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miércoles, 27 de julio de 2011

Capítulo 21: Odio mi vida

Odio, odio, odio… ¿Tan difícil es decir esa palabra cuando la tienes que decir? Piensas en esa palabra, pero no puede salir de tus labios. Pues eso me pasaba a mi, con mi vida. Era de momento un desastre porque no tenía un rumbo fijo ni nada por el estilo.
Cogí la moto para irme a una tienda donde me pudieran vender algunas cosas, y entre ellas estaba un ordenador portátil. Me perdí un poco por las calles de Madrid, pero después de preguntar a unas cuantas personas, llegué a una tienda pequeña donde ponía: Electrodomésticos. Entré en ella con las gafas de sol puestas. Ese día iba vestido con ropa que me había comprado Estela. Algunas cosas no eran mi estilo, pero me las puse por no hacer el feo. Llevaba unos pantalones piratas blancos, un jersei azul celeste de manga corta y acompañados por unas converses bajas de color negro.
Esperando en el mostrador, había una chica joven. Su pelo era negro y liso, y sus ojos eran casi negros. Me quedé mirándola embobado.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?- me dijo, apoyando ambas manos en el mostrador de cristal.
-Hola… Hum…- miré a mi alrededor- Quiero un ordenador portátil, lo único que no se cual es el mejor.
-Vamos a ver lo que hay por aquí.
Me enseñó casi veinte ordenadores, pero solo me gusto uno. Era blanco, y era también de una marca muy conocida. Le pagué a la chica, y no esperé nada para probarlo. Enfrente de la tienda, había una cafetería. Me encaminé hacia allí, y cuando entré vi un cartel donde ponía:
Wifi por solo un refresco.
Le pedí al chico de la barra, que me diera una cerveza. Cuando me la dio, me fui acompañado del ordenador, al fondo de la cafetería. Necesitaba tranquilidad para mirar el correo electrónico. Quería saber si mis amigos me habían escrito, ya que me fui sin despedirme de nadie. Al entrar en el correo, vi como cien mensajes en la bandeja de entrada, pero solo me quedé con los de mis amigos. Habían varios de Toni, mi mejor amigo desde hacía muchos años. Pero me llamó la atención dos que ponía como título: Urgente.
Decía así:
¡Ey! ¿Dónde estás, tío? Aquí estamos todos preocupados por ti, pero el móvil ni lo coges. Contesta al mensaje.
Seguí mirando, y había otro mensaje de él:
Llevas una semana sin contestarme al otro mensaje, y ya hace como dos meses que te fuiste por arte de magia. Contéstame pronto, amigo. ¡Ah! ¿Sabes que tengo una sorpresa cuando vengas? ¿Te acuerdas de una chica que te dejo tirado más veces que en toda tu vida, en el instituto? Hanna a preguntado por ti. CONTESTA 
Por suerte, si que me acordaba de ella. Pero dejé ese recuerdo cuando vi a Toni conectado.
Fiesta dice:
¡Raúl! ¿Tú aquí? Te daba por muerto.
No pienses dice:
Que va Toni. No te olvidaras de mi tan fácilmente. ¿ Es verdad lo que dices en el e-mail? Fiesta dice:
Si, tio. La tía más buena del instituto pregunta ahora por ti. No me lo creo.
No pienses dice:
Espero que este igual… Hanna me hizo pasarlo fatal en el instituto. Nunca se intereso por mi, sino por chicos que tocaban la guitarra. Menuda chorrada. Y encima que iba al equipo de fútbol y todo solo para impresionarla. Esto es…
Fiesta dice:
Ya ves. Pues me dijo Paul que se iba a quedar bastante tiempo. Porque vive ahora en Nueva York ¿sabes? Esa chica a conseguido unos de sus sueños, ser nadadora profesional. Menuda… A todo esto, ¿Dónde estas?
No pienses dice: 
No te lo creerías. Estoy en Madrid con mi ex novia. ¿Te acuerdas de Estela? ¿La pedazo chica que parecía una modelo? Pues ahora estoy con ella por aquí.
Fiesta dice:
Tú tienes mucha suerte…Bueno, ya hablaremos cuando vuelvas. Que te tengo que hacer una fiesta de estas que duran tres días. Adiós, Raúl.
En mis labios se dibujo una sonrisa. Toni era un buen amigo, y me había ayudado en muchas ocasiones. Y luego me vino la imagen de Hanna. Era de estatura media, con el pelo castaño y tenía unos ojos grandes pero era muy guapa. En el instituto estuve muy enamorado de ella. Yo no practicaba natación en la piscina del instituto, solo iba a fútbol y al gimnasio cuando quería. Además, corría todas las noches una hora con mi madre. Pero Hanna era cien por cien deportista. Practicaba el atletismo y había conseguido numerosos trofeos participando en campeonatos. Pero también sabía muy bien nadar,  y de esto último lo comprobé yo mismo una vez.
Fue un día por la tarde. No tenía nada por la tarde, y decidí irme con Toni al instituto para ver si podíamos ligar un poco. Aunque siempre lo conseguíamos… no se como. La piscina y los demás campos de fútbol los dejaban abierto para poder entrenar los de las competiciones. Y ese día, Hanna estaba en la piscina. Yo ya no sabía como ligar con ella y captar su atención… Entonces, tuve una idea que al final no salió muy bien. Me llevé un bañador, y cuando entré en la sala donde estaba la piscina, vi a Hanna hablando con unas amigas. Ninguna se percató de mi presencia, y entré en el vestuario para ponerme el bañador. Al salir del vestuario, Hanna ya estaba metida en el agua. Nadaba de punta a punta de la piscina, con una rapidez asombrosa. Me metí en un carril cerca de ella, y esperé a que se esperara en el bordillo. Cuando la vi llegar, miré hacia atrás, donde estaba Toni y mis amigos. Me miraban con diversión, pero aquello de gracioso no tenía nada. Paró junto al bordillo, y se colocó bien el gorro.
-Hola, Hanna.
-Hola… Hem…- me miró con el ceño fruncido.
-Soy Raúl, voy a tu clase de matemáticas…
-Ah, si. ¿Nadas tú también?
-¿Yo?- oí las risas de mis amigos por detrás- Sí, nado bastante bien.
-Yo también. ¿Quieres que hagamos una carrera?
Tragué saliva. ¿Carrera? Yo no sabía nada, era un patoso en el agua. Pero era mi oportunidad…
-Sí, claro. Te voy a machacar.
<<Raúl, cállate ya. Que te vas a quedar en ridículo>>
Pero no me hice caso ni a mi mismo. Hanna dio la salida, y empezó a nadar. Yo salí detrás de ella, pero no llegué ni a la mitad de la piscina. Me quedé en medio, cansado y apunto de ahogarme. Menos mal que me agarré al bordillo que había a mi lado, o sino me hundo. Ella se quedó mirándome.
-Ya veo lo bien que nadas….- y se alejó de mi.
Después de ese día, me hizo menos caso aun. Y tuve que soportar las bromas de mis amigos.
Un sonido salió del ordenador, y lo miré con curiosidad. Tenía un nuevo mensaje. No llevaba ningún título, y lo abrí:
Bonita casa. En serio, preciosa. Tu madre tenía muy buen gusto para la decoración… Pero muy malo para las contraseñas. ¿A quién se le ocurre ponerse de  contraseña “cocina”? Solo a Isabelle. Estoy en la casa de tu infancia, en donde has vivido tanto tiempo. Que lastima que ya no estés aquí para darte una buena paliza, cabrón. A mis hijas las tienes destrozadas, no sabía que habías vuelto por España solo para verlas y joderles la vida. Cuando te encuentre, prepárate. Porque nadie se escapa de Alejandro. Sufre, Raúl.
-Imposible…- miraba el mensaje asustado. Como si fuera un fantasma.
Saqué el móvil del bolsillo, y empecé a marcar el número de Rachel. 



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