Mis visitas!!

domingo, 31 de julio de 2011

Capítulo 22: De vuelta a casa

-Rachel, me voy de aquí. Alejandro a estado en la casa de mi madre.
-¿Qué?-preguntó Rachel sorprendida.
Recogía mis cosas con rapidez. Lo metía todo sin mirar y sin ordenarlo. En la barriga sentía unos picazos que eran a causa de estar cogiendo el portátil, y conduciendo como un loco por las carreteras de Madrid. Mi mano estaba temblando, y lo malo, era que no sabía por qué. ¿Nervios? ¿Odio? Me daba rabia que Alejandro hubiera estado por la casa de mi madre, tocando nuestras cosas y encima, escribiendo ese mensaje. ¿Quién se creía? Solo le debía un poco de dinero, no era para hacer todas esas cosas sin sentido.
-Espera, Raúl- me estaba diciendo Rachel.- Para el carro. ¿Cómo sabes que ha estado en tu casa y no lo ha hecho desde su propio ordenador?
Yo no pensaba eso. No sabía lo que sería lo siguiente que podría hacer. Estaba metiendo la última prenda de vestir, cuando sonó una llave. La llave estaba entrando en la cerradura de mi habitación. Estaba helado, no podía moverme. Miré a mi alrededor, y vi un jarrón de color marrón que estaba encima de una mesa. Lo cogí sin pensármelo,  y lo levanté para golpear al intruso. La puerta se abrió, y vi a Estela asomando la cabeza. Su pelo pelirrojo se veía por un lado.
-¡Ahhh! ¿Pero qué haces?- me gritó Estela cuando me vio.
-Eres tú…- soplé, y dejé el jarrón en su sitio.
-¿Me quieres matar del susto o qué?- entró, y cerró la puerta con suavidad.
Aun tenía el móvil encendido, pero lo había tirado a la cama en un acto reflejo. Tenía que terminar de hablar con Rachel.
Lo cogí, y le dije:
-Escúchame, me voy hoy. Te espero en el pueblo. Si puedes terminar con tu padre, ya seguiremos hablando cara a cara.
-¿Está Estela ahí? ¿Sí verdad?- tuvimos un largo silencio, hasta que habló ella de nuevo- Cuando llegues, llámame. Adiós.
Me colgó, y me quedé mirando el móvil con una mueca. Lo metí en el bolsillo, y miré a Estela. Estaba sentada en la cama, mirando al frente. Volví con la maleta, y la cerré con fuerza. A continuación, revisé el baño para ver si me había dejado algo. Cuando entré, vi el reloj que me había regalado Rachel al lado del lavabo. Lo cogí, y me lo puse.
De nuevo salí a la habitación, y agarré la maleta.
-Raúl, ¿a dónde vas?- me preguntó Estela levantándose de la cama.
Su pelo se movió con brusquedad por el salto que había dado de la cama al verme. Pensé en no decirle la verdad, y contarle una pequeña mentira… Pero era imposible. Sentía una gran confianza con ella, aunque no le tenía que decir nada del plan. Los ojos de Estela me obligaron a hablar.
-Me voy de vuelta a Estados Unidos. He…- suspiré-, he tenido problemas con mi casa por una deuda que me dejé sin pagar, y lo tengo que solucionar.
-¿Y por qué no lo solucionan tus amigos? Como Toni…
-No, Estela. No puedo hacer eso- le interrumpí, dirigiéndome a la puerta.
-Si quieres le puedo decir a mi padre, que tiene amigos por allí, que te lo solucione.
Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. <<¿Tu padre? Es él quien me ha hecho todo esto>>, dije en mi mente. Estela al ver que no decía nada, me repitió:
-Quédate en mi casa, por favor. ¿Es por el hotel? ¿ No te lo puedes pagar?
-No es por eso.- busqué las llaves en mi bolsillo, y después busqué mis gafas con la mirada. <<¿Dónde están?>>; Estela vio que avanzaba, y se puso enfrente de mi. Entre la puerta y yo.- Quita. Tengo que ir a comprarme un ticket para el avión. No puedo esperar más. Y no sé si tendrán a estas horas.
-Te acompaño- me respondió con tono decidido.
La miré de arriba hacia abajo, y le planté un beso en los labios. No estábamos tan separados, lo suficiente para besarnos. Cuando me separé de ella, me miró más decidida aun.
-No te creas que con un beso me vas a hacer cambiar de opinión. Te conozco bastante bien…-me quitó las llaves de la habitación con un movimiento rápido, y miró al fondo de la habitación- Tus gafas están allí.

Ella me acompañó montada en mi moto hasta el aeropuerto. Tuve que esperar a sacar el ticket, porque había mucha gente en la cola. Estela me observaba con los brazos cruzados por debajo del pecho esperando una explicación, pero yo no tenía pensando darle la verdadera. Parecía todo una barbaridad. Mentiras por todos los lados, y una persona sabía la verdad.
Rachel.
Me hacía gracia, porque en los días anteriores me estaba bañando con una chica espectacular en la piscina de su mansión… Y ese día, estaba comprándome un ticket para irme de vuelta a mi pueblo. Al darme el chico el ticket, una sonrisa apareció en mis labios aunque la quise borrar. Una sonrisa por volver a ver mi casa, al sitio donde había pasado mi infancia y no había vuelto desde la muerte de mi madre, por ver a mis amigos y a mi entrenador personal. Los echaba de menos en realidad, sobre todo ver a Toni, Jonathan, Tom… Y también a mis amigas desde siempre, como a Yolanda, Valeri, Shasa…
Me apoyé en un muro, y me quité las gafas de sol.  Mis ojos recorrieron el cuerpo de Estela, parándose en cada lugar donde habían estado mis labios. Ella también me estaba mirando pero con el ceño fruncido. ¿Estaba cabreada? Pero si a ella no le había hecho nada malo. Quizás… Claire le había contado que nos habíamos liado en el hotel…
Sin darme cuenta, me mordí el labio.
-¡Ah!- me toqué el labio con el dedo- Joder.
Me había hecho sangre al mordérmelo tan fuerte.
Estela vino hacia mi con paso rápido, y me observó el labio con una expresión que no pude describir. 
-Estás nervioso- me dijo agarrándome la cara con ambas manos para ver mejor el labio.
-Pues… No, ¿por qué?
- No te vayas.
-¿Otra vez, Estela? Tengo que irme.
-¿Por qué?
<<Esa pregunta no te la puedo contestar>>, pensé. No podía contarle la verdad aunque me estuviera amenazando.
-Ya te lo dije- le contesté lo más tranquilo que pude.
El una pantalla enorme, salió el nombre de mi vuelo, y decía que estaba a punto de salir. Le di un beso en la frente a Estela, y me separé de ella. De nuevo, nuestra relación se rompía. Anduve mientras me imaginaba a Rachel. Verla otra vez, sin duda era lo mejor que podía pasar. Mi moto la iba a mandar Estela a mi propia casa, mediante sus “contactos” como había dicho ella.
Cuando subí al avión, me estiré en el asiento. Estaba en la parte, pegada a las pequeñas ventanas. Miré como la gente llevaba las maletas, pero dejé de mirar aquello. Miré al frente del asiento, y susurré:
-De vuelta a casa.



miércoles, 27 de julio de 2011

Capítulo 21: Odio mi vida

Odio, odio, odio… ¿Tan difícil es decir esa palabra cuando la tienes que decir? Piensas en esa palabra, pero no puede salir de tus labios. Pues eso me pasaba a mi, con mi vida. Era de momento un desastre porque no tenía un rumbo fijo ni nada por el estilo.
Cogí la moto para irme a una tienda donde me pudieran vender algunas cosas, y entre ellas estaba un ordenador portátil. Me perdí un poco por las calles de Madrid, pero después de preguntar a unas cuantas personas, llegué a una tienda pequeña donde ponía: Electrodomésticos. Entré en ella con las gafas de sol puestas. Ese día iba vestido con ropa que me había comprado Estela. Algunas cosas no eran mi estilo, pero me las puse por no hacer el feo. Llevaba unos pantalones piratas blancos, un jersei azul celeste de manga corta y acompañados por unas converses bajas de color negro.
Esperando en el mostrador, había una chica joven. Su pelo era negro y liso, y sus ojos eran casi negros. Me quedé mirándola embobado.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?- me dijo, apoyando ambas manos en el mostrador de cristal.
-Hola… Hum…- miré a mi alrededor- Quiero un ordenador portátil, lo único que no se cual es el mejor.
-Vamos a ver lo que hay por aquí.
Me enseñó casi veinte ordenadores, pero solo me gusto uno. Era blanco, y era también de una marca muy conocida. Le pagué a la chica, y no esperé nada para probarlo. Enfrente de la tienda, había una cafetería. Me encaminé hacia allí, y cuando entré vi un cartel donde ponía:
Wifi por solo un refresco.
Le pedí al chico de la barra, que me diera una cerveza. Cuando me la dio, me fui acompañado del ordenador, al fondo de la cafetería. Necesitaba tranquilidad para mirar el correo electrónico. Quería saber si mis amigos me habían escrito, ya que me fui sin despedirme de nadie. Al entrar en el correo, vi como cien mensajes en la bandeja de entrada, pero solo me quedé con los de mis amigos. Habían varios de Toni, mi mejor amigo desde hacía muchos años. Pero me llamó la atención dos que ponía como título: Urgente.
Decía así:
¡Ey! ¿Dónde estás, tío? Aquí estamos todos preocupados por ti, pero el móvil ni lo coges. Contesta al mensaje.
Seguí mirando, y había otro mensaje de él:
Llevas una semana sin contestarme al otro mensaje, y ya hace como dos meses que te fuiste por arte de magia. Contéstame pronto, amigo. ¡Ah! ¿Sabes que tengo una sorpresa cuando vengas? ¿Te acuerdas de una chica que te dejo tirado más veces que en toda tu vida, en el instituto? Hanna a preguntado por ti. CONTESTA 
Por suerte, si que me acordaba de ella. Pero dejé ese recuerdo cuando vi a Toni conectado.
Fiesta dice:
¡Raúl! ¿Tú aquí? Te daba por muerto.
No pienses dice:
Que va Toni. No te olvidaras de mi tan fácilmente. ¿ Es verdad lo que dices en el e-mail? Fiesta dice:
Si, tio. La tía más buena del instituto pregunta ahora por ti. No me lo creo.
No pienses dice:
Espero que este igual… Hanna me hizo pasarlo fatal en el instituto. Nunca se intereso por mi, sino por chicos que tocaban la guitarra. Menuda chorrada. Y encima que iba al equipo de fútbol y todo solo para impresionarla. Esto es…
Fiesta dice:
Ya ves. Pues me dijo Paul que se iba a quedar bastante tiempo. Porque vive ahora en Nueva York ¿sabes? Esa chica a conseguido unos de sus sueños, ser nadadora profesional. Menuda… A todo esto, ¿Dónde estas?
No pienses dice: 
No te lo creerías. Estoy en Madrid con mi ex novia. ¿Te acuerdas de Estela? ¿La pedazo chica que parecía una modelo? Pues ahora estoy con ella por aquí.
Fiesta dice:
Tú tienes mucha suerte…Bueno, ya hablaremos cuando vuelvas. Que te tengo que hacer una fiesta de estas que duran tres días. Adiós, Raúl.
En mis labios se dibujo una sonrisa. Toni era un buen amigo, y me había ayudado en muchas ocasiones. Y luego me vino la imagen de Hanna. Era de estatura media, con el pelo castaño y tenía unos ojos grandes pero era muy guapa. En el instituto estuve muy enamorado de ella. Yo no practicaba natación en la piscina del instituto, solo iba a fútbol y al gimnasio cuando quería. Además, corría todas las noches una hora con mi madre. Pero Hanna era cien por cien deportista. Practicaba el atletismo y había conseguido numerosos trofeos participando en campeonatos. Pero también sabía muy bien nadar,  y de esto último lo comprobé yo mismo una vez.
Fue un día por la tarde. No tenía nada por la tarde, y decidí irme con Toni al instituto para ver si podíamos ligar un poco. Aunque siempre lo conseguíamos… no se como. La piscina y los demás campos de fútbol los dejaban abierto para poder entrenar los de las competiciones. Y ese día, Hanna estaba en la piscina. Yo ya no sabía como ligar con ella y captar su atención… Entonces, tuve una idea que al final no salió muy bien. Me llevé un bañador, y cuando entré en la sala donde estaba la piscina, vi a Hanna hablando con unas amigas. Ninguna se percató de mi presencia, y entré en el vestuario para ponerme el bañador. Al salir del vestuario, Hanna ya estaba metida en el agua. Nadaba de punta a punta de la piscina, con una rapidez asombrosa. Me metí en un carril cerca de ella, y esperé a que se esperara en el bordillo. Cuando la vi llegar, miré hacia atrás, donde estaba Toni y mis amigos. Me miraban con diversión, pero aquello de gracioso no tenía nada. Paró junto al bordillo, y se colocó bien el gorro.
-Hola, Hanna.
-Hola… Hem…- me miró con el ceño fruncido.
-Soy Raúl, voy a tu clase de matemáticas…
-Ah, si. ¿Nadas tú también?
-¿Yo?- oí las risas de mis amigos por detrás- Sí, nado bastante bien.
-Yo también. ¿Quieres que hagamos una carrera?
Tragué saliva. ¿Carrera? Yo no sabía nada, era un patoso en el agua. Pero era mi oportunidad…
-Sí, claro. Te voy a machacar.
<<Raúl, cállate ya. Que te vas a quedar en ridículo>>
Pero no me hice caso ni a mi mismo. Hanna dio la salida, y empezó a nadar. Yo salí detrás de ella, pero no llegué ni a la mitad de la piscina. Me quedé en medio, cansado y apunto de ahogarme. Menos mal que me agarré al bordillo que había a mi lado, o sino me hundo. Ella se quedó mirándome.
-Ya veo lo bien que nadas….- y se alejó de mi.
Después de ese día, me hizo menos caso aun. Y tuve que soportar las bromas de mis amigos.
Un sonido salió del ordenador, y lo miré con curiosidad. Tenía un nuevo mensaje. No llevaba ningún título, y lo abrí:
Bonita casa. En serio, preciosa. Tu madre tenía muy buen gusto para la decoración… Pero muy malo para las contraseñas. ¿A quién se le ocurre ponerse de  contraseña “cocina”? Solo a Isabelle. Estoy en la casa de tu infancia, en donde has vivido tanto tiempo. Que lastima que ya no estés aquí para darte una buena paliza, cabrón. A mis hijas las tienes destrozadas, no sabía que habías vuelto por España solo para verlas y joderles la vida. Cuando te encuentre, prepárate. Porque nadie se escapa de Alejandro. Sufre, Raúl.
-Imposible…- miraba el mensaje asustado. Como si fuera un fantasma.
Saqué el móvil del bolsillo, y empecé a marcar el número de Rachel. 



miércoles, 20 de julio de 2011

Capítulo 20: Pasa el tiempo...

Tanta libertad puede causar problemas que no se pueden solucionar por ti mismo. Esa libertad, te crea un honor y un orgullo que nunca lo querrás perder. Ese orgullo provoca peleas que a veces duran el tiempo suficiente para romper una relación.
Abrí los ojos y sentí como la oscuridad caía encima de ellos. Una respiración se oía a mi izquierda. Pasé la mano por un pelo liso y corto. De nuevo a la realidad. Me levanté de la cama y empecé a vestirme. Cuando terminé, salí de la habitación en silencio. Andando por el pasillo a las seis de la  mañana me resultaba confortable. Sin ruidos, sin gente que hablaba… Solo el ruido del tráfico. Entré en el ascensor, y cuando las puertas se cerraron, di un suspiró largo y cansado. Los pensamientos hacía Rachel se habían multiplicado desde que me había acostado con Claire. Eran pensamientos malos y buenos, aunque iban acompañados de sentimientos y recuerdos felices. Un recuerdo fue cuando estuvimos paseando por las calles de Madrid. Ella se fue a hacerse una foto, y yo me quedé sentado en el borde de una fuente impresionante. Me dijo que le sacara la foto, y yo lo hice. Pero cuando vino, se tiró encima de mi, y nos fundimos en un profundo beso.
Las puertas del ascensor se abrieron, y pude ver como los sirvientes del hotel empezaban a limpiar la entrada. Salí del ascensor, y saludé al recepcionista. Al salir del hotel, un aire caliente invadió mi cara. Miré a ambos lados de la calle, y a mi derecha pude ver a María, la chica que había conocido en el ascensor. Parecía enfadada, porque daba demasiadas caladas a su cigarro hasta no poder absorber más.
-Hola, señorita- le saludé, sentándome a su lado.
-Hola, Raúl- me contestó seria.
Tiró el cigarro al suelo con asco, y lo piso.
-¿Qué hace vos por acá?- me preguntó mirándome.
No me había dado cuenta, que María no iba vestida como la vi la última vez. Llevaba un vestido blanco ajustado, y en la muñeca derecha estaba llena de pulseras de diversos colores que le daba un toque más joven.
-He salido a despejarme un poco.
-Hum…-me pilló mirándole las pulseras- ¿Te gustan?
-¿Las pulseras? Sí, son fantásticas. Me gusta mucho llevar alguna que otra de mis amigas.
-Ahora no llevas ninguna- me recordó.
Me miré la muñeca sorprendido.
-Me las dejé en mi casa. Mierda.
-Tranquilo…- se quitó una de la muñeca, y me la dio.- Para ti.
-Gracias, María.- me la puse, y la miré confuso- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
-He tenido algún que otro problema personal…
-Ya veo… Esos son los peores.
-De novios, mejor dicho.
-¿Perdón?
-El problema se trata con mi ex novio. El niño dice que quiere irse a Argentina conmigo, pero yo ya le dije que no quiero nada con él ni con su familia.- cerró un momento los ojos, y cuando los abrió de nuevo, estaban inundados de lagrimas. No conocía de nada a aquella chica, solo la había visto dos veces, pero sabía como se sentía. Le pase un brazo por la espalda y le apreté contra mi- Y encima,- continuó- me dice que yo he tenido la culpa de que  nuestra relación se haya roto… y fue él.
-Venga, tranquila. No pasa nada, siempre puedes tener a más hombres detrás de ti con lo guapa que eres.
-¿Vos lo crees?
-Claro que lo creo.
Nos dimos un abrazo. Supuse que dándole un abrazo se sentía mejor, y lo logré.
Cuando terminé de hablar con ella, la vi un poco más contenta. Después, cuando subí a la habitación todo cambió.
Al entrar a la habitación, vi a Claire sentada en la cama con cara de enfadada. Cerré la puerta y caminé hacia ella.
-¿Qué ha pasado para poner esa cara?- le pregunté estirando el brazo para acariciar su mejilla.
-No me toques- me apartó la mano de un manotazo- ¿Dónde estabas?
-Bajé a dar una vuelta y a tomar un poco el aire.
-Ah, vale. Haber si lo entiendo… Hum…. ¡Tomas el aire dando abrazos a otras chicas!
-¿Qué? ¡¿Pero qué te pasa?!
-Te he visto con esa chica abajo. Hay muy buenas vistas desde la ventana.- se levantó de la cama, y empezó a vestirse.- Yo me voy.
-No, Claire. Por favor…
-Olvídate de mi. No sé como me pude fijar en un tío tan cabrón y mentiroso.- se vistió en nada de tiempo, y caminó hacia la puerta.
-Espera.- me puse entre la puerta y ella.
-Quítate- me ordenó.
-Por favor…
-¡Ahora!
Hice lo que me ordenó, y me pegué a la pared de la habitación. Respiraba con dificultad, y me sentía mareado. Vi como el suelo venía hacia mi, pero no sentí nada cuando mi cabeza chocó contra el suelo.
Un dolor fuerte se extendía por mi cabeza. Tosí varias veces, y salió un hilo de sangre de mi boca. Me toqué el labio, y exclamé algo indeseable. Me había hecho un corté en el labio inferior y sangraba. Mi móvil no paraba de sonar. Me levanté para cogerlo, pero dejó de sonar. Me fui al baño, y me miré al espejo. <<Necesito una ducha>>, pensé tocándome la cabeza.
Mientras me duchaba, mi mente me hizo una broma que no me gusto. Jugó con mis recuerdos, haciendo que me quedara quieto al instante.
Mi madre me hablaba desde la cocina, diciéndome que la merienda la tenía puesta en la mesa. Yo iba, y me sentaba en la silla. Mi madre, tan risueña como siempre, se sentaba enfrente de mi y me contaba lo que había hecho en todo el día. Yo la escuchaba con suma atención, porque me encantaba que me contase todo lo que había hecho. Pero aquel día, a mi madre se le apagó la voz de repente. Se quedó mirando la mesa, y una lagrima cayó al mantel.
-Mamá, ¿Qué te pasa?
Me acercaba a ella, pero su sonrisa volvió a salir de la nada.
Yo para entonces tenía ocho años, y no entendía que aquel día mi madre lo había pasado mal. Le habían amenazado de muerte por haber topado el coche de un tipo que tenía mucho dinero. Pero yo no sabía ni quien era. Mi madre se llamaba Isabelle, era una mujer atlética y guapa. Siempre había cuidado su físico, pero no era una obsesiva con la dieta. A sus catorce años, ya estuvo trabajando con mis abuelos en una frutería que tenían en el pueblo donde nací. Pero… la frutería cerró cuando mis abuelos murieron y mi madre se puso triste.
Tres pequeños golpes se oyeron por toda la habitación. Miré la puerta, y y fui a abrir. Cuando lo hice, me encontré con una pistola en la frente.
-Entra- la misma voz  que me había hablado muchas veces, me ordenaba que entrase a la habitación.
La reconocería por tantas cosas que no fue necesario decir su nombre. Sus rasgos japoneses se notaban más con la luz de la mañana. Cerró la puerta tras de ella, y apareció en sus labios esa sonrisa que me resultaba tan difícil de identificar.
-Te veo en una fiesta con las anfitrionas; no me llamas cuando te pilló mirándome; no me hablas tampoco… Encima, te acuestas todas las noches con la hija de un multimillonario, ¿y no me dices nada? Nuestra amistad se está rompiendo, Raúl.
Quité el cañón de la pistola de mi frente, pero Okiyo me lo volvió a poner.
-No te digo nada…- me reí un rato- Soy yo  el que miento a un famoso multimillonario diciéndole que otra persona, que es inocente, a matado a su hijo. Soy yo; También soy yo el que viene cuando le da la gana, apuntando con una pistola a otra persona. Soy yo de nuevo.
-¿Me estás acusando por lo de Stefan? ¡Te iba a matar!
-¡Pero hay otras maneras de salvarme!
-No me grites- su tono de voz, hizo que me callara. Sabía como era Okiyo, su carácter era fuerte, y si se descontrolaba… podía pasar algo malo en cualquier momento.- Hum… eso de ir mintiendo a la novia está muy mal, ¿ no Raúl?
-No metas a Rachel en esto.
-Venga… si fuiste tú quien empezó este maravilloso juego de chicas. Hoy me beso contigo, mañana me beso con tu vecina, al otro día con tu hermana…
-¿Qué quieres?
Su mirada recorrió todas la habitación, y se centró en la cama.
-Hagámoslo.- me contestó divertida.
-Tú estás loca.
-Venga, Raúl. Si tienes ganas.- se acercó a mi y empezó a quitarme los pantalones.
Le di un empujón, y me los volví a abrochar.
-No, Okiyo. Hoy no.
-¡Quiero ahora!
-No me puedes obligar a hacer algo que no quiero.
Esa chica era muy extraña. Entraba con una pistola seria, luego se reía, y me decía que lo hiciéramos en ese mismo instante… ¿Pero le faltaba un tornillo o qué?
-Pues… otro día- me dijo bajando el arma.
-Vale. Ya te llamaré cuando pueda.
-Más te vale.
Abrió la puerta, y se guardó la pistola detrás de la espalda. Cuando cerró la puerta, me pase las manos por la cara nervioso.
¿Qué estaba haciendo?

viernes, 15 de julio de 2011

Capítulo 19: Muchas Relaciones

Al día siguiente, mientras me duchaba, sonó mi móvil. Lo oí desde la ducha, y tuve que dejarlo sonar. Se oyó como un sonido indicaba que había saltado el contestador. A continuación, la voz de Rachel sonó por toda la habitación. Cerré el grifo con rapidez, y empecé a salir de la ducha. Mientras tanto, mi novia hablaba: 
-Veo que no estás. No pasa nada, espero que leas éste mensaje. ¿Cómo vas con las hermanas? Yo voy bien con mi padre porque estamos fabricando una nueva moto con más cilindrada, y necesitamos un poco más de tiempo. ¿Sabes? Te echo de menos. Me quedó parada cuando me vuelvo en la cama para verte.. Pero no estás. Llámame cuando lo oigas. Un beso.
Estaba saliendo del baño, cuando Rachel colgó. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella, y ahora que me llamaba…. No lo pude coger. Miré las gotas que caían al suelo de la habitación, y empecé a secarme para recibir a Claire.
Ya estaba vestido cuando me informaron que una señorita subía a mi habitación. Yo llevaba puesto unos pantalones negros vaqueros, unos zapatos negros y una camisa azul de  manga corta. Esa camisa me la regaló una de mis mejores amigas por mis veintidós cumpleaños. Era muy triste recordar a mis amigos porque hacía tanto tiempo que no lo veía… A veces me sentía vacío. Me miré al espejo que había en el dormitorio, y me pasé la mano derecha por la barbilla. Me había quitado la poca barba que tenía, y me sentía un poco más joven. Parecía un chico de diecisiete años y no de veintitrés.
Las seis de la tarde eran ya, y Claire no subía. <<¿Dónde se ha metido?>>, pensé peinándome el pelo. Era sábado por la tarde, y éste día en España era agobiante. La gente salía durante todo el día, y si ibas a un sitio a comer, te encontrabas con que no había sitio. Pero yo no iba a salir ese sábado. Solo iba a esperar a mi nueva invitada y dejar que pasara lo que tenía que pasar. Se oyeron tres pequeños golpes en la puerta, y fui a abrirla. Delante de mi apareció Claire vestida con  unos vaqueros rotos grises, una camisa con un dibujo en el centro y con unos tacones que me impresioné cuando los vi. Su pelo rubio estaba suelto, y se notaba como se había pintado la raya para los ojos.
-Bienvenida a mi habitación- le dije, y puse una sonrisa.
Me aparté a un lado, y cerré cuando paso. Mis ojos recorrieron todo su cuerpo, y pensé en Okiyo. No fue un pensamiento negativo, sino al revés. Me acordé de las noches excitantes con la japonesa… Y también me vino a la mente la noche en la piscina con Estela.
Claire se sentó en la cama, y cruzó las piernas. La observé, mientras servía un poco de ron en dos vasos grandes. Menos mal que miré un momento el vaso para parar de echar ron. Me senté a su lado, y le di su vaso. Bebimos sin decir nada. Hasta que me levanté para dejar el vaso.
-¿A dónde vas?- me preguntó.
-A dejar el vaso. ¿Por?
-Ven.
Hice lo que me pidió. Fui, y me paré enfrente de ella. Sus ojos transmitían una atracción que era muy difícil de soportar. Me acosté encima de ella poco a poco, y le besé varias veces. Sus manos recorrieron mi cuerpo por detrás, y se pararon en mi culo. Tumbados en la cama, nos besamos con más energía. Era tan deseable… Que no dude en quitarme la camisa. La ropa caía a los lados de la cama, y nuestros gemidos se escuchaban. Rodeé a un lado, y ella se sentó encima de mi. Me miró un momento, y volvió a besarme. Luego sus labios bajaron por mi cuello.
A las nueve de la noche ya habíamos acabado. Pero cuando su cabeza se apoyó en mi pecho, una frase me vino a la mente:
“Te echo de menos”

viernes, 8 de julio de 2011

Capítulo 18: Fiesta tras fiesta...

Estela me cogió de la mano.
-¿Has visto? Todo esto es de nuestra familia…- me contestó emocionada.
-Demasiado lujoso para mi.
Íbamos caminando por los jardines de la mansión de Claire. Ésta nos había invitado para pasar el día allí,  y Estela había aceptado encantada. Aunque yo no estaba muy contento, porque no sabía si Estela se daba cuenta que su hermana ligaba conmigo. Además, ya hacía un mes que Rachel se había marchado para EE.UU. y yo seguía durmiendo a veces en el hotel, aunque también me quedaba en la casa de Estela. Sinceramente, estar con ella de nuevo después de tantos años, era casi una maravilla; porque era como tener a mi modelo romántica personal.
-Bueno… La decoración la eligió mi hermana. Al igual que el coche principal- me lo estaba contando mientras volvíamos a la piscina.
-Me gusta el coche principal- me paré en seco, y ella se quedó enfrente de mi mirándome.
-¿A si?- me dio un beso- Si no lo has probado, tonto.
Me reí porque en realidad si que lo había probado. Fue en él, donde Estela y yo hicimos el amor por primera vez. Aquella noche la seguía recordando porque me lo pase muy bien…Pero también me recordaba que desde ese día, no la vi durante dos meses porque se puso enferma de gravedad. Los médicos no le decían nada claro, y me prohibieron verla. Y después de esos dos meses, corté con ella. Nuestra relación romántica se tiró por un barranco. Y en ese instante la veía junto a mi, y no lo creía.
Estela y yo nos besamos apasionadamente. Al estar todo el mundo metido en la piscina y nosotros solos, nos daba igual. En verdad, Estela nunca me besaba en público. Cuidaba mucho su imagen dado su trabajo, y también me hizo cuidar la mía cuando salí con ella. Tenía que ir vestido con ropa cara y elegante. Nada de ponerse un pantalón de chándal y ya esta… No. Las revistas del corazón nos sacaban con el título de:
“Nueva pareja Brulloti”
Pero se equivocaron. Yo no estaba para casarme… y menos a esa edad. Mientras nos besábamos, la voz de Claire nos llamó desde la piscina. Era la hora de comer.
En la mesa había todo tipo de comidas y platos. Entre ellos se encontraban productos españoles como el jamón serrano y también productos franceses como un tipo de queso. Me senté entre las dos hermanas. Tenía a Estela a mi derecha y a Claire a mi izquierda. Al lado de ésta, estaba David. Delante de mi, había un hombre alto y bastante musculoso. Su acompañante, una mujer con un cara demasiado alargada pero con buen cuerpo, era la empresaria Jennifer Griff; una mujer que había llegado a los más alto a sus treinta años de edad. Su marido era cocinero de un lujoso restaurante a pesar de su físico. Se llamaba Robert, y no me costó nada ver como cuidaba la comida.
Me presentaron a los veinte invitados que había, y empezamos a comer. Todo estaba muy bueno, y comiendo el postre la gente empezó a hablar con mas confianza.
-Todo muy bueno, Claire. Te felicito por tu comida- le felicitó un hombre anciano.
-Gracias, Eduardo. Me alegro que todos pudieseis venir- Claire alzó su copa de vino- Un brindis por todos.
Todos levantamos las copas, y bebimos a continuación.
-Y Raúl… ¿Cómo conociste a estás hermanas?- me preguntó Harrison.
Éste era un escritor muy conocido entre los españoles. Había publico libros como: “Un día y una noche” y “ Los titanes”, entre algunos. Era un chico delgado pero tenía una novia muy guapa. A veces me impresionaban las chicas demasiado…
-Las conocí gracias a mi aspecto- contesté riéndome. Los demás se rieron, y seguí- No, es broma. Conocí primero a mi Estela, y después a su hermana pequeña.
-¡Que tampoco soy tan pequeña!- me interrumpió Claire.
-Si bueno…- comentó Estela.
-Pero por lo que he visto en las revistas esas de los famosos, vosotros estuvisteis juntos ¿no?- una chica de mi edad más o menos nos preguntó mirándonos a los dos.
-Sí- contestó la hermana mayor- La verdad que fue algo extraño.
-¿Por?- pregunté yo sorprendido.
-Ten en cuenta que tu no estabas en mi grupo de amigos. Eras un chico normal y corriente, pero guapo que conste.
-Y te entre por los ojos- le recordé. 
Me miró como si estuviera cabreada.
-¡Claro que me entraste por los ojos! Con tu pelo rizado- y se rió.
-¿Lo tenías rizado? Oh…- dijo otra chica.
-Aunque necesitó mis consejos…- inquirió Claire dejando su copa en la mesa.
Todos nos reímos de nuevo. Me pensaba que aquella comida no me iba a gustar, pero me equivoqué. Me divertí a la vez que conocía a gente muy interesante. Y me lamenté, porque ya no me acordaba de Rachel. Muy rara vez extrañaba sus besos y abrazos, pero Estela me recompensaba de otra manera mas íntima. Terminó la comida y Claire me llamó desde la cocina. Cuando llegué, me la encontré sola en la cocina, y con dos copas en cada mano. Los demás invitados estaban de nuevo metidos en la piscina, donde Harrison imitaba al presidente.
-¿Te ha gustado la comida?- me preguntó la hermana pequeña dándome la copa.
-Sí, muy bueno todo. ¿Me has llamado para algo?
Asintió con la cabeza. Se apoyó en la encimera, y bebió de la copa.
-Quiero preguntarte algo.
-¿El qué?
-Solo una pregunta- me aseguró. Me dijo que me acercara- ¿Te gusto?
-¿De qué hablas?
Me quedé de piedra. ¿Le gustaba a ella? No me podía creer, el plan iba a salir mejor que nunca. Me preguntó de nuevo, y le respondí:
-Eres guapa. Y para nada eres mala persona ni nada de eso. Te conozco desde hace mucho tiempo, y siempre me has parecido una chica interesante.
-Entonces…- me tocó la barbilla con sus dedos- Si te digo que me beses ahora, ¿lo harías?
-Aquí no.
-¿Y en otro sitio?
Estuve a punto de contestarle, pero David entró en la cocina con una bandeja llena de copas. Nos miró con una sonrisa. Miré lo alejada que estaba  Claire, y resulta que me había hecho hacía atrás al oír los pasos de su novio. Por poco no me había pillado. David dejó la bandeja en la encimera, y miró a su  novia.
-La piscina está muy animada, ¿vas?
-Sí, voy ya.
Él asintió con la cabeza, y salió de la cocina con paso rápido. Claire me miró con una sonrisa de felicidad, y me dijo al oído cuando se acercó:
-Mañana espero ese beso en tu hotel.
Se apartó, y vi como se alejaba. Mañana pasaría algo, me dije, lo sabía. Tenía ese presentimiento de que David sospechaba algo pero yo no tenía nada con Claire.
De momento…

domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 17: “Dos hermanas, una novia y una asesina. ¿Con quién te quedas?”

Después de una hora conduciendo para ir al hotel, acabé cansado. Pero pensar que era la última noche que veía a Rachel, me daba ánimos para abrir mis párpados. Subiendo por el ascensor pensé en ella de nuevo. Dos días sin verla, sin tenerla entre mis brazos, sin rozas sus labios con los míos… ¿Podría ser peor? Quizás sí. Podría ser peor no verla durante más tiempo, no sentirla ningún día… Eso me dejaría destrozado. Aunque tuviera a las demás, aunque tuviese a las dos hermanas más guapas y a Okiyo; me sería imposible soportarlo. Sin duda la quería. A ella más que a todas. Rachel era ya una parte de mi corazón. No supe si me estaría esperando o no, pero cuando salí del ascensor, una chica me paró en seco. Era la misma chica que conocí en el ascensor la última vez…
-Hola. ¿Vos por acá?- me preguntó, con una sonrisa.
Iba vestida de una manera… ¿adolescente? Esa chica no tenía veintitrés años como yo, sino un poco más.
-Hola… Lo siento por no haber ido el otro día.
-Ah, no. No pasa nada-hizo un gestó de negación con el dedo índice- Venía a disculparme. Yo tampoco pude ir, problemas de trabajo…
-¿Has ido a mi habitación?- no sé por que lo pregunte, la verdad.
-Sí-miró hacia atrás por encima del hombro,  y me miró de nuevo- No me abriste.
-Ya… es que no estaba, señorita.
-Lo sé- se rió- Que raro que no preguntes donde trabajo.
-No me interesa. No obligo a nadie a contarme sus cosas.
-Soy abogada, encantada- me tendió la mano, y yo se la estreché.- Para cualquier cosa.
-Soy Raúl- dije andando hacía delante. Me puse a su lado- Me tengo que ir… Un placer, señorita.
-María, mejor.-me guiñó un ojo, y siguió con su camino.
No me paré para mirarla un rato más.

De nuevo en la habitación 348, de nuevo en esa habitación donde habían pasado tantas cosas. Cerré la puerta al entrar, y al volverme vi a una chica durmiendo en mi cama. Su respiración era lenta y calmada. Me acerqué despacio, sin hacer ningún movimiento que pudiera despertarla. Me quité los zapatos, y la camisa antes de acostarme al lado de Rachel. Era ella, porque reconocía ese olor a vainilla, ese pelo liso, ese cuerpo hermoso…  No podía resistirme a besarla, abrazarla… Era como si fuera mi bebida y mi comida. Si no la bebía, no me sentía bien. Le pase la mano por su pelo liso, y provocó que ella diera bostezo. Sonreí cuando se volvió para mirarme.
-Me pensaba que estabas durmiendo…- le confesé tocándole la mejilla con los dedos.
-Me has despertado. Tardabas mucho.
Y era cierto. Habíamos quedado a las nueve allí, pero eran casi la una de la madrugada. Por culpa del tráfico no llegué a tiempo.
-Lo siento-le di un beso en la frente. Fue suave, dejando que mis labios se posaran con cuidado en su piel.
-¿Cómo te escapaste de las hermanas?-me preguntó entre risas.
Le miré con una ceja arqueada.
-Tengo trucos. ¿No lo oíste?
-No. Lo desactivé un momento. Tenía que llamar a mi padre.- se apoyó con el codo en la cama, y posó su cabeza en la mano- No me gusta verte ligar con ellas.
-Lo sé, cariño.
-¡Y lo haces!
-¿A que viene esto?
-¿Ya no me quieres?
<<¿Qué está diciendo? ¿Qué no la quiero?>> Ella lo era todo para mi.
Me acerqué a ella, y le besé en los labios. Rachel se apoyo en mi, y acompaño mi beso con una caricia por mi pelo. Me tumbé boca arriba, y ella se puso encima de mi. Me besó por el cuello, y por la boca. Le quité con cuidado la camisa azul que llevaba. A continuación me incorporé, quedando los dos sentados, yo en la cama y ella encima de mi. De nuevo nos besamos. Nuestros cuerpos juntos de nuevo, nuestros labios cerca después de tanto tiempo. Me tocó en el sitio donde estaba mi corazón, y me miró con una sonrisa. La cogí de la barbilla con dulzura,  y le acerqué a mi. Nuestras  lenguas se tocaron cuando nos besamos, pero está vez fue con fuerza y pasión.
Al final hicimos el amor en la cama. Me sentía dentro de ella, sintiendo su amor y su cariño. Cuando terminé, ella apoyó su cabeza en mi pecho. La tapé con la sábana para que no sintiera frío, y la miré con todo el cariño del mundo. Se pegó más a mi, y me miró. De mis labios salieron dos palabras que no sabían si eran ciertas:
-Te quiero. 

Un aire caluroso me daba en el rostro. Abrí los ojos un poco, y una luz me cegó. Los cerré de nuevo. ¿Qué era aquello? Una voz, tan suave como una pluma, me habló en el oído.
-Abre los ojos.
Eso hice, y delante de mi vi a Rachel. Su pelo caía a ambos lados de su cara. Sus ojos eran castaños, y eran más brillantes que nunca.
-¿Qué pasa?- le pregunté. Estaba cansado, como si hubiera andado todo el día.
-Estamos en el desierto. ¿No te acuerdas?
-No…
<<¿En el desierto? Cómo…
-Llevamos caminando un buen rato. No tenemos agua…- dijo Rachel tocándose el brazo derecho.
-Espera-me incorporé del suelo, y me levanté. Era cierto. Un desierto se abría delante de mi. A mi lado estaba mi novia, vestida con unos pantalones cortos y una camisa de tirantes que la llevaba manchada de tierra.- ¿Qué hacemos aquí?
Antes de poder contestarme, Rachel dio un grito ahogado. Abrió la boca, y se miró la pierna con los ojos más abiertos de lo normal. Yo también miré su pierna, y exclamé algo que no conseguí recordar. De su pierna, salía un hilo de sangre que me dio arcadas. Dio un pequeño brinco, que me sirvió para ver como una bala le impactaba en la espalda y salía por el pecho. Cayó al suelo casi muerta. Me tiré en la arena asustado, y me acerqué a ella de rodillas. Apoyé su cabeza en mis brazos, y empecé a gritarle para que despertara. Rachel me seguía mirando mientras gritaba, y de sus ojos caían lagrimas… Unas lagrimas que me hicieron daño nada más verlas. Sentía que todo se acababa sin ella… Mi vida no era mejor sin Rachel. Viendo que cerraba los ojos, le di un beso. Al separarme, le grité:
-¡Despierta! No me cierres los ojos ¿vale?- pero era inútil. Cada segundo que pasaba que veía como sus parpados bajaban, me dolía como si fueran horas esperándolo- ¡No, no, no! ¡No me cierres los ojos, Rachel! Mírame…- la última palabra me salió entrecortada. Y era por las lagrimas que corrían mis mejillas, por el dolor que sentía al ver a mi novia muerta. No pude hacer nada para salvarla. Antes de que su vida se consumiera, me miró por última vez. Me sonrió débilmente, y me susurro:
-Te quiero, Raúl…
Al decírmelo por última vez, lloré de nuevo. Mis manos estaban manchadas de su sangre. No eran blancas, sino rojas… Una sangre que no me pertenecía.
-¡Levanta!- me ordenó alguien por detrás de mi.
Dejé la cabeza apoyada en la arena de mi novia, y me levanté poco a poco. Cuando estaba de pie, oí un ruido metálico. Y comprendí que era mi fin cuando una fuerza recorrió mi pecho. 
Ya no vi nada. Solo sentí como caía al suelo blando, y como el poco viento que hacía me daba en la cara.
Ya estaba todo perdido…
Solo se veía oscuridad por todos los lados.

Unas gotas de sudor caían por todo mi cuerpo. Díos mío, ¿Qué había soñado? Las imágenes de la sangre aun estaban presentes en mi mente cuando me desperté en mitad de la noche. ¿Por qué había soñado eso? Miré a mi izquierda para ver a Rachel, pero ella no estaba. No había nadie a mi lado.. Ya se había ido. De varias vueltas en la cama para volver a dormirme, pero sin éxito. Hubo un momento, que me miré las manos. Estaban limpias, sin nada de rojo. Todo estaba normal aunque tenía la sospecha de que algo me hico soñar lo de aquella noche.