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viernes, 8 de abril de 2011

Capítulo 2 Piensa con la cabeza

Me desperté por la alarma del móvil. Reprimí un bostezo con la mano, y me volví para parar la alarma. Al estirarme y querer coger a Rachel por la cintura, me di cuenta que no estaba. Me levanté de la cama de un salto. Anduve descalza y en calzoncillos por el chalet buscando a Rachel. Resultó que me quedé durmiendo en el chalet de ella, y no estaba deprimido… Al contrario. Estaba feliz. La noche anterior había sido estupenda. Oí el pitido de un microondas por debajo de las escaleras altas. Bajé por ellas con paso lento y continuo. Me asomé a la cocina grande y con las paredes blancas.
Allí me la encontré.
Rachel llevaba mi chaqueta de cuero puesta. Le quedaba bien. Se volvió al oír los pasos, y al verme me dijo:
-Me has asustado, Raúl.
Rachel estaba de pie, untando mantequilla en una tostada. Solo llevaba la ropa interior y mi chaqueta. Resultaba tremendamente sexy verla.
-Lo siento- me disculpé andando hacia ella con una sonrisa en mis labios.
Cuado estuve a su lado, la cogí de la cintura por detrás. Ella se dio la vuelta muy lentamente, y me besó en los labios. Su beso fue con ternura.
-¿Sabes?- me dijo- Anoche me lo pase muy bien.
-¿En serio?- los ojos de Rachel brillaban con intensidad por la luz del sol que entraba por la ventana grande de la cocina que daba a un jardín amplio que había detrás del chalet.- Se podría repetir alguna vez mas… Si quieres.
-¿Cómo?- su sonrisa se trasformó en una risita picarona.
-¿Dónde está la ducha?
-Aviso: nunca lo he hecho en la ducha.- me advirtió Rachel. 
Aquella chica era lista… Demasiado. ¿Cómo podría haber adivinado mi plan?
-Siempre hay una primera vez para todo- le aseguré.
Al final, hicimos el amor de nuevo en la ducha. Nuestros cuerpos se rozaban continuamente, e incluso, me lo pase mejor en la ducha que en la cama. Desayunamos como dos niños enamorados. En la mesa había de todo: tostadas, zumo recién exprimido, mermelada… Todo lo necesario para desayunar bien. Nuestras miradas se cruzaban continuamente, mientras guardábamos las cosas en sus respectivos sitios.
-No sé nada de ti, Raúl.- me insinuó Rachel, dejando las tazas en el fregadero.
-Vivo aquí desde mi infancia. Mi madre me cuidó sola, ya que mi padre nos abandonó a nuestra suerte. Hace tiempo de eso…-suspiré.- Pero no pasa nada. Lo superé ya… Y estoy bien. Ahora puedo respirar tranquilo, aunque no por mucho tiempo.
-Vaya… Una historia triste.
-¿Y tú?- le interrumpí mirándola.
-Bueno… Soy la hija de un padre con dinero. Mi padre descubrió éste pueblo gracias a una escapada que hizo con su moto de campo por el mundo. Él es corredor profesional de motos, aunque también trabaja como presidente de una empresa llamada Charl.
-¿La empresa de fabricación de motores y motos?
-Sí. Mi padre es el presidente.
-Buena empresa…- me quedé pensativo.- Un momento… ¿Eres tú la hija de Jeison Hortesen?
-La misma.
-¿La hija del mismísimo…? OH ,dios…- conocía aquella chica.
Era la hija del hombre mas importante en la carrera de las motos. Aquel hombre había ganado miles de premios gracias a sus carreras y a su fábrica.
-Tranquilo- me senté en la silla de metal, y ella se sentó en mis rodillas como una niña pequeña.- No pasa nada. Total, yo no voy a seguir mucho tiempo aquí. Me voy dentro de poco.
-¿Cuánto?
-Dentro de tres horas.
-Pues yo me voy ya.- le confesé con tristeza.
Mientras me vestía, ella me siguió preguntando por qué me iba de allí. Y yo no le dije nada. Lo único que me faltaba. Era que Rachel supiera que unos hombres me buscaban. Le conté lo que paso con mi madre. Con su accidente… Y ella me dijo que tampoco tenía madre. Bueno, tenía pero parecía como si no. Ya que su madre paso de ella cuando la tuvo, y en esos instantes vivía con un hombre fuera de allí.
Cuando estuve vestido, me acerqué a la puerta del vestíbulo con decepción. Por una miserable vez que conocía a una chica que compartía mis mismo gustos, mis mismos hobbies… Se iba. Y yo a otro lado por culpa de mis problemas. Rachel me besó con lagrimas. En mi interior había crecido un sentimiento hacia aquella chica.
-Prométeme que me llamaras cuando llegues a tu destino.-me dijo, cayéndole las lagrimas como la lluvia por los ojos. Sus ojos marrones estaban apagados, tristes…
-Te lo prometo. No te olvidaré, Rachel. Tampoco podré olvidar esta noche, que fue fantástica.- ella bajó la cabeza llorando. Le cogí la cara entre mis manos, y le levanté el rostro para que me mirara.- Eres una mujer especial. Mucho. Eso es lo único que tienes que saber.

Esa misma tarde viajé por todo el estado en dirección a mi nuevo pueblo. Me fui al sitio mas inhóspito y alejado del planeta. El aire me daba de frente mientras conducía con mi moto por las carreteras en mal estado. Las curvas se abrían ante mi.
Derecha.
Izquierda.
Derecha.
Así iba. No pensaba nada mientras conducía, pero un nombre cruzó mi mente con rapidez: Rachel.
Me desvié un instante hacia la derecha donde se abría un barranco de demasiados metros para sobrevivir. Frené con la rueda de atrás, y la moto se movió con brusquedad para la izquierda. Crucé el otro carril, y me choqué contra unos árboles que había en el lado izquierdo. Estuve un rato tirado en el suelo. Mirando el cielo con ternura. Era precioso. Oía el motor de mi moto sonando por detrás de mi. Me levanté del suelo de un salto. No me había hecho nada de milagro. Miré la moto que estaba tirada a pocos metros de mi. La levanté, y la apoyé a un árbol. ¿Qué era aquello? Delante de mi se abría un montón de árboles con grandes ramas y hojas. No sabía que por allí cerca había un bosque… Parpadeé para ver si era un sueño y en realidad me encontraba inconciente, pero no. Estaba despierto.
Me subí a la moto, y seguí con mi camino. No supe por qué pensé en Rachel aquella vez. Ella ya no estaba a mi lado. Mis labios ya no sentían los suyos. Dulces, tiernos, suaves… Pero cuando me acordaba de sus labios, mi mente formaba poco a poco su figura. Su cuerpo con sus curvas. Su cuerpo con sus largas piernas. Su cuerpo con su rostro y con su cabello. Aun recordaba el frío beso que me dio poco después de irme de su casa. Debí de estar allí tiempo. Conduciendo sin saber que estaba haciendo en realidad. A la hora aproximadamente, vi las casas pequeñas de mi nuevo pueblo. Aquello sería mi nuevo hogar.

Mi nueva casa resultó ser un bloque de pisos. Mi casa era el 3º D que estaba arriba del todo. Cuando abría la puerta de la entrada del portal, comprobé que no había ascensor para subir la maleta que llevaba donde guardaba toda una vida. Un camión me iba a llevar las demás cosas pesadas. Restos de ropa y objetos que en una moto me era imposible. Subí las escaleras como pude. Al llegar arriba estaba un poco cansado, pero no era nada. Había pasado cosas peores en mi adolescencia, cuando jugaba en el equipo de fútbol de mi barrio. Abrí la puerta de mi casa. Un pasillo se deslizó ante mi. Era de color crema. Anduve por él, hasta llegar al salón donde estaba un sofá y una televisión. En un rincón, estaba una litera donde poder colocar los libros. <<Me sirve>>, pensé con orgullo.  En la parte derecha de la casa, estaba la cocina. Era pequeña, pero para uno solo bastaba. La casa olía a fresas, y me envolvió como una bufanda a un cuello. La casa estaba bien -si se le podía llamar casa.- y lo bueno era que el dueño me la había dejado con muebles al no volver más. Dejé la bolsa de mano en mi nuevo dormitorio. Y miré por el frigorífico y los cajones de la cocina, para ver si tenía algo de comer ya que estaba hambriento por el viaje.
-Ni un bote…- exclamé cerrando la última puertecita de la cocina.
¿Estaba tonto o que? Normal que no hubiera nada. El dueño no me iba a dejar un banquete preparado para mi… Miré mi cartera. Con lo que llevaba encima me podía comprar algo por lo menos para tres días antes de buscar un trabajo. Bajé las escaleras del piso para ir al supermercado que mas cerca me pillara. Tardé diez minutos en encontrar uno, pero me sobró. No era un supermercado, pero me podía servir ya que vendían todo tipo de productos. La tienda se llamaba Claus, y en su interior había de todo lo que uno se podía imaginar. Cogí lo necesario (leche, mantequilla, fruta, verdura…), y algún bote por si acaso. La chica del mostrador me miró con interés. Era pelirroja y tenía unos ojos con diferentes tonos de azul que nunca había visto. La chica me dedicó una sonrisa agradable y empezó a sacar la cuenta de mi compra.
-Tú no eres de aquí ¿no?- me preguntó con educación.
Si la miraba bien… No debería de tener más de dieciocho años…
-No.- empecé a guardar las cosas en mi mochila.- Soy de otro pueblo. Que esta a tres horas de aquí.
-Hum. Sé de que pueblo hablas.
-¿En serio? Vaya… No es lo mismo que aquí.
-No. Por supuesto que no.
Un silencio se apoderó de nosotros. Ninguno dijo nada. Cogí mi mochila, me la coloqué al hombro derecho, y cuando estaba saliendo de la tienda…
-Oye.- me llamó la chica con un hilo de voz.
Me volví hacia ella.
-¿Si?
-Digo… Bueno. Sí te gustaría tomar algo ésta tarde y te enseño el pueblo…- ella hablaba despacio, para que cada palabra me hiciera efecto.
-¿Ésta tarde?
-Sí no tienes nada que hacer…
-Me encantaría.
Los ojos azules de la chica brillaron de alegría. Al final, después de todo, ese día no sería tan malo.
-Mira.- le dije acercándome a ella. Cogí un bolígrafo de un bote negro que había en el mostrador.- Yo te dejo mi número de teléfono en tu brazo- sonreí- y tú ya decides si me llamas o no. ¿Qué te parece?
-Bien.- contestó, observando como le escribía nueve cifras de números en el brazo blanco.
-Me alegro.
Salí de la tienda con una sonrisa en mis labios. Fui hacia la moto. Me abroché el casco, pero cuando iba a arrancar la moyo una chica paso por mi lado.
<<No puede ser>>, pensé sorprendido.
Aquella chica tenía los mismos rasgos físicos que Rachel. Pase por su lado con la moto. Me decepcioné.
No era Rachel.
<<Lastima- me dije- Podía haber sido una buena compañía>>

Esa misma tarde recibí una llamada de la chica de la tienda. Su nombre era Jane Deim, y su voz pareció mas de chica adolescente por teléfono. Nos decidimos para quedar a las ocho en la misma tienda en la que trabajaba Jane. Llegué al sitio cinco minutos tarde. Nada mas llegar, vi una silueta delgada y pequeña sentada en el bordillo de la acera. Tenía que ser Jane, pensé con intriga. Y fue así: Jane me esperaba sentada con la cara entra las manos apoyada. Llevaba unos vaqueros desgastados, una camisa gris con letras negras y una chaqueta vaquera. Sus ojos azules resplandecía en la oscuridad. Llevaba el pelo pelirrojo liso y le caía a ambos lados de la cara.
-Menos mal que dicen que las mujeres siempre llegamos tarde.- comentó entre risas.
-Lo siento. Había un poco de tráfico.- me disculpé, lanzándole un casco para que se lo pusiera.
-¿Nos vamos en moto?
-Claro. Tengo que llevar a la señorita.- Jane se subió detrás de mi. Me paso los brazos por la cintura y me rodeó con ellos. Conducía por calles que no conocía, mientras oía la voz de Jane por detrás de mi. No había nadie en las calles, pero cuando miraba en el interior de los bares y restaurantes todo estaba repleto de personas. Cenamos en un bar con un ambiente de los años setenta. Un hombre tocaba el saxofón. Interpretaba una melodía complicada para mi, y para muchos de los que estaban aquí. Estando allí, mi móvil sonó en el interior de mi chaqueta. Lo busqué deprisa, y cuando lo encontré, miré el número que aparecía en la pantalla.
No lo conocía.
Jane me miró esperando que lo cogiera para parar nuestra conversación sobre nuestras vidas
-¿No lo coges?- me preguntó Jane.
-No es importante.
-Hum…- continuamos comiendo como si no hubiera pasado nada.
Los ojos de Jane eran preciosos. Mezclados de distintos azules y diferentes tonos. Aquella chica era especial, se notaba. Mas de una vez estuvimos apunto de besarnos durante la cena, pero yo paré. No quería tener nada con ella. Notaba que Jane se acercaba a mi, en el sentido de estar pendiente de mis movimientos y gestos. Pagué yo la factura de la cena, que por decirlo de alguna manera, no fue cara. A pesar de que tenía muy poco dinero, me las pude apañar. Llevé a Jane a su apartamento. Su edificio era alto, pero viejo. La pintura de la fachada, de color marrón claro, estaba desgastada por los rayos del sol. No pude contar que aquella noche nos besáramos yo y Jane, porque sería mentira. Ella continuó intentándolo, pero yo le paraba cuando se acercaba demasiado. Jane me atraía físicamente, pero no era la misma persona de la noche anterior, donde disfruté como un adolescente salido de su mundo de niño. Me despedí de Jane con un beso en la frente que me fue suficiente. Miré como se metió en su edificio, y arranqué la moto para volver a mi casa donde me esperaba una manada de preguntas sin respuesta. 
    Esta es Rachel: 

1 comentario:

  1. Me está gustando la novela, parece que al chico le ha impresionado mucho Rachel a pesar de haberla visto tan poco tiempo... ¿Qué pasará entre ellos? Voy a seguir leyendo, narras muy bien, te felicito.

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