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viernes, 2 de noviembre de 2012

Capítulo 39: Tengo que asumirlo.


Quizás muchas veces haya dicho que no creía en el destino y tampoco en una felicidad. Pero la verdad es que muchas veces me había equivocado, sobre todo a la hora de elegir entre una felicidad correcta e incorrecta. Podía seguir mintiendo a Rachel y a Victoria. Haciendo creer que cada una era un mundo para mi pero que en realidad solo una traspasaba mi corazón. Las tonterías entre Victoria y yo se fueron apagando poco a poco, ya no todo era lo mismo. Parecía que después de haber visto a Rachel se hubiese quemado todo, quedándose seco y solo. Pero después de todo tenía que decidir entre ellas dos. La vuelta a casa fue demasiado dura.
No dejar de pensar en aquello me estaba matando por dentro y también por fuera. En mi cara se podía reflejar unas ojeras marcadas que caían por debajo de mis ojos verdes. ¿Quién me hubiese dicho que estaría así ahora? Otro suspiro salió de mis labios, dejando que un nudo se formara en mi garganta.
Yo no era así… había cambiado. ¿De qué manera? Pues de muchas, pero era tan difícil de explicar que ni yo solo podía hacerlo. La casa compartida entre los dos, entre mi pequeña familia, se abrió paso entre las luces de la noche. Sonreí de lado sabiendo que me esperaría Victoria por lo menos con un beso y la cena. Al llegar, aparqué el coche a un lado. Subí por las escaleras cerrando antes la puerta pero me di cuenta de que la puerta de la casa estaba abierta. Un miedo me recorrió todo el cuerpo desde la punta de los pies hasta la nuca.
-No puede ser…-susurré caminando despacio hacia la puerta.
Al abrir sentí una presión en la espalda. Caí al suelo empezando a toser porque me quedaba sin aire. Alguien me había dado, pero… ¿Quién?
-Ya veo que siempre has sido igual-empezó diciendo Okiyo con una sonrisa en sus labios.
-¿Dónde está?-susurré levantando la cabeza para mirarle a los ojos.
-Mmmm…. No sé de quién me hablas, Raúl.
-No te hagas la graciosa. ¡Dime donde está Victoria!
-¡Mi amor!-su voz me traspaso la garganta como un cuchillo.
Miré a donde procedía esa voz. Victoria estaba atada en el sofá viendo como yo estaba aun en el suelo, herido y sin poder hacer nada. ¿Cómo podía estar así cuando yo era un hombre y encima más fuerte que ella? Un ataque de rabia, dolor e impotencia empezaron a subirme por las venas hasta el cuello, haciendo que la vena de éste se me hinchara de tal manera que me levanté, cogiendo a Okiyo del brazo. La estampé contra la pared oyéndose así un crujido de huesos.
Enseguida mi mirada fue a la de Victoria. Me levanté como pude caminando con torpeza hacia donde estaba.
-¿Te ha hecho algo?-miré su rostro lleno de moratones y sangre.
-No…-negó Victoria con la cabeza, agachando ésta.
Antes había visto como su mirada mentía tanto como su rostro. Estaba echa polvo y todo por culpa de aquella asesina. Me tenía harto, no pensaba aguantar mucho mas.
-¡Okiyo!-corrí hacia ella con fuerza.
Antes de llegar me esquivó, estampándome así contra la pared. Me quedé quieto, cayendo después hacia atrás. Miré el techo sin saber que me había pasado. Me puso una pistola en el pecho agachándose antes a mi lado.
-Raúl, Raúl…-murmuró por lo bajo, desabrochándome la camisa despacio. No dejaba sonreír y eso era lo que realmente me preocupaba.-¿No sabes lo que le pasa a la gente que se mete conmigo más de una vez? Que me insulta etc…-me desabrochó del todo la camisa, quedando mi torso al descubierto.
No veía nada, ni tan solo sabía realmente lo que me decía. Cerré mis ojos queriendo que aquello parase. Levanté la mano para darle un puñetazo pero la boca de la pistola se clavó en mis costillas. Abrí los ojos de golpe moviéndome.
-Déjame, Okiyo. Mejor dicho, deja a Victoria… ella no tiene nada que ver, por favor.-le miré ahora a los ojos, suspirando.
-Si que tiene que ver-sonrió de tal manera que entrecerré los ojos.
¿Qué quería ahora de nosotros? ¿O de mi?
-No en serio, ella no ha hecho nada.
-Que te calles-me clavó mas la pistola.
Empecé a asentir con la cabeza. Habían dos opciones: o callarse o callarse. Así de claro. No me pensaba meter por en medio de aquello y menos teniendo a Victoria allí. Estaba empezando a odiar a Okiyo y mucho.
Vi como los ojos de la asesina se paseaban por el rostro de mi actual novia. Apreté los dientes y de pronto la pistola se fue bajando hacia mis pantalones. Miré por donde iba negando.
-Estate quieta, por favor. Okiyo, no hagas esto-le miré, empezando a cabrearme.
-No hago nada-sonrió desabrochándome los botones del pantalón-solo quiero ver como está…
-¡Puta salida de mierda! ¡Métete las manos por el puto culo! ¡Guarra!-empezó a gritar Victoria como si la furia se hubiese controlado de ella.
Okiyo paró de mover las manos por el interior de mis pantalones. Solté un suspiro de alivio pero a la vez de temor. Me senté en el suelo, apoyando mi espalda en la pared. Me dolía el cuerpo como siempre pero necesitaba sacar fuerzas de donde fuese. Me levanté apoyándome en la pared hasta quedar de pie. Un plan, y lo necesitaba ahora mismo, ya. La asesina japonesa dio una vuelta sobre Victoria para darle después con el mango de la pistola en la nuca.
-¡No!-corrí hacia ella empujándole de Victoria- ¡Que no le hagas nada!
-Tres, dos, uno… Te avise, Raúl, que estabas cerca de morir-dicho esto, me apuntó con la pistola.
Si no dijera que mi vida se pasó por mi mente y mis ojos en ese mismo momento había mentido. Era una sensación rara, como saber que estabas al final de tu vida pero que no querías acabar con tu vida. Era tuya, ¿por qué te la debía quitar otra persona? Pero nadie podría hablar con Okiyo y menos en ese momento.
El gatillo chasqueó pero la bala no llego a mi, no llego a ningún lado. Abrí un ojo viendo así como la asesina caía hacia atrás, dando un golpe sordo en el suelo.
-No puede ser…-susurré para mi mismo, convenciéndome que aquello era real.
-Si que puede ser, Raúl.
Una voz familiar me recorrió todo el cuerpo. Me quedé quieto, mirando al frente, sabiendo que estaba cerca. La sangre de Okiyo caía por la alfombra nueva que había estrenado Victoria para que viniese su familia justo la semana que seguía.
Aunque en esos momentos la alfombra importaba muy poco. Vi una sombra a mi lado. Era ancha de espaldas pero pequeña y un poco redonda. Subí mis ojos por la sombra hasta llegar a un traje blanco, con corbata y con un rostro que llevaba puesto unas gafas de sol. No me hizo falta decir nada, el intruso y asesino de Okiyo ya me contestó con un:
-Quiero mi dinero, señor Morfesí, ahora.

martes, 3 de julio de 2012

Capítulo 38: Te vuelvo a ver.

Nadie se puede imaginar con la fuerza que conducía, adelantando cada coche como si el diablo me persiguiese para quitarme el alma. Saber que Rachel estaba mala, saber que podía estar sufriendo me comía por dentro. Pero yo antes no le había echo caso, es decir, nunca me había preocupado realmente por ella. Siempre había estado de lado a lado, buscando y buscando alguna chica con la que poder liarme y estar bien. Pero en ese instante si que le necesitaba, era como una droga o quizás no. Cuando aparqué el coche con un chirrido de ruedas, bajé rápidamente de éste. Corrí hacia la casa. Esa casa que me daba tantos recuerdos, que me había visto pasar de todo… y se abría paso ante mi, como si fuese yo un dios y aquello fuese el Olimpo. Llegué a la puerta, tocando varias veces con fuerza. Quería entrar, claro que quería. Pasaron pocos segundos que parecían como horas cuando la puerta se abrió para dejar paso a una cara conocida, para ver a Mario. 
-Ya estás aquí…-me dijo posándose a un lado de la puerta. 
-¿Dónde está?-entré sin mirarle tan solo, viendo como la casa seguía igual.
 -Arriba, solo quiere verte a ti. 
Al oír aquello, cogí aire. Mis miedos ya no se podían quitar, debería ser fuerte ¿verdad? Poder ayudar en todo lo que pudiese, pero no era así, para que nos íbamos a engañar. Subí despacio las escaleras, recordando las risas que había disfrutado con Rachel aquella noche. Volví a recordar los besos, las caricias, esos abrazos que parecían tan perdidos que ninguno quería olvidar nunca más. Aquella noche fue especial, como lo que dijimos cuando le vi llorar. Cerré los ojos por unos instantes cuando llegué arriba. ¿Por qué se me hacía todo tan pesado? ¿Por qué me costaba tanto seguir andando y hacer como si no me importase? Pero en el fondo algo me importaba, que me decía que aquello iba mal y que esa persona estaba sufriendo. Anduve hasta la puerta de aquella habitación. Oí unos pequeños jadeos ahogados, como si estuviesen llorando. Tenía que aparentar mucha normalidad con aquello. Entré abriendo la puerta despacio, asomando mi cabeza por el marco de la puerta. No me pude creer lo que veía allí. Su cuerpo se ocultaba debajo de las sabanas, su pelo caía a un lado del colchón y su rostro no se podía ver porque lo llevaba tapado con la sábana. 
 -Rachel…-susurré casi sin voz. La quería oír por encima de todo. Empezó una guerra entre mi corazón y mi mente. Una guerra que no sabía como acabaría, porque uno decía una cosa y el otro otra. 
Apreté los labios, cerrando la puerta. Caminé hasta su lado. Su rostro no se veía pero seguía oyendo los numerosos lloros que tenía aquella chica, aquel recuerdo. Mi mano se acercó a esa sabana de color blanco que tapaba su cara, pero su mano cogió la mía con fuerza. Miré las manos así.
 -Dime que eres tú, por favor-oí esa voz que me hizo recordar cada segundo pasado a su lado. -Soy yo, estoy aquí, Rachel. Se quitó la sabana despacio. Su rostro no era el mismo, se podía ver en cada parte de su cara los síntomas de la tristeza, un dolor que ocupaba su interior y también se encargaba de dejarle mal y triste. 
Mi cuerpo se tenso, no iba a hacer nada. No pensaba hacerlo. Miré esos ojos que me recordaban tanto a lo que habíamos pasado que tuve que apartar la mirada de nuevo. 
 -Necesito tu ayuda, Raúl-me contestó acariciando mi mejilla despacio. 
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado ahora? 
-Es el bebé, yo… 
-No, no quiero saber nada de eso-me levanté decidido, mirándole serio-¿Sabes que te dije aquel día? Que no quería saber nada de ese hijo, que no era mío, que me daba igual. 
-¡Pero es tuyo!-Rachel al contestarme, empezaron a caerle las lagrimas de nuevo por las mejillas. Se sentó en el sofá, observándome-Dime entonces de quien es si no es tuyo… 
-Me da igual, ya lo sabes. Como podía contestar aquello cuando no era cierto. ¿Darme igual? ¿Ella? Nunca. Pero, ¿y ese bebé? Me encaminé a la puerta oyendo las suplicas de Rachel que no me fuese. Me paré justo cogiendo el picaporte, susurrando: -Sé feliz, Rachel. 
-¡Espera!-me gritó oyendo después unos suaves crujidos de la cama-Gírate, hazlo. 
 Esa orden no la podía quitar de mi mente. Lo hice, girándome muy despacio. Mi mirada empezó en sus pies para acabar subiendo despacio por aquellas piernas que aun seguían siendo de infarto, como aquella primera vez que la conocí. Mis ojos subían hasta su barriga, que ya no era plana, sino que había un enorme saliente en ésta. Su barriga era enorme, no me lo podía creer. Solté el picaporte despacio, sin apartar la mirada de esa barriga. 
-Dime que ves, dime que sientes, Raúl. ¿Qué pasa cuando me ves así?-me preguntó de forma suave, como era su voz.
 -Que no eres tú-mi voz sonó demasiado fría, como si no quisiera saber nada de aquello. Cuando volví a mirarle a los ojos, de estos salían numerosas lágrimas, rodeando sus mejillas. Abrí la boca para decir algo, pero la cerré de nuevo al oír la puerta. Me hice a un lado al ver que Mario entraba de nuevo en aquella habitación. 
-¿Cielo, todo bien?-le preguntó a Rachel, clavándose esas palabras en mi mente y para que engañarme, en mi corazón.
 -Si… 
-Como se te ocurra hacerle daño…-empezó diciendo Mario, ahora mirándome a mi. 
 -¿Qué pasará? Me piensas pegar delante de tu novia ¿no?- le miré serio, apretando mis puños a los lados de mi cuerpo. Una sensación rara me estaba poseyendo muy poco a poco. -Le estás haciendo daño. Vete-me respondió abriendo más la puerta. 
Rachel no decía nada, por eso le miré. Sus ojos estaban perdidos en el suelo de madera de su habitación. Me mordí la lengua caminando a la puerta. Pase por al lado de la mirada de Mario, observando sus ojos lleno de rabia y odio. Empecé a bajar las escaleras despacio, sintiendo como todo me abandonaba. Ahora me quedaba una cosa, preocuparme de Victoria, olvidar todo lo sucedido en esa maldita casa, y seguir con mi vida. Pero mi corazón ya estaba de nuevo tocado, como siempre.

viernes, 16 de marzo de 2012

Capítulo 37: 5 meses después

Victoria me miraba mientras me señalaba con una cuchara de madera. Estábamos, yo en el sofá y ella en la cocina, aunque la veía porque la barra americana le llegaba por la cintura. Le sonreí y me levanté del sofá, andando hacia ella. Victoria levantó más la cuchara y negó con la cabeza haciéndose la seria. Di otro paso más.
-No te acerques-me ordenó tirándome la cuchara.
Me agaché y paso por encima de mi cabeza.
-Que mala puntería tienes, ¿te lo he dicho alguna vez?-me reí y di otro paso.
-¿Por qué nunca me haces caso?-puso una mueca.
-Porque eres mi pequeñaja.
Di otro paso y Victoria echó a correr. Saltó por encima del sofá y cayó en él. Yo rodeé el sofá, y me tumbé encima de ella.
-Eso no vale, he tenido que saltar y todo-me dijo Victoria cerrando los ojos.
Cuando cerraba los ojos, significaba que se había cabreado. Pero la mitad de veces era mentira.
-No te cabrees, pequeñaja-me acerqué y le di un beso corto en los labios.
-Es que no me dejas hacer nada-seguía con los ojos cerrados.
Sonreí y empecé a hacerle cosquillas. Las risas inundaron la casa. Después de cinco meses juntos, seguíamos queriéndonos como el primer día. Me conocía bastante bien y yo a ella. Aunque no le conté el mayor problema de mi vida: Okiyo. Pensaba que le había esquivado tras haberme mudado a casa de Victoria.
Le besé en la frente cuando paré de hacerle cosquillas y me quité de encima suya.
-¡No me has contestado!-me gritó asomándose por el respaldo del sofá.
-No quiero que te pase nada-me volví y le sonreí.
-Vale.. Lo sé, pero tampoco es para tanto-se acostó de nuevo en el sofá.
Me acerqué y me asomé por arriba del sofá. Me miraba con sus ojos verdes y me sacó la lengua.
-¿Te acuerdas de nuestro primer beso, Victoria?-le pregunté mirándola fijamente.
-Claro que me acuerdo. Fue en una fiesta, estabas aburrido.
-Pero tú me alegraste la noche-volví a sentarme con ella.
Apoyo sus piernas sobre mis rodillas y me puse a hacerle caricias por las piernas. Si no hubiera sido por ella, aun estaría mal, triste, sin ganas de hacer nada… Pero ahí estaba. La quería, claro que la quería.
Me tumbé a su lado y me miró con una sonrisa.
-Tu nariz es perfecta-me tocó la nariz.
-Tu si que eres perfecta-le pase mi mano por su espalda y le acerqué a mi.
Le besé poco a poco, dejando que nuestras lenguas se tocasen, disfrutando del momento. Victoria se puso encima de mí, mientras me besaba. Un móvil sonó y me susurró sobre mis labios:
-El móvil..
-Lo sé-le seguí besando en los labios.
Viendo que no dejaba de sonar, Victoria se levanto riéndose y caminó hacia donde estaba el móvil. Me levanté y salí al porche de la casa. Ésta era bastante grande, rodeada de vallas de hierro, cámaras, una piscina que quedaba justo al lado de la casa… Era impresionante, con un aspecto rústico y la casa estaba fuera del pueblo. El bosque estaba cerca, y cuando llovía, se podía sentir esa olor a hierba mojada.
Me tumbé en la tumbona, respirando hondo y dejando que el aire escapase por mi nariz. Cerré los ojos bastante rato mientras seguía respirando como antes. Cinco meses con Victoria… se decía pronto, pero costaba llegar hasta ahí. Quizás fue precipitado irnos a vivir juntos, pero lo veía conveniente. No quería seguir viviendo en casa de Jonathan, como si fuera un refugiado. La casa de mi madre, paso completamente a mi nombre, dado que tuve que buscar unos papeles que no los encontraba por ningún lado. Por otra parte, Victoria era una chica estupenda, atenta, cariñosa… Era todo mejor desde que había estado en mi vida.
<>, contestó mi subconsciente.
Abrí los ojos sorprendido y me levanté de la tumbona.
¿Era posible que aun sintiera algo por Rachel? ¿Por aquella chica que me invitó a cenar nada más conocernos? No, no podía ser. Ahora tenía una nueva vida, un nuevo trabajo y una nueva relación. Mi nuevo trabajo era probar coches que llegaban desde el extranjero o de otros países. Lo conseguí gracias a Estela, que me preguntó por mi trabajo y le dije que aun no tenía nada. Y después de ciertas llamadas, me lo consiguió. Lo único malo del trabajo, era que tenía que ir con traje y corbata. En cambio, Victoria seguía trabajando con sus amigas en una tienda de ropa. Nunca me había imaginado que estar con ella fuera tan fácil. Con Rachel todo era diferente…
<>, de nuevo me hablé a mi mismo.
¿Por qué me sentía tan confundido? Solo quería ser feliz pero se ve que esa palabra en mi vida no existía.
Esa tarde tuve que ir a la empresa porque el jefe me llamó diciendo que tenía un nuevo coche esperando para probarlo. Llegué a la empresa que estaba muy cerca de casa, y saludé a los mecánicos cuando entré dentro.
-Buenas tardes, chicos-pasé por delante de ellos y me dirigí al despacho del jefe.
El taller, estaba lleno de cristales donde se podía ver por todos los lados lo que pasaba en el interior. Entré al despacho poniendo una sonrisa.
-Pase, señor Morfesi-me dijo el jefe nada más abrir.
-Buenas tardes, Brayan. ¿Me habías llamado?-me senté en la silla.
Brayan era un hombre de mediana edad, alto, con el pelo largo y con flequillo. Sus ojos azules traspasaban cualquier cosa y conseguían intimidarme.
-Sí, te llamé porque tienes que probar un nuevo coche que acaba de llegar hace dos horas escasas-dejó el bolígrafo con el que estaba escribiendo, y se quedó quieto mirándome.
Tragué saliva. Brayan se podía cabrear muy fácilmente, incluso lo había probado una vez, cuando me dejó sin trabajar un día entero y con ello, me quitó sueldo del mes.
-¿Y de donde procede el coche?-pregunté, estirándome para quitarme la chaqueta.
-Viene de Europa, especialmente de Roma. Lo han mandado hasta aquí, para ver como va por la carretera y si nosotros le damos el visto bueno, estará en la calle a final de este mismo año.
-Vale. Pues cuando me digas…-me levanté de la silla.
Brayan también se levantó y rodeó la mesa del despacho.
-No quiero que tardes, esta noche tengo una cena y tengo que recoger a mis hijos-salió del despacho conmigo detrás.

Terminé de probar el coche en el circuito que había al lado del taller. Me gusto el coche, aunque no me podía permitir comprarme uno. En cambio, mi jefe se lo podía permitir. Él me había ayudado mucho en la situación económica. Antes yo no trabajaba, vivía solo de las chicas con las que estaba, vivía de ellas… Pero Victoria me abrió los ojos por decirlo de esta manera y me obligó a trabajar. Ninguna chica con las que había estado antes, me había dicho nada. Se que solo me querían para estar en la cama con ellas y poco más. ¿Era verdad que estaba haciendo un cambio de mentalidad? ¿Cambiando mi forma de ser? No lo sabía.
Guardé el coche en el taller, y al bajar me di cuenta que Brayan no estaba solo. Subí a la planta de arriba y lo vi hablando con dos chicas y un chico. Las chicas iban bien vestidas, arregladas y el chico llevaba un traje.
-Hola, Raúl. ¿Qué tal fue el coche?-me preguntó mi jefe acercándose a mi- Estas personas son los representantes de la marca- miró a las personas- y quieren saber tu opinión.
Saludé a las personas con una sonrisa.
-En el circuito va muy bien, solo hace falta verlo por la carretera y poco más-les dije mientras me abrochaba la chaqueta.
-Estos coches son casi siempre para pilotos de formula 1, o gente que solo lo utiliza en pistas cerradas-me comentó una chica bastante atractiva- Soy Giovanna Bross, diseñadora de coches-me estrechó la mano.
Giovanna era de baja estatura, tenía el pelo castaño con bastante ondulaciones y los ojos eran grises. Era delgada y muy atractiva.
-Bueno, de momento nosotros estamos encantados con nuestro último modelo- afirmó la otra chica, que se llamaba Cristina.
-Gracias por probarlo y me alegro que os guste-el chico habló con una voz muy grave, que provocó que lo mirara con el ceño fruncido.
Me sonó el móvil mientras hablábamos y lo saqué de mi chaqueta.
-Raúl, que te dije sobre el móvil… Siempre debe estar apagado cuando hables con gente importante-bromeó mi jefe.
-Lo siento- me disculpé- no tardo nada.
Lo saqué y me puse lejos de ellos. Lo abrí y vi que era un mensaje de Mario:
Necesito que vengas cuanto antes a casa de Rachel. Esta mal, es urgente.
Leí el mensaje varias veces. ¿A casa de Rachel?

sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 36: Todo terminado

Cogí la última foto de la mesa y la miré con detenimiento. ¿Podía ser verdad que parecía un modelo? Todas las fotos que me había hecho Estela anoche y las de Kristen, estaban en la mesa de cristal. Las miraba con interés, porque aun no me creía que hubiera salido con una modelo famosa en unas fotos que la vería todo el mundo. Es verdad, que Estela era una modelo y muy famosa, pero no era lo mismo…
Aun estaba en casa de Estela. Eran las nueve y media de la mañana y me había despertado temprano porque no quería que me viera salir de la casa. Me quería ir cuanto antes de allí…. Quería ver a Victoria, estar con ella, besarla… Sentirlo todo con esa persona, no con otra. Con Estela me lo pasaba genial cuando salíamos los dos juntos, siempre estábamos de bromas y caricias… Pero no era lo mismo. Alguien me tocó la nuca y di un pequeño salto. Me volví hacia la izquierda y no vi nada. Pero recibí un beso de Estela en la mejilla.
-Buenos días. ¿Y eso que has madrugado tanto?-me preguntó con una sonrisa.
-Quería ver las fotos antes que nadie-  mentí.
-¿A sí? Y anoche, ¿Qué te paso?
-¿Cómo?
-No tenías ganas de estar conmigo, ¿a que si?
Cuando dijo lo último,  noté que la voz se le cortaba. Le miré a los ojos e intenté sonreír. Sabía a lo que se refería. Esa noche no hicimos el amor y fue porque le puse una excusa. Le dije que me encontraba mal y me di media vuelta en la cama dándole la espalda. Esa noche no quería estar con nadie después de lo que paso con Okiyo, me sentía mal, angustiado en el fondo… Pero en verdad, no me importaba hacer el amor con Estela. Solo que pensé en Victoria, y no pude seguirle el juego. No quería fingir más. Besos, caricias, abrazos, palabras… Era todo una mentira. Solo me gustaba una persona, solo quería estar con una persona, y solo quería besar a esa persona que era Victoria. Con ella estaba bien, me sentía como soy en realidad. No como me pintan en las revistas o por la calle.
-No-le dije a Estela- Claro que quiero estar contigo, pero anoche me encontraba mal. Ya te lo dije.
Me levanté del sofá y anduve hasta la escalera.
-¿A dónde vas?-me preguntó cogiéndome de la muñeca.
-A mi casa.
-¿Qué? ¿Me vas a dejar de nuevo sola?-me cogió mas fuerte.
-Te recuerdo que vivo en un pueblo, no es Los Ángeles.
-Solo tres días… ya me acuerdo.
-Pues eso, tres días.
Me soltó y subí las escaleras. Esto ya se acababa, no quería más mentiras. Siempre diciendo cosas que no eran ciertas, atormentándome cada segundo por las mentiras que les metía a las chicas en la cabeza. Todo me parecía estúpido.
Entré a la habitación donde dormíamos los dos, y saqué la maleta del armario. Oí los pasos de Estela entrar detrás de mi, pero no le hice caso. Dejé la maleta en el suelo y cogí toda la ropa del armario. Ni siquiera la doblé y la metí dentro. Cerré la cremallera y la cogí con una mano. Al volverme, Estela se puso enfrente de mi.
-¿Me llamaras?-me preguntó acercándose a mi pecho y apoyo su cara en él.
-No lo sé.
-¿Cómo que no sabes?
Noté como las lagrimas de Estela manchaban mi camisa y le acaricié el pelo.
-No llores-le dije despacio.- Sabes que no soy tu novio y que nuestra relación se acabó hace tiempo.
La verdad, la pura verdad salía de mis labios.
-¿Estas insinuando que ya no me quieres?
-Te voy a decir la verdad, hace mucho tiempo que dejé de quererte.
Nada más decir esto Estela se separó de mi. Cuando le miré, una tristeza me invadió y tragué saliva. Levantó el brazo señalando a la puerta.
-Vete- me dijo con lagrimas en sus ojos.
-Te tenía que decir la verdad, Estela- di dos pasos hacia delante y me quedé mirándola a los ojos.
-La verdad duele por muy delicada que la digas.
-Lo siento, no quería hacerte daño.
-Fuera.
-Estela…
No me dejo terminar y me dio un guantazo en la cara. Me quedé quieto y apreté los dientes. Cerré los ojos.
-He dicho que te vayas ahora mismo- me gritó Estela empujándome por la espalda hasta las escaleras. Abrí los ojos y empecé a bajar, sin mirar hacia atrás. Cuando llegué a la puerta principal, la asistenta abrió la puerta y vi la calle. Me volví antes de salir.
-Me lo pase muy bien contigo. Siempre me lo paso bien cuando estamos juntos. Pero, no puede ser.
-¡Ni me hables!
Salí y cerró la puerta con fuerza. Cerré los ojos y cogí el móvil. Me llamaba alguien, y acepté la llamada. Me puse el móvil en el oído.
-Yo nunca te diré que te vayas, Raúl.- me dijo Okiyo.
Apreté la mandíbula y lancé el móvil a un coche que pasaba por la calle. El móvil chocó contra el cristal, rompiéndolo, y empecé a andar para coger un taxi.


sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 35: El Calendario


Estela le hizo las fotos a Kristen. Yo miraba embobado a la modelo por como se ponía, y muchas veces me miraba con una sonrisa que significaba algo más. Cuando terminó de hacerle las fotos, me llamó para que me pusiera con la modelo. Al coger a Kristen por la cintura para hacer la primera foto, sentí como se pegaba un poco más a mi. ¿Podía ser que a la modelo le gustara?

Pasaron como dos horas y por fin habíamos terminado. Las fotos se pasaron enseguida a un ordenador donde iban a ser vistas por toda la agencia y además, serían retocadas. No me gustaba las fotos retocadas porque se ponían algunas cosas que no eran ciertas en la realidad. Pero yo no era el que mandaba.
-Genial, las fotos son estupendas. Ahora nos toca a nosotros, Raúl- me dijo Estela dándome un corto abrazo.
-Señorita Brulloti- gritó alguien el apellido de Estela en medio de la sala. Nos volvimos y vi a la secretaria de la agencia. Venía corriendo y se paró cuando estuvo cerca de nosotros.
-¿Qué pasa ahora?-preguntó Estela separándose de mi.
-Tiene que salir ahora mismo de la sala. La señorita Lii necesita la sala porque tiene que hacerle unas fotos a un modelo.
-¿Quién?-entrecerró los ojos Estela- ¿Lii? ¿Quién es esa?
-Una chica nueva que acaba de llegar de Londres. Dice que necesita urgente la sala-la secretaría miro la sala sin parar su mirada en nada concreto.-Y por lo que veo, tú ya has terminado de hacer las fotos para el Calendario.
-Sí, he terminado pero…
-Lo siento, pero si quiere hacer más fotos tiene que ser mañana.
Noté como Estela cambiaba las emociones de su cara. Pasaba de estar contenta a estar triste. Le cogí de la mano para que se sintiera mejor.
-Pues nada… Otro día será- le contestó a la secretaría, y ésta se fue.
Me dijo que me vistiera y eso hice. Encontré mi ropa tirada en el suelo al lado de varias personas que me miraron con cara de asco. Me sorprendí por esto, pero no le di mucha importancia. Quizás era envidia… o a saber qué, pero no pensaba tomarme las miradas de la gente muy a pecho. Era verdad que mucha gente se había sorprendido al enterarse que Estela y yo “salíamos” juntos, pero también era verdad que a varias personas les había enfadado vernos así. Antes, cuando salía con Estela, la gente de nuestro alrededor (los que nos veían por la calle, comprando, paseando o incluso estando juntos en pasarelas de modelos), se inventaban rumores para acabar con nuestra relación. Estela y yo, estuvimos a punto de romper nuestra amistad por culpa de una chica que dijo que le había besado yo. Todo era mentira, es verdad que el tiempo que salí con la modelo, muchas chicas se interesaron por mi (o por el dinero, no sé), pero nunca le puse los cuernos a Estela. Mi relación con ella fue una de las mejores de toda mi vida y no pensaba romper así porque sí.
Terminé de vestirme, y oí como mi móvil sonaba en el interior del pantalón. Lo saqué del bolsillo y empecé a andar. Cuando lo saqué, no lo pude ni mirar, porque me choqué con una persona y caí al suelo. Me di en la espalda contra el suelo de madera y me quedé tumbado mirando al techo. Soplé un segundo, y me levanté para ayudar a la otra persona.
-Lo siento mucho. Me sonó el móvil y no me di cuenta que venía usted de frente- dije mientras miraba a la persona.
Era una chica, pero no pude verle la cara. Le cogí de la mano para ayudarla, y se levantó. Cuando se puso de pie, comprobé que la chica tenía un cuerpo perfecto. Iba vestida con unos pantalones negros ajustados, una camisa sin mangas azul oscuro y unos tacones que pegaban con la camisa.
-La culpa es mía, tenía que mandar un mensaje y me entretuve demasiado- me miró con una sonrisa y alargó el brazo hacia mi- Hola, soy Lii, la nueva fotógrafa que acaba de llegar.
-Ah, encantado-le estreché la mano- Soy Raúl.
-¿Eres el novio de Estela verdad? Juraría que te he visto en alguna revista…
-Sí, soy su novio- me costó pronunciar ésta palabra- ¿Salgo en revistas?
-Acabo de ver una con tu foto y nombre abajo, en secretaría.- se rió.
Lii tenía el pelo oscuro recogido en una coleta de caballo, y llevaba puesto unas gafas de vista de color negro. Era asiática porque sus ojos se parecían a los de los japoneses.
-Malditos fotógrafos. Siempre sacan lo que quieren.
-Para eso estamos. Aunque yo nunca he trabajo para revistas…
Le sonreí un rato. Aquella chica parecía simpática, no como la otra asiática que conocía… Okiyo no era para nada simpática. Solo era una chica que estaba mal de la cabeza, y le gustaba matar a gente antes que hacer fotos.
-Bueno, pues yo me voy ya. Que Estela me espera. Encantado de conocerte, Lii.
Me despedí y seguí andando hacía la puerta. La abrí y cuando la cerré recibí un mensaje al móvil. Lo miré extrañado y comprobé de quien era. Era un número desconocido. Le di abrir, y ponía:
Ahora eres el novio de Estela… impresionante. ¿Cómo lo haces? ¿eh? ¿Que dirá la pobre Victoria sobre todo esto? Cuánta pregunta ¿verdad? Pero todo esto te lo buscas tú, Raúl. Ah, ¿te ha gustado mi segunda identidad? Ahora soy Lii, una fotógrafa de Londres, que trabaja para una de las mejores agencias del mundo. Lo que puedo hacer para perseguir a mi objetivo número doscientos. Por cierto, ten mas cuidado y no mires más el móvil. No me ha hecho gracia chocarme contigo pero si verte. Eres patético… Adiós, Raúl. O te tendré que llamar… ¿Raúl Brulloti?
Un beso lleno de “dulzura “
Okiyo.
No podía ser que la chica con la que… No. ¿Me había chocado con ella y no la había reconocido? ¿Lii en realidad era Okiyo?

Estando en casa de Estela, la visión que tenía sobre Lii se borraba para dejar paso a Okiyo. ¿Cómo había conseguido meterse en la agencia sin ser descubierta? ¿Cómo me había encontrado? Tanta pregunta y ninguna respuesta. Me dolía la cabeza solamente de pensar en ella. Era imposible que me hubiera encontrado. Parecía que me tenía puesto un micrófono o algo para poder saber a donde iba y que hacía. También se había enterado que salía con Victoria. Okiyo era lista y muy cuidadosa, ya me lo había mostrado. Me acababa de dejar agotado con solo imaginarme que le hacía algo a Victoria. Había matado a miles de personas y no me iba a dejar con vida solo porque le atraía físicamente. Tenía que cumplir su objetivo, y supuse que eso iba a hacer tarde o temprano.
Escondí la cara entre mis manos y suspiré. Me daba miedo perder a Victoria como paso con Jane. Era una buena chica y no se merecía morir por mi culpa. Al igual que Jane…. Una lágrima bajó por mi mejilla sin darme cuenta. Por mi culpa había muerto una persona y ¿Qué hacía yo al respecto? Seguir con mi vida sin mirar atrás, esperando comenzar de nuevo. Pero eso no es posible. Ya veía que no, que Okiyo me perseguiría junto con Alejandro hasta matarme; que cualquier relación acabaría mal por mi culpa…
Sonó mi móvil que estaba encima de la mesa. Lo dejé sonar, sin cogerlo… Estaba metido en mis recuerdos, no quería hablar con nadie. Pero, ¿y si era Victoria?
Levanté la cabeza y miré el móvil. Lo cogí después de que sonara cuatro veces.
-¿Diga?- pregunté secándome las pocas lagrimas que habían caído.
-Raúl, ¿Dónde estás? Jonathan me ha dicho que te has ido con tu prima a Los Ángeles. ¿Qué esta pasando?- la voz de Victoria retumbo en mi cabeza provocando que el dolor aumentara.
-Victoria, no sabes las ganas que tenía de oír tu voz-le contesté sonriendo- Sí, estoy en Los Ángeles, pero vuelvo mañana sin falta. Tenía que arreglar unos papeles de mi madre. ¿Y que tal está mi pequeñaja?
-Yo estoy bien. Me asusté cuando no te encontraba, la verdad.
-¿Me estabas buscando? ¿Para qué?
-Para salir un rato con los amigos… ¿Y que haces con tu prima?
Me sentí mal por no estar con ella. Querer besarla y decirle toda la verdad… Pero era imposible.
-¿Con mi prima? Pues estábamos arreglando los papeles dado que ella es abogada y me ayuda bastante.
-Vale. Aquí no ha pasado mucha cosa. Oye, tú sabías que Demi y Jonathan salían juntos?
Me puse tensó a pesar de que no me veía.
-Sí, me lo dijo Jonathan al día siguiente de la fiesta. ¿Por?
-Pues.., es porque los acabo de ver besándose. Estamos todos en casa de Tom, nos ha invitado a unas cervezas… Aunque faltas tú.
-Lo siento mucho por no estar. Pequeñaja, he pensado mucho en ti.
-¿En mi?
-Sí, en ti. Ha habido noches que te he querido a mi lado, aunque sea solo para hablar. No estoy muy bien.
-Raúl… no sabía que sintieras ese sentimiento hacia mi.
-Tengo muchos sentimientos, lo único que quiero demostrártelos poco a poco.
Oí como se abría la puerta de la habitación y miré hacia atrás para ver si aparecía Estela.
-Eso espero. Me pensaba que no tenías un hueco para mi.- se rió.
Su risa era preciosa.
-Siempre tengo un hueco para mi pequeñaja y lo sabes. Bueno, mi prima viene con unos papeles. Luego por la noche si puedes, hablamos por el Facebook, ¿vale?
-Adiós, Raúl. Intentare ponerme.
Colgué y miré el móvil con tristeza. Estela me tocó por detrás y me dio un beso en la mejilla.
-¿Con quien hablabas?-me preguntó rodeando el sofá y sentándose a mi lado.
Paso mi brazo derecho por detrás suya, y se acurrucó en mi pecho.
-Era Jonathan, que no se aclaraba con  la televisión.
-¿Es nueva?
-No, es solo que le he metido unos canales nuevos de fútbol y no sabe buscarlos.
Estela se rió y me miró con una sonrisa.
-Raúl- le miré al llamarme- no quiero que te vayas mañana.
-Me tengo que ir, Estela. No puedo quedarme más tiempo.
-Mañana veré si te puedo convencer, ahora solo quiero ver una película con mi chico ideal.
<<Yo no quiero ser el chico ideal de nadie, solo quiero encontrar a mi chica ideal>>, pensé con tristeza.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 34: "Fotos para mi y para todo el mundo"


-Raúl… - alguien me tocó el pelo.
-Un rato más, Jonathan… Vete con Demi y déjame dormir….- contesté para que me dejaran en paz.
-¿Demi?- de nuevo me dieron en la cara.- Raúl, vamos a llegar tarde a la agencia donde nos espera la modelo, ¿recuerdas?
Abrí un ojo y vi el rostro de Estela delante de mis ojos. Le di un beso en los labios y ella sonrió.
-Me acuerdo, si… Pero un rato más….- me di media vuelta.
-Eres peor que los niños para ir al colegio. Venga, muévete.
Estela me zarandeó y me levanté de la cama medio dormido. No vi un cojín que había tirado en el suelo, y tropecé con él. Oí la risa de Estela y antes que se fuera la cogí de la muñeca.
-Ponte lo que sea, venga…- contestó Estela mientras la acercaba a mi.
-Ven.
-Que no, Raúl, que tenemos que…- no la dejé hablar porque le planté un beso en los labios. Estela se quedó quieta y al separarme me miró con el entrecejo fruncido- Te recuerdo, que conozco bien tus trucos y uno de ellos son estos besos que dejan a una confusa. Pero conmigo no funciona… voy a peinarme y te quiero ver vestido.
Estela se alejó y miré al sillón donde estaba la ropa. <<De nuevo me toca ponerme lo que ella diga>>, pensé cogiendo las prendas con cuidado.

Tardamos veinte minutos en llegar a la agencia y fue porque Estela conducía más deprisa de lo normal.  La agencia era un edificio bastante grande y estaba considerado una de las mejores agencias del mundo por los fotógrafos que tenía y por el dinero que recaudaba al cabo del año. La fachada era blanca y tenía en la parte inferior bastantes ventanas. En cambió en el piso superior las ventanas no se veían tanto dado que por lo que sabía allí se hacían las fotos, entrevistas…. Al entrar, Estela saludó al guardia de seguridad (uno de los diez que había), y entró conmigo detrás. Íbamos agarrados de la mano, y mucha gente se nos quedó mirando sorprendida. Por el pasillo antes de subir a la primera planta, ponía una placa con letras en grande: Despachos, Salas y Decoración. Subimos a la primera planta y una chica que estaba detrás del mostrador llamó a Estela.
-Señorita Brulloti, ¿me puede decir a que hora piensa hacer las fotos?- le preguntó la chica.
Ésta tenía una placa en su pecho que ponía: Secretaria; Candy. La chica tenía una cara muy bonita, con los ojos azules y el pelo negro. Recorría su mirada entre Estela y yo.
-Las voy a hacer ahora, Candy. ¿Nos puedes traer unos cafés a la sala de fotos?- le pidió Estela con amabilidad.
-Sí, claro. Ahora mismo se los llevo.
Estela siguió andando y yo la seguí pero miré dos veces a la secretaria. Ésta se sonrojó y yo me reí en mi interior. Me gustaba poner sofocadas a las chicas y más cuando eran guapas. Giramos a la derecha, y entramos en una sala bastante grande. Al fondo habían varias telas que supuse que serían para hacer las fotos; las paredes eran blancas como la nieve y el suelo era de madera, el cual, tenía un brillo impecable. Se oían numerosas voces procedentes de más de veinte personas que habían allí, pero sin duda la que mas destacaba, era una chica que estaba de espaldas a nosotros y que estaba hablando con un hombre con traje. Estela fue a donde estaba la chica y yo me puse a su lado.
-Hola, Kristen. ¿Has tenido que esperar mucho?- le saludó Estela desde atrás.
La tal Kristen se volvió y sonrió.
-¡Hola, Estela! No, no he esperado mucho.
-Me alegro, oye, te presento a mi novio. Raúl está es Kristen, una de las mejores modelos de Estados Unidos.
-Hola, encantado- le di dos besos a la modelo- Entonces las fotos saldrán bien teniendo a una modelo tan espectacular ¿no?
-Esperemos que sí.- miró a Estela- ¿Tu novio sale conmigo o como va esto?
-¿Mi novio?- me miró con el ceño fruncido.
-No soy modelo, Kristen- le sonreí lo más dulce que pude.- Aunque no me importaría salir en alguna foto si mi novia quiere.
Me costó decir la palabra “novia”, porque ella no lo era.
-Por mi vale, Raúl. Necesitamos algo masculino en el Calendario para que el público femenino la pueda comprar.
-Pues, venga- comento Kristen- Que se prepare… Aunque primero tendríamos que probar como se desenvuelve delante de la cámara.
-Buena idea- aseguró Estela- Raúl quítate la camisa. Vamos a hacerte varias fotos.

Cuando las fotos terminaron, las miré junto con Estela y Kristen.
-¿Cómo han salido?-pregunté mirando a las dos.
-Yo te doy un ocho sobre diez. Impresionante, cariño- contestó Estela.
-¿Seguro que no has salido antes como modelo?- preguntó Kristen, pasándome la camisa.
-Te lo digo en serio, nunca he hecho esto. ¿Podré ponerme a la altura de una modelo como tú?
-Mira, machote. Con nuestros cuerpazos y sonriendo con picardía, te aseguro que este Calendario se vende en nada.
-Más nos vale, o me puedo ir despidiendo de mi trabajo- interrumpió Estela, dejando la cámara encima de la mesa. 
                   Una de las fotos que le hace Estela a Raúl

sábado, 10 de septiembre de 2011

Capítulo 33: Los Ángeles

El avión de la familia de Estela era lo suficientemente grande para que se metieran en su interior más de diez personas. Cuando lo vi aparcado en la pista del aeropuerto, sentí que me estaban tomando el pelo porque nunca había montado en ese avión y nunca me lo había dicho Estela. Pero cuando vi en un lado del avión el apellido: Brulloti; me di cuenta que aquello era muy real. El apellido estaba puesto con letras en cursiva y estaba pintado con los colores de la bandera de Italia. El apellido, provenía de varios siglos atrás, que se originó en Italia, especialmente en Roma. Los Brulloti fueron muy conocidos en todo le mundo porque casi siempre habían desarrollado unos trabajos que eran complicados de ejercer por otras personas, como científicos, abogados, barones, capitanes navales y terrestres del ejercito… Todos estos trabajos lo habían ejercido antepasados de Estela, Claire, Stefan y de su padre Alejandro. Toda esta historia, me la contó el mismísimo Alejandro, antes que las cosas con su hija se torcieran hasta desaparecer.
Entré en el avión, y vi bastante lujo en su interior, como un bar con muchas clases de botellas tanto de vino como de alcohol, sillones de cuero, hasta una lámpara en el techo… Estela se sentó en uno de los asientos intermedios, muy cerca de una mesa donde descansaba un ordenador portátil. Me pidió que me sentara enfrente de ella, y eso hice.
-¿Qué te parece el avión de la familia?- me preguntó, mientras tecleaba en el ordenador.
-No está nada mal, se nota que es de los Brulloti, dado que tiene el nombre pintado en un lado.
-Sí, fue idea de mi padre…
El piloto dijo algo por el altavoz, y ordenó que nos abrocháramos los cinturones porque iba a despegar. Estela lo hico al igual que yo, y miré por la ventana para ver como nos alejábamos del suelo. Sentí que la gravedad se alejaba de mi cuerpo cuando el avión se elevo y después fue todo tranquilidad y silencio. El piloto nuevamente habló por el altavoz y dijo que nos podíamos desabrochar los cinturones y encender ordenador, móviles y televisión. Miré a Estela al abrir el portátil, y me sonrió.
-Prepárate para Los Ángeles, Raúl.- me contestó.

Ya íbamos de camino a una de las casas de la familia que se alojaba en uno de los barrios ricos de Los Ángeles. En vez de alquilar un coche, Estela llamó a un taxi para que nos llevara más rápido y sin perdernos por la ciudad. Al llegar a la casa, pude comprobar que no era tan impresionante como las demás donde había estado, pero seguía siendo una casa lujosa. Era un piso de dos plantas, con la fachada de color gris y el tejado de color negro. Estela antes de entrar me dijo que era una casa con un estilo moderno, porque su hermana Claire junto con su novio veraneaban mucho por esta zona y les encantaba quedarse en esa casa. Y por esto mismo, la decoró Claire a sus gustos. Entré detrás de Estela, y en nada de tiempo, salió una mujer de tez blanca por la cocina. La miré asustado porque no sabía quien era, pero poco después supe que era la asistenta personal de esa casa. Cada casa tenía como mínimo tres asistentas que estaban hasta la noche en las mansiones, limpiando la casa, y atendiendo a los señores que la habitaban. Por la noche se iban a dormir y volvían de nuevo a las siete de la mañana para prepararles el desayuno a los señores y seguir con sus tareas. Dado que la casa de Los Ángeles no era una mansión como la de Miami o España, solo necesitaban una asistenta que tuvo que esperar a que Estela y yo llegáramos.
Dejamos las maletas en el suelo, y la mujer las cogió y las subió por las escaleras como si nada. La asistenta tendría como cuarenta años y Estela me susurró que llevaba trabajando para ellos como diez años y que fue la amante de su padre una vez. No me quise imaginar a Alejandro con esa mujer, porque me daba hasta escalofríos, y no era porque la mujer no fuese fea… Todo lo contrario, a esa edad aun se cuidaba y mucho, pero el hecho de que Alejandro la tocara con sus asquerosas manos, provocaba que me alejara de ella.
Me pase todo lo que quedaba de día, sentado en el sofá acompañado de un refresco y la televisión. En cambió, Estela se quedó en una esquina de sillón que había justo a la chimenea, tecleando con su portátil y pocas veces intercambiaba  una palabra. La asistenta nos llamó para comunicarnos que la cena ya estaba hecha ya que eran las siete de la tarde, y vi  por la enorme ventana del piso de abajo, como ya era de noche. Se me había pasado la tarde en nada de tiempo. Estela se levantó del sillón, cerró el portátil y vino por detrás de mi. Yo estaba mirando la calle cuando sus manos aparecieron por ambos lados de mi cuerpo, y se sujetaron a mi barriga.
-¿Sabes que tenemos un cumpleaños esta noche?- me dijo apoyando su cabeza en mi espalda.
-¿Ah, sí? ¿De quién?- me di media vuelta.
Me paso las manos por la nuca, y sonrió.
-Es de una amiga que es modelo, y me invitó hace más de dos meses porque sus fiestas son espectaculares.
-¿Y tenemos que ir?- le di un beso en los labios.
-Ya estás de nuevo con esos besos que hacen que me confunda- me miró como si estuviera enfadada aunque sabía que lo hacía de broma- Tenemos que ir, porque yo quiero ir. Y así salimos un poco hoy, que he estado toda la tarde preparando unos papales para mandarlos a las modelos de la siguiente sesión; mientras tú dormías como un bebé en el sofá.
-¿Me quedé dormido? No me di cuenta- le di otro beso.
Éste duró un poco más, pero una tos nos interrumpió. Los dos dirigimos la mirada hacia la asistenta.
-Lo siento, señores, pero el pollo se va a enfriar.
-Ya vamos, Carla- Vio como se volvía a meter en la cocina y me miró seria- Terminados de cenar, te eligo la ropa, nos vestimos y vamos a la fiesta. ¿Vale?
Asentí enseguida.

 Como dijo la asistenta había pollo al horno para cenar, acompañado de patatas asadas. Comimos en silencio, pero mas de una vez se nos saltaba la risa, porque Estela y yo coincidíamos cuando nos mirábamos. Quien hubiera visto, diría sin lugar a dudas, que éramos una pareja de enamorados; pero eso no era cierto. Siempre había tenido con Estela una gran confianza y gran amistad, al igual que cariño… Pero nunca habíamos vuelto con nuestra relación de pareja como la que tuvimos hacía tiempo. Al terminar de cenar, nos levantamos y Estela me llevó al piso de arriba. Allí habían seis habitaciones, dos baños y un gimnasio. Entré en la habitación donde Estela tenía toda su ropa metida en una armario enorme. Al lado de éste armario, había otro donde estaba mi ropa que simplemente era poca comparado con la suya.
-Me he permitido comprarte algo de ropa mientras estabas durmiendo.- me comentó Estela sacando varias bolsas de mi armario.
Las bolsas llevaban nombres grabados de tiendas conocidas y a la vez bastante caras.
-¿No me dijiste que no habías salido?- le inquirí apoyándome en la puerta.
-Solo tardé dos horas, tampoco es mucho…- sacó toda la ropa que había en las bolsas, y la colocó estirada sobre la cama- Vale, ya está toda. Raúl, ropa fuera.
-¿Toda?- me reí al quitarme la camisa que me había dejado Estela para estar por la casa.
Ella me miró y suspiró.
-Menos los calzoncillos. Solo es para probártela. 
-Vale, vale… Lo que usted mande.
Me quité el pantalón del chándal que llevaba, y las zapatillas.
-Bien. Oye, ¿tú has hecho más gimnasio? Porque te veo más mejorado- me pasó una camisa blanca que se abrochaba por delante para que me la pusiera.
-Algo, pero siempre en casa. Estaba ocupado, aunque me permitía correr un poco por las mañanas.
Me puse la camisa y unos pantalones que me dio. Eran vaqueros desgastados de color gris y me imaginé que me lo había comprado porque me gustaban bastante los pantalones así.
-No, para la fiesta demasiado informal. Necesitamos buscar algo que sea vestir normal, ni informal ni muy elegante. Vamos a ver…

Siguió probándome ropa hasta las nueve de la noche hasta que encontró lo que buscaba y que a los dos nos gustaba.
-Estás para comerte con ese color, Raúl.
Llevaba una camisa de manga larga de color azul oscuro, acompañado de unos pantalones de color blanco con bolsillos y unos zapatos de color  negro con las cordoneras azul oscuro que pegaba con la camisa. Me miré a un espejo de pie que había en la habitación y sonreí.
-Ya solo quedas tú.-le aseguré a Estela.
Los dos nos duchamos en aseos distintos, porque sabíamos que si teníamos que esperar a que el otro saliera, iba a pasar que acabaríamos los dos metidos en la ducha haciendo algo que no se podía hacer en ese instante. Salí de la ducha, me sequé, me arreglé el pelo y empecé a vestirme. Cuando terminé, como me sentía un poco incómodo con las mangas hasta la muñeca, me las remangué hasta los codos. Me miré en el espejo, y comprobé que me quedaban mejor. El pelo me lo puse hacía arriba y me eché una colonia que me había regalado Estela. No me quité el reloj que me regaló Rachel porque para mi, era algo especial aunque nuestra relación se hubiera roto. Me sentía bien llevando ese reloj, porque me hacía recordar ratos buenos que había pasado a su lado y no me arrepentía de ello. Cuando salí del baño le pregunte a Estela desde el pasillo si había terminado.
-No, me queda arreglarme el pelo- fue su contestación.
Mientras bajaba por las escaleras, me acordé de María, la abogada que conocí en España. Aun sentía su voz argentina en mis oídos y supuse que la podía llamar para saber solo como estaba tras lo que vi en el hotel el día que Claire me dejó plantado en el dormitorio. Busqué su tarjeta por mi cartera, y cuando la encontré marqué su número en el móvil. No sabía que hora sería en España, pero me daba igual cuando me lo cogió.
-Buenas, noches. ¿Soy María, en que puedo servirle?
-Hola, María. Soy Raúl, el chico del hotel que conociste en España. ¿Te acuerdas?
-Oh, por supuesto que me acuerdo. ¿Qué tal le va todo? ¿Vos sigue por España?
-Bien todo muy bien. No, no sigo por España, ahora mismo te estoy llamando desde Los Ángeles sino que siento si te he molestado por el horario…
-¿Desde Los Ángeles? Que bien suena eso, Raúl. Yo estoy ahora mismito en la misma ciudad que vos.
-¿En serio? Vaya… yo estoy por motivos de trabajo y todo eso. Me quedaré dos días más por aquí y luego regreso a mi pueblo.
-Oye, podríamos quedar antes de que te fueras en un bar para tomarnos alguna copa, ¿Qué me dices?
-Sí, claro.- oí los tacones por el piso de arriba. Seguro que Estela ya había terminado- Bueno, María te dejo ya que mañana madrugo. Ya me llamas cuando puedas.
Colgué y me volví justo cuando Estela bajaba las escaleras. Exclamé algo en un susurro porque iba muy guapa con un vestido de color blanco que era de largo hasta más arriba de la rodilla, con unos tacones negros con piedras plateadas y con su pelo pelirrojo suelto. Pisó el último escalón y la cogí la mano.
-Si te pones así de guapa, todo el mundo se fijará en ti- dio una vuelta mientras le cogía de la mano, y se rió cuando me miró.
-Tú siempre diciendo cosas bonitas, Raúl. No has cambiado.- me miró de arriba a bajo.- Me encanta como vas vestido. Haber si al final de la noche me dejas sola y te vas con otra, que como pase eso…
-No digas tonterías. Estaré a tu lado.

Al llegar al bar donde su amiga celebraba el cumpleaños, me di cuenta que no era un bar cualquiera. Arriba, en la terraza, había una piscina porque pude ver a gente en bikini. Entré cogido de la mano de Estela, y vi muchas gente mirándonos. Unos con sonrisas en su rostro, otros susurraban con el de al lado… Muchas reacciones que ni siquiera sabía por qué. Era verdad, que la relación entre Estela y yo siempre había estado mirada por las revistas del corazón dado que siempre nos sacaban en primera página cuando nos veían juntos. Odiaba a los cámaras que me sacaban fotos cuando estaba con ella, porque no podía no salir a correr tranquilo por una vez. Pero salía con una modelo que también era fotógrafa e hija de un multi millonario… Sino que poco podía hacer para quitármelos de encima.
Estela me presentó a muchas personas, tanto importantes o no. Mientras ella hablaba con dos chicas y sus parejas, me fui a la barra del bar para pedirme algo para beber. El bar parecía una discoteca, porque había un Dj pinchando al fondo de la sala subido a una especie de mini escenario, luego habían muchas luces fluorescentes y focos de colores.  La chica que había en la barra me puso lo que pedí, y fui junto con Estela.
-Ah, Raúl, mira te voy a presentar a mi amiga que es la que cumple años- tocó el hombro de la chica que había enfrente que estaba hablando con un hombre bastante alto. Ésta se giró y miró a Estela con una sonrisa- Carlota te presento a Raúl, mi novio.
Me quedé de piedra cuando oí a Estela decir la última palabra. ¿Novio? ¿Cómo que novio? Solo era su amigo o su amante de semana, no era nada más.
-Encantada- me dio la chica un beso en cada mejilla- ¿ Tú eres el chico que salió con Estela hace tiempo no? El que salía en las revistas…
Carlota era una chica de estatura media, con cara normal y sus ojos eran azules. Era de raza negra y tenía un buen físico (sobre todo pecho). Su pelo era negro y no paraba de sonreírme.
-Raúl se va a quedar dos días más por Los Ángeles conmigo. Mi padre me consiguió unas fotos con la modelo mejor pagada del mundo, y por eso pude venir a tu fiesta o sino nada de nada.
-Que suerte tienes, amiga. ¿Y tu novio no es modelo ni nada?
-¿Modelo? ¿Yo?- me reí
-Sí, pareces que tienes los requisitos físicos para serlo. Buen cuerpo, guapo…
-Ya, Carlota, no sigas.- le interrumpió Estela- Aunque tengo pensado que nos hagan unas fotos cuando acabe con la modelo. Solos él y yo.
-¡Seguro que salís super bien! Bueno, te dejo que tengo que seguir con los invitados que cada vez llegan más. Un placer de conocerte, Raúl- me sonrió, y se dio media vuelta.