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lunes, 11 de abril de 2011

Capítulo 3: ¿Una nueva chica?

-Quiero esas… Sí, esa. Gracias.- elegía entre unas gafas y otras de sol.
Siempre tuve unas pero eran para salir a correr y no para ir con la moto. Me gustaban las gafas de sol con los cristales oscuros y anchas de los lados. El dependiente me las dio para que me las probara. Me miré en un espejo pequeño que había encima del mostrador, y puse una sonrisa.
-Perfectas.- me contesté a mi mismo.
Salí de la tienda del pueblo, con las gafas puestas. Me fui a un bar que había descubierto una noche de aburrimiento paseando por las calles de Trilon. Era un bar que tenía un ambiente motorista. Era de esos bares que se tocaba música en directo tipo rock y metal, y que la gente tomaba cerveza a litros y fumaba hasta reventar. No era yo mucho de ese ambiente, pero me pareció lo mas recomendado dado que no encontré un bar mejor. Entré en el bar, y me quité las gafas.
<<Menudo ambiente…>>, pensé dirigiéndome a la barra para pedir algo.
Un hombre se chocó conmigo. Lo miré duramente, pero me arrepentí antes de decir algo. Aquel hombre era grande, y tenía tatuajes por los dos brazos. Me miró como un perro rabioso, y yo seguí caminando.
-Ponme algo. Lo que sea.- le exigí al barman que me miró con detenimiento.
Me sirvió algo en un vaso grande con hielo. Removí el vaso para ver mejor el líquido que había en su interior. Parecía fuerte solo por la olor. Bebí un trago, y sentí como el líquido bajaba por mi garganta con ardor. Tosí dos veces, y respiré una bocanada de aire.
¡Dios! ¿Qué era aquello? Aquel tipo de bebida era muy fuerte. Pero soporté otro trago. Esperé a que se me pasara y bebí otro. Oí una música que provenía de mi chaqueta. Cogí el móvil con lentitud, y acepté la llamada con torpeza.
-¿Quién es?- pregunté con voz ronca.
-¿Hola?- me contestó la voz.
Quise hacer algo. Como gritar, llorar, reír… Algo que pudiera reflejar mis sentimientos y emociones. Pero me fue imposible.
-¿Rachel? ¿Eres tú? Me pensaba que…- comencé diciendo.
-Cállate.- me ordenó la voz seductora y femenina.- ¡No me llamaste, Raúl! ¿Qué pensabas? ¿Qué no te podría encontrar o qué?
-¿Cómo? De que coño hablas…
-Me pensaba que te habían cogido. No vuelvas hacerme otra vez esto.
Me apoyé en la barra con dificultad. La copa ya me estaba haciendo efecto.
-Rachel. Escucha, ahora no puedo hablar.
-No. Escúchame tú. Necesito verte.
-¿Pero tú no estas por ahí? De viaje, digo.
Al otro lado del teléfono oí un suspiro.
-Después te llamo. Por favor, ten cuidado. ¿Vale?
-Sí, claro…- ahora me notaba cansado. La cabeza me pesaba demasiado…
Rachel colgó al momento. Pagué el estúpido líquido que me habían dado, y salí del bar para ir a ver a Jane. Pero ese día no terminó ahí… Continuó.

Veía las escaleras del piso dobles. Dentro del edificio de Jane, había una peste exagerada a cigarro y drogas. Notaba que estaba borracho porque me tambaleaba mucho. Habían pasado dos meses desde que vivía en mi nuevo pueblo. Me acordé cuando conocí a Jane en la tienda. En esos momentos, yo y Jane éramos amigos íntimos, nada mas… Aunque ella siguió intentando besarme, yo la rechacé en todo lo que pude. No era fácil rechazar a una chica como Jane… Su cuerpo era divino, y su boca… Todo. Pero no era Rachel.
Llegué a la puerta con un tropezón. Me apoyé en ella, y toqué el timbre. Después de tres segundos, Jane me abrió la puerta. No tenía la misma mirada de siempre. Sus ojos azules estaban rojos con síntomas de haber llorado. Antes de poder decir nada, Jane se tiró a mis brazos y lloró. Lo único que pude hacer fue acariciarle el pelo pelirrojo y fino con la mano. ¿Qué le pasaba? Estuvimos un tiempo abrazados en el portal de su casa, hasta que me invitó a entrar.
-¿Qué te pasa?- le pregunté con claridad.
<<Que raro…- pensé- Antes no podía ni sostenerme y ahora estoy bien.>> ¿Me estaba volviendo loco?
-Mi madre- respondió Jane entre lloros.- Ha sido encontrada muerta en su casa de España.
.-Jane, lo siento.- ella se sentó en el sofá marrón, y yo a su lado.- No sabía que tu madre y tú estuvierais tan unidas.
-No. No lo estábamos. Pero, es mi madre… Y la quería.
Pensaba cosas sin sentido. Hasta que dije lo primero que me salió:
-Escucha. Si necesitas algo. Dímelo. ¿Vale?
Jane me miró con curiosidad. Notaba su aliento caliente en mis labios. Nuestros ojos se miraban buscando una conexión. Jane se acercó mas a mi. Y me estuve inmóvil, esperando a que pasara. ¿Por qué le tenía que haber dicho lo anterior? Ahora tenía que cumplir mi palabra.  Jane me besó en los labios. Sus labios eran fuertes y suaves al mismo tiempo. Su lengua se movía jugueteando con la mía. Me separé de ella para parar aquello.
-Jane, no quiero que hagamos esto.
Pero Jane no me escuchaba. Se estaba quitando la chaqueta, y se tiró a por mi. Intenté separarla pero era fuerte. Me besó por el cuello, y fue bajando poco a poco por mi pecho.
-Jane, para por favor.- le pedí, mientras me quitaba la chaqueta y la camisa de golpe.
Me siguió besando, y empezó a quitarme el pantalón. No pude aguantarme, y la cogí por los brazos para que me mirara.
-Jane Deim. Escúchame por una vez. Yo en estos temas soy el primero en reaccionar… ya sabes. Pero no puedo. ¡Tienes diecisiete años! ¿Te crees que no me enteraría?
Ella me miró asustada. Se bajó de mi pecho, y se alejó al otro extremo del sofá.
-¿Cómo lo supiste?- me preguntó con un hilo de voz y a la vez vergüenza.
Un momento.
Jane tenía en realidad diecisiete años. Ella me comentó en la primera cena que tuvimos en el bar, que tenía veinte años. Pero mi conciencia no estaba satisfecha, y empecé a investigar en mis tiempos libres. Después de terminar de trabajar como vendedor de motos, me pasaba por los parques donde los adolescentes bebían y charlaban como sitios de reuniones. Un día, me acerqué a un grupo de chicas -no mayores de dieciocho años.- y les pregunté por Jane. Se las describí físicamente, y les pregunté que si iba al instituto. Después de risas y tonterías, me dijeron que si. Que tenía diecisiete años, y que era una chica muy mentirosa.
Cuando las chicas me contaron eso de Jane, enseguida mi mente reaccionó. Si no hubiera tenido mas de dieciocho años, yo no le habría pedido acompañarla. Porque me llevaría problemas con sus padres, pero podría haber sido una historia de amor muy bonita.
Y me negué. Me lo negué a mi mismo. ¿Es qué estaba loco o qué? Yo no necesitaba mas problemas… me sobraba con los que tenía. Fue una decepción cuando me enteré que Jane… No estaba destinada para mi.
-Investigué por ahí.- le confesé con tranquilidad.- ¿Por qué lo hiciste? Me mentiste y encima yo creía en ti.
-Pero si te decía mi edad…- me objetó Jane con tristeza.
-Lo sé. No me hubiera ido contigo. Tienes razón. Pero… No quiero que me mientas mas. Y no quiero que pase nada entre nosotros esta noche. ¿Lo entiendes?
Jane asintió con la cabeza.
-Bien… Bueno, me tengo que ir. He quedado con alguien.
-¿Con quién?- me preguntó poniéndose la chaqueta.
-Con…- suspiré- con una amiga. Que hace mucho tiempo que no la veo.
Me abroché de nuevo los pantalones. Me puse la camisa, y me despedí de Jane con un beso en la frente.
-No te librarás de mi, enana.- le susurré en broma.
Ella se rió, y me dio un golpe en el hombro con cariño.
-Hasta mañana, Raúl.- Y a continuación cerré la puerta.

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