar a mi amiga que es la que cumple años- tocó el hombro de la chica que había enfrente que estaba hablando con un hombre bastante alto. Ésta se giró y miró a Estela con una sonrisa- Carlota te presento a Raúl, mi novio.
Me quedé de piedra cuando oí a Estela decir la última palabra. ¿Novio? ¿Cómo que novio? Solo era su amigo o su amante de semana, no era nada más.
-Encantada- me dio la chica un beso en cada mejilla- ¿ Tú eres el chico que salió con Estela hace tiempo no? El que salía en las revistas…
Carlota era una chica de estatura media, con cara normal y sus ojos eran azules. Era de raza negra y tenía un buen físico (sobre todo pecho). Su pelo era negro y no paraba de sonreírme.
-Raúl se va a quedar dos días más por Los Ángeles conmigo. Mi padre me consiguió unas fotos con la modelo mejor pagada del mundo, y por eso pude venir a tu fiesta o sino nada de nada.
-Que suerte tienes, amiga. ¿Y tu novio no es modelo ni nada?
-¿Modelo? ¿Yo?- me reí
-Sí, pareces que tienes los requisitos físicos para serlo. Buen cuerpo, guapo…
-Ya, Carlota, no sigas.- le interrumpió Estela- Aunque tengo pensado que nos hagan unas fotos cuando acabe con la modelo. Solos él y yo.
-¡Seguro que salís super bien! Bueno, te dejo que tengo que seguir con los invitados que cada vez llegan más. Un placer de conocerte, Raúl- me sonrió, y se dio media vuelta.

martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 32: Sin hacer nada

Victoria me dejó en casa de Jonathan. Por el camino solo habíamos escuchado música y hablado apenas. Me lo había pasado muy bien esa noche con ella, y quería que la noche siguiera. Victoria era tan distinta a las chicas con la que había salido que no me lo creía. Era madura, sabía lo que quería, y en algunas cosas me comprendía tanto como yo a ella. Recordé al salir del coche, el beso que me había robado en el cine, sus labios eran suaves y quise que el beso siguiera durante toda la película…. Pero no pudo ser.
Le miré al salir del coche, mientras cerraba la puerta.
-¿No entras?- le pregunté, mirando hacia la casa.
-Mañana tengo que trabajar y no puedo quedarme.- me respondió, con una leve sonrisa.
-Venga, pequeñaja…-di la vuelta por delante del coche, y me apoyé en su puerta. Tenía la ventanilla bajada, y pude mirarla de cerca- Una copa, eso no es nada.
-No puedo beber tengo que conducir-me interrumpió de repente.
-Pues bebes agua, por eso no pasa nada- me reí- Quédate conmigo un rato, venga…
-¿Qué?- se rió- ¿Contigo? ¡Pero si no es tu casa!
-¿Y?- me acerqué más, y noté su respiración. Casi podía tocarla- No vamos hacer nada si tú no quieres.
-Eres muy atrevido ¿no?- me aguantó la mirada.
-Lo intento.
Supuse que fue la sonrisa que le puse, porque Victoria se desabrochó el cinturón, y abrió la puerta del coche. Me aparté y di varios pasos hacia atrás. Cuando bajó del coche, no pude dejar de mirarla.  Cerró la puerta, y se acercó a mi. Estuvimos apunto de besarnos pero ella no se acercó más.
-Solo una copa, chico de tatuajes.- me advirtió.

¿Quién dijo una copa solo? Porque al final no acabó así. Nos bebimos una botella entera de vodka entre los dos y estuvimos jugando a un juego que al final me gusto. El juego trataba de decir una verdad cuando el otro amigo te preguntaba, y si no querías decirla, te quitabas una prenda de ropa. Victoria fue la que me preguntó primero, me dijo que si alguna vez había hecho un trío con dos chicas. Yo en vez de decir la verdad, me quité la camisa. Ella se quedó mirando mi pecho desnudo y sonrió.
-¿No me vas a decir la verdad?- me preguntó tocándome la nariz con el dedo índice.
-Es mejor no saberla- me reí.
La verdad era que si, si que había hecho un trío con dos amigas, pero todo eso era agua pasada… No quería recordarlo. Estuvimos preguntándonos todo el tiempo, hasta que nos quedamos en ropa interior. Los ojos se me iban detrás del cuerpo de Victoria sin poder hacer nada y ella me miraba los tatuajes.
-Ahora puedo ver mejor tus tatuajes, Raúl- contestó Victoria, levantándose del suelo.
Se levanto y cayó de espaldas a la cama que tenía detrás suya. Yo me levanté también, y cuando la vi tirada en la cama no me pude resistir. Me acosté encima de ella muy lentamente, y le bese en los labios. Le volví a besar,  y mi mano bajó por su pierna suavemente. Victoria respondía a mis besos, e hizo que diéramos la vuelta en la cama. Ella se quedó arriba y yo abajo mientras nos seguíamos besando. Mi mano descansó en su culo, mientras mi otra mano buscaba el cierre del sujetador. Victoria me seguía besando, y justo cuando le desabroché el sujetador, ella dejó de besarme y me miró con una sonrisa.
-Mañana trabajo, Raúl. Tengo que irme.
Se levantó de encima de mí, y se abrochó el sujetador.
-¿Te vas?-dije sentándome en la cama.
Victoria se dio media vuelta y me miró. Se rió varios segundos, y miró a mi entrepierna.
-Veo que te lo estabas pasando bien… Pero lo siento, otro día será- se puso la falda y la camisa de tirantes.
Miré a lo que tenía entre las piernas,  cogí un cojín que había en el suelo y me tapé. Me levanté de la cama, y fui a donde estaba Victoria. Ésta me miró y puso los brazos en jarras.
-¿Y ahora que quieres?- me preguntó haciéndose la seria.
-No me dejes así, pequeñaja. - le pedí, y le di un beso en los labios.
-Otro día seguimos, Raúl. Adiós.
Se puso las cuñas, y la vi salir de la habitación. Cuando oí la puerta principal que se cerraba, me dirigí al baño rápidamente. Me miré en un espejo que había de cuerpo entero, y vi a un chico en calzoncillos y con un cojín entre las piernas. Puse una mueca y salí de la habitación.
-Espero que esto no quede así…- y me tiré en la cama.

Seguí saliendo con Victoria tres días más, hasta que faltaban dos días para irme con Estela a Los Ángeles. La relación entre Victoria y yo, había mejorado bastante, aunque todavía no nos habíamos acostado. Ella siempre me dejaba con las ganas de seguir, y estuve a punto de cabrearme. No era normal que me dejara siempre excitado hasta las cejas, y luego se fuera por cualquier cosa que tenía que hacer al día siguiente. Aunque notaba que con Victoria existía algo que me obligaba a seguir viéndola.
Era sábado por la mañana, cuando recibí una llamada a las once y media. Oí el móvil, pero no me levanté porque tenía bastante sueño. La noche anterior, había ido con Victoria a tomar algo, y había vuelto a las cuatro de la mañana por culpa de Jonathan que me dejó en la calle. Le dije que me diera las llaves porque no lo vería para pedirselas, pero él no me hizo caso, y paso lo que paso. El móvil seguía sonando, y levanté la cabeza para ver donde estaba. Vi que estaba en la mesita de noche, y mientras bostezaba, me acerqué a cogerlo.
-¿Quién es?- pregunté medio dormido.
-No es bueno esconderse en la casa de los amigos, Raúl- la voz de Okiyo provocó que me despertara enseguida- Ahora te quedas con tu amigo y no vienes a verme… Muy mal.
-¿Qué quieres, Okiyo?- le pregunté cabreado.
-Lo primero: no me grites; Lo segundo: ¿te vas a Los Ángeles y no me dices nada?- su risa se oyó por el móvil.
-¿Cómo lo sabes?- empecé diciendo.
-Lo sé y punto. Pero yo hago las preguntas y tú respondes. ¿Y eso qué te vas? ¿Ya no me quieres?
-Okiyo, olvídame- me aparté el móvil y le di a colgar.
Ya no le tenía miedo a Okiyo, solo era una chica que estaba loca y necesitaba más de un tornillo. Se había obsesionado conmigo y eso era todo. No le iba a seguir el juego como las otras veces, y más ahora que tenía una vida bastante diferente. Tenía una relación estable o eso pensaba y una vida nueva.
Me acosté de nuevo en la cama, y no conseguí dormirme de nuevo. Definitivamente, Okiyo no me dejaría dormir. ¿Cómo podía seguir llamándome y persiguiéndome? Parecía que no tenía nada mejor que hacer en su estúpida vida. Miré hacia el techo, y mis recuerdos con Okiyo me vinieron encima sin poder hacer nada.
Me acordé cuando vino a mi casa un día. Abrí la puerta, y me besó en los labios mientras tiraba de mi para salirnos fuera del piso. En medio del pasillo, me pegó contra la pared y seguimos besándonos. Me puso mis manos en su culo, y no pude hacer nada cuando oí la voz de ella… La voz que tanto me atormentaba por las noches haciendo que no durmiera. Vi sus ojos marrones llenos de agua, y por su rostro resbalaban lagrimas. Rachel me miró con tristeza, y se fue. Yo en vez de ir detrás de ella y explicárselo todo, me metí dentro del piso con Okiyo.
Me senté en el mullido colchón, y respiré hondo.
<<¿Cómo le pude hacer eso a Rachel?>>, pensé enfadado.
Ella era una buena chica y se portó bastante bien conmigo… Y no hice nada por ella mientras estuvimos juntos.
El móvil sonó de nuevo, y lo miré de reojo mientras el odio a mi mismo crecía en mi interior. Acepté la llamada al coger el móvil.
-Okiyo, por segunda vez te repito que…- comencé diciendo a la loca de Okiyo.
-¿Okiyo? ¿Perdón?- la voz de Estela me sorprendió e hizo que me levantara de la cama de un salto.
-¿Eh? ¿Estela?- maldije a Okiyo- Lo siento, me pensaba que era otra persona…. ¿Qué tal todo?
-Pues.., escucha, estoy en casa de tu madre y vi que no estabas. No hay nadie.
-Ya, es que estoy en casa de Jonathan, pero espera: ¿Qué haces aquí?
-Lo siento por no avisarte, pero nos tenemos que ir ya. El avión nos esta esperando en el aeropuerto que hay por aquí cerca.
-¿Avión? ¿No nos vamos en coche?- ya me estaba vistiendo.
Me puse los vaqueros, y cogí una camisa que se abrochaba por delante. Como ya se me había curado lo de la muñeca, pude abrocharme la camisa sin problemas.
-Nos vamos en avión, ya que tardamos nada.
-Entonces, tengo que coger dinero para pagar el billete…-empecé diciendo, mientras corría por toda la habitación.
-De nuevo te equivocas. Es el avión privado de mi familia y viajamos gratis.
Metí toda la ropa que pillé en la maleta de mano, y bajé por las escaleras. Jonathan estaba en el salón, cuando me vio aparecer. Movió los labios y pude leer: ¿A dónde vas?
-Estela, ven para casa de Jonathan. Ya sabes donde está.
-Tardo nada, estate listo.
Me guardé el móvil en el bolsillo del pantalón, y entré a la cocina. Oí como Jonathan se levantaba de la silla donde había estado pintando un poco, y entró a la cocina. Cogí tres naranjas que las tenía guardada en la nevera, y miré a mi amigo mientras me preparaba un zumo. Jonathan iba sin camisa y solo llevaba puesto unos pantalones de chándal. Llevaba el pecho manchado de pintura verde y roja, y se rió cuando me miró.
-¿Ahora a donde te me vas, grandullón?- me preguntó apoyándose en la pared.
-A un sitio- terminé el zumo y me lo bebí de un trago. Dejé el vaso en el fregadero y miré a mi amigo- ¿Qué pasa?
-Nada…
-Dilo.
-¿Con quien hablabas? Yo te aviso, esta noche salgo con Demi de fiesta, y no se si te veré, es por dejarte las llaves o….
Antes de poder contestarle, el timbre de la casa sonó. Y fui a abrir, pero Jonathan se me adelantó. Cuando abrió la puerta, me quedé de piedra al ver a Estela. Llevaba su pelo pelirrojo suelto, e iba con unas gafas de sol bastante grandes. Parecía, como siempre, una modelo.
-¡Estela! ¡Cuánto tiempo!- Jonathan le dio un beso en la mejilla.
-Buenos días, Jonathan.
Llegué por detrás, y puse una mano en el hombro de mi amigo. Apreté para que se alejara de Estela, mientras sonreía. Jonathan dio unos pasos hacía la derecha y le solté. Me acerqué a Estela para darle un beso en la mejilla, pero ella me sorprendió cogiéndome de la cara con sus manos suaves y dándome un beso en los labios.
-¿Qué rápido has venido no?- fue lo único que pude contestar después del beso.
-Si, es lo bueno de tener coches deportivos. Oye, nos tenemos que ir ya. Lo siento por no avisarte pero tengo que estar casi dos días antes en Los Ángeles para recoger unas cosas.- me cogió de la mano y tiró de mi para irnos.
-¿Los Ángeles? Que coño…- exclamó Jonathan de repente.
-Espera un segundo, Estela.- me aparté de ella, y fui derecho a mi amigo. Él me miraba sorprendido y supe lo que estaba pensando.-Jonathan, una palabra sobre esto a Victoria y te cortó los huevos, ¿entendido?
-Joder, tío. Haberme avisado y me voy con vosotros…- se rió.
-Te lo estoy diciendo en serio. Nada sobre esto a nadie.
-Vale, vete tranquilo.
Le di un abrazo, y fui a donde estaba Estela. Ésta iba vestida con un vestido color blanco con un cinturón negro encima y unos tacones plateados. Subimos los dos al coche, y me miró con una sonrisa.
-No sabes cuanto te echaba de menos- y a continuación, arrancó el coche.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 31: Invitada

Nadie me dijo que salir con una chica fuese difícil ¿no? Pues a mi me estaba costando quedar con Victoria, porque estaba bastante liado entre la pelea con Toni y más asuntos como la visita de Estela. Esto provocaba que mi autoestima se derramara por el suelo. Jonathan seguía viendo a Demi y parecía que se lo pasaban bien los dos, en cambio Yolanda seguía estando celosa por mucho que dijera que era todo una mentira. A veces la veía que lo pasaba bastante mal, pero no se atrevía a decirle a mi amigo lo que sentía de verdad por él.
Una tarde metido en la habitación, decidí llamar a Victoria para dar una vuelta o algo. Hacía una tarde bastante buena, y supuse que no le importaría salir conmigo después de lo que paso entre nosotros en la fiesta. Me quité los cascos de música de la cabeza, y cogí el móvil que estaba en la mesita de noche. Al lado del móvil, había una botella de ron. Algunos días los estaba pasando bastante mal con la muñeca y con todo en general. Me deprimía fácilmente con cualquier cosa, y bebía para olvidarme de todo. Nunca había bebido estando mal, pero la verdad era que en toda mi vida nunca había estado igual. Parecía como si mi cuerpo no respondiera, como si me estuviera muriendo poco a poco por dentro sin poder hacer nada. Necesitaba animarme, y lo mejor era con una chica. Me pasaba todas las tardes dando golpes a la pared con una pelota de tenis y escuchando música. A Jonathan ni lo veía, porque casi nunca estaba en casa… Todas las noches salía con Demi, y no volvía hasta las tres de la madrugada o más, mientras yo seguía aburrido. Pero aquella noche iba a cambiar.
Busqué el número de Victoria en la agenda del móvil, y le pulse para llamarla. Mientras esperaba a que me contestara, guardé la botella de ron debajo de la cama.
-¿Quién eres?- me preguntó Victoria.
-Hola, Victoria. Soy Raúl… ¿te acuerdas del chico de la fiesta?
-Ah, sí. ¿Y eso que me llamas?
-Era para saber si tienes algo que hacer esta noche.
-Pues…- hubo un silencio- No, no tengo nada. ¿Por?
-¿Te vienes al cine conmigo y a cenar?
-¿Contigo?
-Sí… Tendrás que pasar a por mi, no ando muy bien de la muñeca.
-Vale, a las diez estoy allí.- y me colgó.
Dejé el móvil en su sitio, y me metí al baño. Me miré en el espejo y abrí los ojos bastante al verme. La barba era más oscura desde que salí la última vez, y notaba que mi cara estaba un poco triste por llamarlo de alguna manera. Di un bostezo y abrí el grifo de la ducha.  

Me vestí con una camisa de manga corta y encima me puse una chaqueta. Esto lo acompañé con unos pantalones vaqueros y unos zapatos negros. Victoria me recogió justo a la hora exacta, y mientras íbamos de camino estuvimos hablando de la familia. Ella me explicó que tenía dos hermanos mayores y ella era la menor. También, que sus padres tenían una tienda de ordenadores y su hermano mayor estaba casado  y trabaja en la construcción. En cambio, su otro hermano seguía estudiando en la universidad la carrera para médico. Cuando le conté lo poco que quedaba de mi familia, su cara cambió. Le expliqué como nos abandono mi padre, como murió mi madre y como me quedé solo.
-Creo que te mereces algo mejor que estar solo- me miró cuando aparcamos en el aparcamiento del cine- Aunque no te conozco mucho, pareces buena persona.
Buena persona si que era… ¿O no? Aun recordaba las palabras de Claire cuando me dijo que no sabía como su hermana le podía gustar un tipo como yo… ¿Cómo era? Solo era un chico normal y corriente que le gustaban las mujeres más que nada en este mundo.
Sacamos los pases del cine, y viendo que quedaban dos horas para que empezara la película, fuimos a un restaurante a cenar. El restaurante era de tipo italiano, y por lo que vi era bastante caro. Aunque había sacado la mitad del dinero que tenía guardado para una ocasión especial, y ésta era una. Nos sentamos uno enfrente del otro, y pedimos la comida. Mientras esperábamos, nos pusimos a hablar. Victoria iba vestida con una falda de color azul, llevaba encima un cinturón marrón, y arriba llevaba puesto una camisa de tirantes blanca acompañada de unas cuñas bastante altas de color marrón claro.
-Bueno, Victoria. ¿Hace mucho que no tienes novio?- le pregunté echándome un poco de vino en la copa.
-¿Tiempo?- se rió- Hace como un año o así.
-Paso algo ¿no?- la miré fijamente.
-Claro que paso… ¿Sabes? Yo siempre he sido una persona que es fiel a su pareja. Tengo muchos amigos y compañeros con los cuales tengo bastante confianza, y lo primero que busco en un hombre es que no sea celoso.  Yo no soy celosa, pero todo se soporta hasta un límite. Yo soporté varios meses viendo como mi novio hablaba con chicas y me dejaba a mi tirada en medio de la discoteca o del sitio al que fuéramos. Pensé que estaría así una semana o poco más, pero duro mucho tiempo y mis amigas me dijeron un día que se había besado con una chica en la fiesta de cumpleaños de Jennifer. Al día siguiente, lo dejé con él.
-¿El chico te fue infiel?- me pregunté a mi mismo, y bebí una copa de vino.
-Sí, fue un cabrón- terminó Victoria.
Me mordí la lengua. Yo también había salido con dos chicas a la misma vez e incluso con tres, como paso con las hermanas Brulloti. Parecía extraño verlo como ella, es decir, que nunca me había puesto en la piel de una chica cuando se enteraba de que yo me liaba con otras mientras estaba con ella.
-Me gusta tu nariz. Es perfecta- Victoria me tocó la nariz con el dedo índice, y sonrió.
-A mi me gusta más la tuya.
-¿Se puede saber las partes de mi cuerpo que te gustan?- ¿su pregunta fue con doble sentido o lo creí yo?
-¿Es obligado responder?
-¿Tú que crees?
-Pues…- me reí y la miré fijamente- Me gustan tus ojos porque son los más hermosos que he visto nunca, y me gusta tu sonrisa porque me da alegría y…
-¿Y?- me inquirió.
-¿Y de mi? ¿Qué te gusta?- le cambié la conversación.
Me entró la risa cuando vi a Victoria con la boca abierta por haberle cambiado de tema.
Salimos del restaurante e íbamos de camino a comprar unas palomitas porque la película estaba apunto de empezar.
-Antes me preguntaste que me gustaba de tu cuerpo ¿no?- la pregunta que le había hecho en el restaurante, salió de los labios de Victoria.
Le pedí al chico dos vasos grandes de palomitas, y miré a Victoria por el rabillo del ojo. Seguía mirándome con los ojos entrecerrados, me estaba intentado poner nervioso pero no lo conseguía. Le pagué al chico, y me volví para darle las palomitas. Anduve tres pasos hacia delante, y oí como chasqueaba la lengua para intentar llamar mi atención.
-Sí que te lo pregunté, pequeñaja- le contesté cuando me di la vuelta.
-¿Pequeñaja?
-¿Te puedo llamar así de forma cariñosa o no te gusta?- le pregunté acercándome a ella.
-Me gusta, pero mi nombre es Victoria… No me llames así en público, imagínate que vergüenza.- se rió.
-Vale- me reí.
-¿Entonces te puedo contestar a lo que me preguntaste?- de nuevo sacó el tema.
Entramos en el cine, y aun no le había contestado. Nos sentamos en las butacas y le miré con una sonrisa.
-Venga, contesta.- le dije.
-Vale- dejó las palomitas al lado de sus pies, y me miró- Pues me gusta tu nariz porque es perfecta, tus tatuajes porque te dan un toque sexy…
-¿Sexy?- me reí.
Sí- me sacó la lengua.- Y que más…
-¿Nada más?
-Tus labios no están mal… pero no me acuerdo desde la última vez que los probé.
-Puede ser que esto te ayude a recordar- me acerqué a ella, y le di un beso en los labios. Estuvimos un tiempo besándonos hasta que las luces de la sala se apagaron y me separé de ella- ¿Te acuerdas?
-No, creo que aun no me acuerdo. Espero recordarlo más adelante...- me contestó mirando a la enorme pantalla que había delante nuestra.
Me quedé mirándola un poco más, y pude ver como en medio de la oscuridad, Victoria sonreía. 

sábado, 27 de agosto de 2011

Capítulo 30: La Piscina

Necesitaba un paseo. No sabía a donde iba, pero tenía que salir de aquellas cuatro paredes. Por el camino, me llamo Toni diciendo que aquella tarde iban a la piscina y por si me quería ir.
-Me pasaré, pero no puedo mojarme con la muñeca- le contesté.
La verdad, que no tenía muchas ganas de ir porque no me gustaba ver como la gente se bañaba y yo sin poder meterme.
Los pensamientos y emociones hacia Rachel, salían de nuevo de mi corazón y mi mente. Sin duda sentía algo por aquella chica de ojos castaños. Era más fuerte que todo lo que había sentido antes por una chica, y sabía que lo que significaba. Un lado de mi corazón me decía que fuese con ella, que le besara, que le abrazara… Pero otro lado, me advertía que no era justo. No era justo ir ahora y decirle que lo sentía.
No. Así las cosas no eran. Además, estaba ese niño… Un hijo en mis circunstancias, podría destruir mi vida.
<<¿Pero tu vida de qué? No tienes nada, admítelo. Vuelve con ella si tanto la deseas.>>, me hablaba una voz dentro de mi cabeza.
¿Me estaba volviendo loco?
Volver con ella… Le había hecho demasiado daño cuando le dije que no la quería. En esos momentos pensaba, en que Rachel se había hundido cuando esas palabras salieron de mis labios. Palabras que no eran verdad. Pero ese miedo que tenía por tener un hijo, por no sabes como cuidarlo, por no preocuparme por él… Me superaba. Las relaciones que había tenido con chicas desde los catorce años, había acabado todas mal. Ninguna había durado tanto… Se ve que yo solo pensaba en el sexo y no dejaba paso a esos sentimientos que habían en una relación. Y la mitad de las veces: no era justo pensar de esa manera.

Caminé alrededor de una hora por todo el pueblo. En la mochila que llevaba cargada a la espalda, guardaba algunos alimentos y poco más. En el pueblo, había un río que lo cruzaba todo, y en donde uno se podía bañar. Muchas veces había ido con mi madre a bañarnos o simplemente a pasar el día. Quería ir para recordar esos momentos y sobre todo para relajarme. Al llegar, bajé por un estrecho camino de tierra que estaba rodeado de numerosos arbustos. Vi el río a lo lejos, y las imágenes de mi infancia se agolparon en mi mente. Cuando recordaba esas imágenes, quería llorar. Parecía todo tan fácil cuando tenía seis años… Sin problemas y que las cosas se solucionaban con juegos; que no te daba vergüenza hablar con la demás gente; que solo tenías ganar de jugar con tus amigos del colegio… La infancia era lo mejor. Muchos decían que era la adolescencia, pero no. Ser niño es la mejor etapa de la vida.
En el río no había nadie y me parecía raro porque siempre había alguna que otra familia bañándose. Me acerqué a la orilla y me quité los deportivos. Metí los pies en el agua fría y sentí que todo se quedaba atrás. Solo oía el ruido del agua chocar contra las paredes de tierra y contra las piedras. Anduve por el agua, hasta sentarme en una piedra bastante alta.
De nuevo le di vueltas a la noche anterior. No me acordaba de nada de lo que me dijo Jonathan, y supuse que iría borracho. Aunque lo que no me gustaba era que Victoria y yo no acabásemos en la cama. Pero lo bueno era que me besé con ella, que sentí sus labios… Era una chica muy atractiva, no cabía duda. La verdad era que me sentía bien después de todo. La muñeca era algo que se curaba y no pensaba mucho en eso.
Metí la mano derecha en el agua fría, y cogí un poco como pude. Me eché por la cabeza para despejarme, y me quedé mirando el agua. En ella, se podían ver unos peces de muchos colores. ¿Era yo un pez? ¿Un ser que vivía en los ríos y que se alimentaba?
No… Yo no era ningún pez diminuto. Me parecía más a un tiburón, dado que solo buscaba una presa de la cual aprovecharme.
Soplé varias veces, y me levanté de la piedra. Salí del agua andando con cuidado, y me senté para ponerme los deportivos. No conté el tiempo que estuve allí, pero me pareció una eternidad.

La piscina de Sasha estaba cerca de la casa de mi madre, por lo que tuve que llamar a un taxi para que me llevara. En poco tiempo, estuve en casa de mi amiga. Cuando entré al jardín, vi  a Valeri y a Yolanda hablando en un rincón de la piscina, mientras Tom y Linda se daban besos justo en los escalones. Toni estaba tumbado en el suelo, con los ojos cerrados y creo que ni se percató de que llegué. Noté que Jonathan no estaba allí, y supuse que después de la noche anterior, estaría durmiendo hasta la tarde. Vi a más amigos como: Terry, Paul, Mario… Éste hablaba con una chica que no la había visto antes. Era baja de estatura, tenía el pelo castaño mezclado con reflejos oscuros y era delgada. Lo primero que hice fue saludar a mis amigos en general, y luego me acerqué a Mario para ver con quien hablaba.
-Hola, Mario. ¿No me presentas a tu amiga?- le pregunté, mirando a la chica.
Ésta tenía los ojos grandes y eran verdes claros. Me sonreía de una forma que me recordaba a alguien, pero no sabía a quien.
-Hola, Raúl. Claro que te la presento, pero yo creía que ya la conocías.
-¿Perdón?-fruncí el ceño- Yo a ésta belleza no la conozco de nada.- admití.
-¿En serio?- Mario me miró sorprendido. Miró a la chica de nuevo- Raúl esta es Hanna, una amiga de Toni.
-¿Hanna?- murmuré.
¿Aquella chica era la misma que me intenté ligar en el instituto? Ahora que la veía bien, su sonrisa no había cambiado… Pero por lo general, había cambiado a mejor.
-Ya veo que Raúl no se acuerda de un día en la piscina- comentó Hanna, mientras sonreía.
-Me acuerdo bastante bien. ¿Y eso que estás por aquí?
Mario vio que allí no pintaba nada, y se alejó disimuladamente.
-Me aburría un poco por donde estaba, y decidí volver al pueblo a ver como va todo. ¿Tú estás bien?- miró un segundo mi muñeca.
-Sí, dentro de lo que cabe. No sabía que habías cambiado tanto.
-Ni yo sabía que tú habías cambiado.
Nos quedamos un rato hablando de cosas sin interés, y me fui a sentarme en una silla. Mis amigos se bañaban en la piscina, menos Toni que se levantó cuando me oyó hablar. Vi como venía hacia mi.
-Hola, Raúl. ¿Qué tal ves a Hanna?- me preguntó de repente.
-¿Qué cómo la veo? Pues bien, como siempre. ¿Pasa algo?
-Sí… sí que pasa…- se volvió hacia atrás, y a continuación me dio un puñetazo en la cara.
Caí hacia atrás, provocando que mi muñeca me doliera. Grité cuando noté un pinchazo en la espalda y cerré los ojos. Me toqué la muñeca, y abrí los ojos mientras me levantaba del suelo como podía. Toni venía de nuevo hacia mi. Su cara parecía tintada de rabia.
-¡Toni! ¿Qué haces, tío?- gritó Paul saliendo de la piscina.
Los demás estaban parados mirando a ambos. Mi amigo se tiró a por mi, y le di un puñetazo con la derecha, en la barriga. Toni se dobló por el dolor, y se tiró al suelo. Pensé que había parado, pero me equivoqué. Se levantó de una manera sorprendente, y no supe que detrás de mi estaba la piscina. Se dirigió hacia mi corriendo, y caímos los dos a la piscina. Oí los gritos de las chicas antes de que el agua entrara en mis oídos. Toni me agarraba por el cuello, y hubo un segundo que pensé que no salía de allí. Mi entrenamiento en la defensa personal, me ayudó a separarme de él dos segundos, que fue lo que bastó para dejarlo dolorido. Cuando vino a por mi de nuevo, le cogí el brazo con el que golpeaba, y se lo retorcí. Salieron burbujas de su boca y retorcí un poco mas. A continuación, lo impulsé a la escalerilla que había a la derecha, dejándolo flotando en el agua. Salí de la piscina con ayuda de mis compañeros. Sentía que la muñeca se me rompía de nuevo, porque no paraba de dolerme. Vi como Paul y Terry se tiraban al agua a por Toni, ya que todos se habían salido de la piscina cuando caímos ambos. Sacaron a mi amigo de la piscina, y la buena noticia era que respiraba.
-¿Qué ha pasado, Raúl?-me preguntó Yolanda, tocándome el brazo derecho.
Miré en esa dirección, y vi como tenía un corté en la mano. Cubría toda la palma y me escocía bastante.
-No lo sé, Yolanda.- fue lo último que dije, porque me llevaron a la habitación de Sasha para curarme las heridas mientras a Toni lo sacaban fuera. Con él, iban Terry, Paul y Tom.
La tarde en la piscina no había acabado muy bien. Y no supe a que vino la reacción de mi amigo.