Mis visitas!!

domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 17: “Dos hermanas, una novia y una asesina. ¿Con quién te quedas?”

Después de una hora conduciendo para ir al hotel, acabé cansado. Pero pensar que era la última noche que veía a Rachel, me daba ánimos para abrir mis párpados. Subiendo por el ascensor pensé en ella de nuevo. Dos días sin verla, sin tenerla entre mis brazos, sin rozas sus labios con los míos… ¿Podría ser peor? Quizás sí. Podría ser peor no verla durante más tiempo, no sentirla ningún día… Eso me dejaría destrozado. Aunque tuviera a las demás, aunque tuviese a las dos hermanas más guapas y a Okiyo; me sería imposible soportarlo. Sin duda la quería. A ella más que a todas. Rachel era ya una parte de mi corazón. No supe si me estaría esperando o no, pero cuando salí del ascensor, una chica me paró en seco. Era la misma chica que conocí en el ascensor la última vez…
-Hola. ¿Vos por acá?- me preguntó, con una sonrisa.
Iba vestida de una manera… ¿adolescente? Esa chica no tenía veintitrés años como yo, sino un poco más.
-Hola… Lo siento por no haber ido el otro día.
-Ah, no. No pasa nada-hizo un gestó de negación con el dedo índice- Venía a disculparme. Yo tampoco pude ir, problemas de trabajo…
-¿Has ido a mi habitación?- no sé por que lo pregunte, la verdad.
-Sí-miró hacia atrás por encima del hombro,  y me miró de nuevo- No me abriste.
-Ya… es que no estaba, señorita.
-Lo sé- se rió- Que raro que no preguntes donde trabajo.
-No me interesa. No obligo a nadie a contarme sus cosas.
-Soy abogada, encantada- me tendió la mano, y yo se la estreché.- Para cualquier cosa.
-Soy Raúl- dije andando hacía delante. Me puse a su lado- Me tengo que ir… Un placer, señorita.
-María, mejor.-me guiñó un ojo, y siguió con su camino.
No me paré para mirarla un rato más.

De nuevo en la habitación 348, de nuevo en esa habitación donde habían pasado tantas cosas. Cerré la puerta al entrar, y al volverme vi a una chica durmiendo en mi cama. Su respiración era lenta y calmada. Me acerqué despacio, sin hacer ningún movimiento que pudiera despertarla. Me quité los zapatos, y la camisa antes de acostarme al lado de Rachel. Era ella, porque reconocía ese olor a vainilla, ese pelo liso, ese cuerpo hermoso…  No podía resistirme a besarla, abrazarla… Era como si fuera mi bebida y mi comida. Si no la bebía, no me sentía bien. Le pase la mano por su pelo liso, y provocó que ella diera bostezo. Sonreí cuando se volvió para mirarme.
-Me pensaba que estabas durmiendo…- le confesé tocándole la mejilla con los dedos.
-Me has despertado. Tardabas mucho.
Y era cierto. Habíamos quedado a las nueve allí, pero eran casi la una de la madrugada. Por culpa del tráfico no llegué a tiempo.
-Lo siento-le di un beso en la frente. Fue suave, dejando que mis labios se posaran con cuidado en su piel.
-¿Cómo te escapaste de las hermanas?-me preguntó entre risas.
Le miré con una ceja arqueada.
-Tengo trucos. ¿No lo oíste?
-No. Lo desactivé un momento. Tenía que llamar a mi padre.- se apoyó con el codo en la cama, y posó su cabeza en la mano- No me gusta verte ligar con ellas.
-Lo sé, cariño.
-¡Y lo haces!
-¿A que viene esto?
-¿Ya no me quieres?
<<¿Qué está diciendo? ¿Qué no la quiero?>> Ella lo era todo para mi.
Me acerqué a ella, y le besé en los labios. Rachel se apoyo en mi, y acompaño mi beso con una caricia por mi pelo. Me tumbé boca arriba, y ella se puso encima de mi. Me besó por el cuello, y por la boca. Le quité con cuidado la camisa azul que llevaba. A continuación me incorporé, quedando los dos sentados, yo en la cama y ella encima de mi. De nuevo nos besamos. Nuestros cuerpos juntos de nuevo, nuestros labios cerca después de tanto tiempo. Me tocó en el sitio donde estaba mi corazón, y me miró con una sonrisa. La cogí de la barbilla con dulzura,  y le acerqué a mi. Nuestras  lenguas se tocaron cuando nos besamos, pero está vez fue con fuerza y pasión.
Al final hicimos el amor en la cama. Me sentía dentro de ella, sintiendo su amor y su cariño. Cuando terminé, ella apoyó su cabeza en mi pecho. La tapé con la sábana para que no sintiera frío, y la miré con todo el cariño del mundo. Se pegó más a mi, y me miró. De mis labios salieron dos palabras que no sabían si eran ciertas:
-Te quiero. 

Un aire caluroso me daba en el rostro. Abrí los ojos un poco, y una luz me cegó. Los cerré de nuevo. ¿Qué era aquello? Una voz, tan suave como una pluma, me habló en el oído.
-Abre los ojos.
Eso hice, y delante de mi vi a Rachel. Su pelo caía a ambos lados de su cara. Sus ojos eran castaños, y eran más brillantes que nunca.
-¿Qué pasa?- le pregunté. Estaba cansado, como si hubiera andado todo el día.
-Estamos en el desierto. ¿No te acuerdas?
-No…
<<¿En el desierto? Cómo…
-Llevamos caminando un buen rato. No tenemos agua…- dijo Rachel tocándose el brazo derecho.
-Espera-me incorporé del suelo, y me levanté. Era cierto. Un desierto se abría delante de mi. A mi lado estaba mi novia, vestida con unos pantalones cortos y una camisa de tirantes que la llevaba manchada de tierra.- ¿Qué hacemos aquí?
Antes de poder contestarme, Rachel dio un grito ahogado. Abrió la boca, y se miró la pierna con los ojos más abiertos de lo normal. Yo también miré su pierna, y exclamé algo que no conseguí recordar. De su pierna, salía un hilo de sangre que me dio arcadas. Dio un pequeño brinco, que me sirvió para ver como una bala le impactaba en la espalda y salía por el pecho. Cayó al suelo casi muerta. Me tiré en la arena asustado, y me acerqué a ella de rodillas. Apoyé su cabeza en mis brazos, y empecé a gritarle para que despertara. Rachel me seguía mirando mientras gritaba, y de sus ojos caían lagrimas… Unas lagrimas que me hicieron daño nada más verlas. Sentía que todo se acababa sin ella… Mi vida no era mejor sin Rachel. Viendo que cerraba los ojos, le di un beso. Al separarme, le grité:
-¡Despierta! No me cierres los ojos ¿vale?- pero era inútil. Cada segundo que pasaba que veía como sus parpados bajaban, me dolía como si fueran horas esperándolo- ¡No, no, no! ¡No me cierres los ojos, Rachel! Mírame…- la última palabra me salió entrecortada. Y era por las lagrimas que corrían mis mejillas, por el dolor que sentía al ver a mi novia muerta. No pude hacer nada para salvarla. Antes de que su vida se consumiera, me miró por última vez. Me sonrió débilmente, y me susurro:
-Te quiero, Raúl…
Al decírmelo por última vez, lloré de nuevo. Mis manos estaban manchadas de su sangre. No eran blancas, sino rojas… Una sangre que no me pertenecía.
-¡Levanta!- me ordenó alguien por detrás de mi.
Dejé la cabeza apoyada en la arena de mi novia, y me levanté poco a poco. Cuando estaba de pie, oí un ruido metálico. Y comprendí que era mi fin cuando una fuerza recorrió mi pecho. 
Ya no vi nada. Solo sentí como caía al suelo blando, y como el poco viento que hacía me daba en la cara.
Ya estaba todo perdido…
Solo se veía oscuridad por todos los lados.

Unas gotas de sudor caían por todo mi cuerpo. Díos mío, ¿Qué había soñado? Las imágenes de la sangre aun estaban presentes en mi mente cuando me desperté en mitad de la noche. ¿Por qué había soñado eso? Miré a mi izquierda para ver a Rachel, pero ella no estaba. No había nadie a mi lado.. Ya se había ido. De varias vueltas en la cama para volver a dormirme, pero sin éxito. Hubo un momento, que me miré las manos. Estaban limpias, sin nada de rojo. Todo estaba normal aunque tenía la sospecha de que algo me hico soñar lo de aquella noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario