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sábado, 10 de septiembre de 2011

Capítulo 33: Los Ángeles

El avión de la familia de Estela era lo suficientemente grande para que se metieran en su interior más de diez personas. Cuando lo vi aparcado en la pista del aeropuerto, sentí que me estaban tomando el pelo porque nunca había montado en ese avión y nunca me lo había dicho Estela. Pero cuando vi en un lado del avión el apellido: Brulloti; me di cuenta que aquello era muy real. El apellido estaba puesto con letras en cursiva y estaba pintado con los colores de la bandera de Italia. El apellido, provenía de varios siglos atrás, que se originó en Italia, especialmente en Roma. Los Brulloti fueron muy conocidos en todo le mundo porque casi siempre habían desarrollado unos trabajos que eran complicados de ejercer por otras personas, como científicos, abogados, barones, capitanes navales y terrestres del ejercito… Todos estos trabajos lo habían ejercido antepasados de Estela, Claire, Stefan y de su padre Alejandro. Toda esta historia, me la contó el mismísimo Alejandro, antes que las cosas con su hija se torcieran hasta desaparecer.
Entré en el avión, y vi bastante lujo en su interior, como un bar con muchas clases de botellas tanto de vino como de alcohol, sillones de cuero, hasta una lámpara en el techo… Estela se sentó en uno de los asientos intermedios, muy cerca de una mesa donde descansaba un ordenador portátil. Me pidió que me sentara enfrente de ella, y eso hice.
-¿Qué te parece el avión de la familia?- me preguntó, mientras tecleaba en el ordenador.
-No está nada mal, se nota que es de los Brulloti, dado que tiene el nombre pintado en un lado.
-Sí, fue idea de mi padre…
El piloto dijo algo por el altavoz, y ordenó que nos abrocháramos los cinturones porque iba a despegar. Estela lo hico al igual que yo, y miré por la ventana para ver como nos alejábamos del suelo. Sentí que la gravedad se alejaba de mi cuerpo cuando el avión se elevo y después fue todo tranquilidad y silencio. El piloto nuevamente habló por el altavoz y dijo que nos podíamos desabrochar los cinturones y encender ordenador, móviles y televisión. Miré a Estela al abrir el portátil, y me sonrió.
-Prepárate para Los Ángeles, Raúl.- me contestó.

Ya íbamos de camino a una de las casas de la familia que se alojaba en uno de los barrios ricos de Los Ángeles. En vez de alquilar un coche, Estela llamó a un taxi para que nos llevara más rápido y sin perdernos por la ciudad. Al llegar a la casa, pude comprobar que no era tan impresionante como las demás donde había estado, pero seguía siendo una casa lujosa. Era un piso de dos plantas, con la fachada de color gris y el tejado de color negro. Estela antes de entrar me dijo que era una casa con un estilo moderno, porque su hermana Claire junto con su novio veraneaban mucho por esta zona y les encantaba quedarse en esa casa. Y por esto mismo, la decoró Claire a sus gustos. Entré detrás de Estela, y en nada de tiempo, salió una mujer de tez blanca por la cocina. La miré asustado porque no sabía quien era, pero poco después supe que era la asistenta personal de esa casa. Cada casa tenía como mínimo tres asistentas que estaban hasta la noche en las mansiones, limpiando la casa, y atendiendo a los señores que la habitaban. Por la noche se iban a dormir y volvían de nuevo a las siete de la mañana para prepararles el desayuno a los señores y seguir con sus tareas. Dado que la casa de Los Ángeles no era una mansión como la de Miami o España, solo necesitaban una asistenta que tuvo que esperar a que Estela y yo llegáramos.
Dejamos las maletas en el suelo, y la mujer las cogió y las subió por las escaleras como si nada. La asistenta tendría como cuarenta años y Estela me susurró que llevaba trabajando para ellos como diez años y que fue la amante de su padre una vez. No me quise imaginar a Alejandro con esa mujer, porque me daba hasta escalofríos, y no era porque la mujer no fuese fea… Todo lo contrario, a esa edad aun se cuidaba y mucho, pero el hecho de que Alejandro la tocara con sus asquerosas manos, provocaba que me alejara de ella.
Me pase todo lo que quedaba de día, sentado en el sofá acompañado de un refresco y la televisión. En cambió, Estela se quedó en una esquina de sillón que había justo a la chimenea, tecleando con su portátil y pocas veces intercambiaba  una palabra. La asistenta nos llamó para comunicarnos que la cena ya estaba hecha ya que eran las siete de la tarde, y vi  por la enorme ventana del piso de abajo, como ya era de noche. Se me había pasado la tarde en nada de tiempo. Estela se levantó del sillón, cerró el portátil y vino por detrás de mi. Yo estaba mirando la calle cuando sus manos aparecieron por ambos lados de mi cuerpo, y se sujetaron a mi barriga.
-¿Sabes que tenemos un cumpleaños esta noche?- me dijo apoyando su cabeza en mi espalda.
-¿Ah, sí? ¿De quién?- me di media vuelta.
Me paso las manos por la nuca, y sonrió.
-Es de una amiga que es modelo, y me invitó hace más de dos meses porque sus fiestas son espectaculares.
-¿Y tenemos que ir?- le di un beso en los labios.
-Ya estás de nuevo con esos besos que hacen que me confunda- me miró como si estuviera enfadada aunque sabía que lo hacía de broma- Tenemos que ir, porque yo quiero ir. Y así salimos un poco hoy, que he estado toda la tarde preparando unos papales para mandarlos a las modelos de la siguiente sesión; mientras tú dormías como un bebé en el sofá.
-¿Me quedé dormido? No me di cuenta- le di otro beso.
Éste duró un poco más, pero una tos nos interrumpió. Los dos dirigimos la mirada hacia la asistenta.
-Lo siento, señores, pero el pollo se va a enfriar.
-Ya vamos, Carla- Vio como se volvía a meter en la cocina y me miró seria- Terminados de cenar, te eligo la ropa, nos vestimos y vamos a la fiesta. ¿Vale?
Asentí enseguida.

 Como dijo la asistenta había pollo al horno para cenar, acompañado de patatas asadas. Comimos en silencio, pero mas de una vez se nos saltaba la risa, porque Estela y yo coincidíamos cuando nos mirábamos. Quien hubiera visto, diría sin lugar a dudas, que éramos una pareja de enamorados; pero eso no era cierto. Siempre había tenido con Estela una gran confianza y gran amistad, al igual que cariño… Pero nunca habíamos vuelto con nuestra relación de pareja como la que tuvimos hacía tiempo. Al terminar de cenar, nos levantamos y Estela me llevó al piso de arriba. Allí habían seis habitaciones, dos baños y un gimnasio. Entré en la habitación donde Estela tenía toda su ropa metida en una armario enorme. Al lado de éste armario, había otro donde estaba mi ropa que simplemente era poca comparado con la suya.
-Me he permitido comprarte algo de ropa mientras estabas durmiendo.- me comentó Estela sacando varias bolsas de mi armario.
Las bolsas llevaban nombres grabados de tiendas conocidas y a la vez bastante caras.
-¿No me dijiste que no habías salido?- le inquirí apoyándome en la puerta.
-Solo tardé dos horas, tampoco es mucho…- sacó toda la ropa que había en las bolsas, y la colocó estirada sobre la cama- Vale, ya está toda. Raúl, ropa fuera.
-¿Toda?- me reí al quitarme la camisa que me había dejado Estela para estar por la casa.
Ella me miró y suspiró.
-Menos los calzoncillos. Solo es para probártela. 
-Vale, vale… Lo que usted mande.
Me quité el pantalón del chándal que llevaba, y las zapatillas.
-Bien. Oye, ¿tú has hecho más gimnasio? Porque te veo más mejorado- me pasó una camisa blanca que se abrochaba por delante para que me la pusiera.
-Algo, pero siempre en casa. Estaba ocupado, aunque me permitía correr un poco por las mañanas.
Me puse la camisa y unos pantalones que me dio. Eran vaqueros desgastados de color gris y me imaginé que me lo había comprado porque me gustaban bastante los pantalones así.
-No, para la fiesta demasiado informal. Necesitamos buscar algo que sea vestir normal, ni informal ni muy elegante. Vamos a ver…

Siguió probándome ropa hasta las nueve de la noche hasta que encontró lo que buscaba y que a los dos nos gustaba.
-Estás para comerte con ese color, Raúl.
Llevaba una camisa de manga larga de color azul oscuro, acompañado de unos pantalones de color blanco con bolsillos y unos zapatos de color  negro con las cordoneras azul oscuro que pegaba con la camisa. Me miré a un espejo de pie que había en la habitación y sonreí.
-Ya solo quedas tú.-le aseguré a Estela.
Los dos nos duchamos en aseos distintos, porque sabíamos que si teníamos que esperar a que el otro saliera, iba a pasar que acabaríamos los dos metidos en la ducha haciendo algo que no se podía hacer en ese instante. Salí de la ducha, me sequé, me arreglé el pelo y empecé a vestirme. Cuando terminé, como me sentía un poco incómodo con las mangas hasta la muñeca, me las remangué hasta los codos. Me miré en el espejo, y comprobé que me quedaban mejor. El pelo me lo puse hacía arriba y me eché una colonia que me había regalado Estela. No me quité el reloj que me regaló Rachel porque para mi, era algo especial aunque nuestra relación se hubiera roto. Me sentía bien llevando ese reloj, porque me hacía recordar ratos buenos que había pasado a su lado y no me arrepentía de ello. Cuando salí del baño le pregunte a Estela desde el pasillo si había terminado.
-No, me queda arreglarme el pelo- fue su contestación.
Mientras bajaba por las escaleras, me acordé de María, la abogada que conocí en España. Aun sentía su voz argentina en mis oídos y supuse que la podía llamar para saber solo como estaba tras lo que vi en el hotel el día que Claire me dejó plantado en el dormitorio. Busqué su tarjeta por mi cartera, y cuando la encontré marqué su número en el móvil. No sabía que hora sería en España, pero me daba igual cuando me lo cogió.
-Buenas, noches. ¿Soy María, en que puedo servirle?
-Hola, María. Soy Raúl, el chico del hotel que conociste en España. ¿Te acuerdas?
-Oh, por supuesto que me acuerdo. ¿Qué tal le va todo? ¿Vos sigue por España?
-Bien todo muy bien. No, no sigo por España, ahora mismo te estoy llamando desde Los Ángeles sino que siento si te he molestado por el horario…
-¿Desde Los Ángeles? Que bien suena eso, Raúl. Yo estoy ahora mismito en la misma ciudad que vos.
-¿En serio? Vaya… yo estoy por motivos de trabajo y todo eso. Me quedaré dos días más por aquí y luego regreso a mi pueblo.
-Oye, podríamos quedar antes de que te fueras en un bar para tomarnos alguna copa, ¿Qué me dices?
-Sí, claro.- oí los tacones por el piso de arriba. Seguro que Estela ya había terminado- Bueno, María te dejo ya que mañana madrugo. Ya me llamas cuando puedas.
Colgué y me volví justo cuando Estela bajaba las escaleras. Exclamé algo en un susurro porque iba muy guapa con un vestido de color blanco que era de largo hasta más arriba de la rodilla, con unos tacones negros con piedras plateadas y con su pelo pelirrojo suelto. Pisó el último escalón y la cogí la mano.
-Si te pones así de guapa, todo el mundo se fijará en ti- dio una vuelta mientras le cogía de la mano, y se rió cuando me miró.
-Tú siempre diciendo cosas bonitas, Raúl. No has cambiado.- me miró de arriba a bajo.- Me encanta como vas vestido. Haber si al final de la noche me dejas sola y te vas con otra, que como pase eso…
-No digas tonterías. Estaré a tu lado.

Al llegar al bar donde su amiga celebraba el cumpleaños, me di cuenta que no era un bar cualquiera. Arriba, en la terraza, había una piscina porque pude ver a gente en bikini. Entré cogido de la mano de Estela, y vi muchas gente mirándonos. Unos con sonrisas en su rostro, otros susurraban con el de al lado… Muchas reacciones que ni siquiera sabía por qué. Era verdad, que la relación entre Estela y yo siempre había estado mirada por las revistas del corazón dado que siempre nos sacaban en primera página cuando nos veían juntos. Odiaba a los cámaras que me sacaban fotos cuando estaba con ella, porque no podía no salir a correr tranquilo por una vez. Pero salía con una modelo que también era fotógrafa e hija de un multi millonario… Sino que poco podía hacer para quitármelos de encima.
Estela me presentó a muchas personas, tanto importantes o no. Mientras ella hablaba con dos chicas y sus parejas, me fui a la barra del bar para pedirme algo para beber. El bar parecía una discoteca, porque había un Dj pinchando al fondo de la sala subido a una especie de mini escenario, luego habían muchas luces fluorescentes y focos de colores.  La chica que había en la barra me puso lo que pedí, y fui junto con Estela.
-Ah, Raúl, mira te voy a presentar a mi amiga que es la que cumple años- tocó el hombro de la chica que había enfrente que estaba hablando con un hombre bastante alto. Ésta se giró y miró a Estela con una sonrisa- Carlota te presento a Raúl, mi novio.
Me quedé de piedra cuando oí a Estela decir la última palabra. ¿Novio? ¿Cómo que novio? Solo era su amigo o su amante de semana, no era nada más.
-Encantada- me dio la chica un beso en cada mejilla- ¿ Tú eres el chico que salió con Estela hace tiempo no? El que salía en las revistas…
Carlota era una chica de estatura media, con cara normal y sus ojos eran azules. Era de raza negra y tenía un buen físico (sobre todo pecho). Su pelo era negro y no paraba de sonreírme.
-Raúl se va a quedar dos días más por Los Ángeles conmigo. Mi padre me consiguió unas fotos con la modelo mejor pagada del mundo, y por eso pude venir a tu fiesta o sino nada de nada.
-Que suerte tienes, amiga. ¿Y tu novio no es modelo ni nada?
-¿Modelo? ¿Yo?- me reí
-Sí, pareces que tienes los requisitos físicos para serlo. Buen cuerpo, guapo…
-Ya, Carlota, no sigas.- le interrumpió Estela- Aunque tengo pensado que nos hagan unas fotos cuando acabe con la modelo. Solos él y yo.
-¡Seguro que salís super bien! Bueno, te dejo que tengo que seguir con los invitados que cada vez llegan más. Un placer de conocerte, Raúl- me sonrió, y se dio media vuelta.

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