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martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 4: Te estás perdiendo....

Recibí la llamada de Rachel a las diez de la noche. En ese momento estaba yo preparando una especie de “cena” que no se podía llamar así. Mi cena consistía en un sándwich y una cerveza. Rachel me dijo que me esperaba en mi casa. Pero, claro. Uno se pregunta cómo sabía Rachel donde vivía. Muy fácil… Se lo dije yo. No sé porque lo hice pero tenía muchas ganas de verla y mi casa parecía el mejor lugar para quedar a vernos. Me di cuenta mientras esperaba a que viniera, que la quería. Quería a Rachel. Y no era normal querer a una persona después de conocerla dos meses antes. Era anormal. Pero quién sabe… ¿Algo podía ser normal en mi vida en esos instantes? No era muy normal que mi corazón se me aceleraba cuando pensaba en ella. Y una pregunta me comía por dentro: ¿Ella sentiría lo mismo que yo? Aun pensaba en lo que había pasado en casa de Jane. Ella estuvo dispuesta en adentrarse en territorio peligroso, porque yo era una persona que cuando me lo daban todo en las manos, no lo rechazaba. Al contrario. Lo cogía todo.
Rachel me saludó en la entrada de mi casa con una sonrisa. Su pelo negro, largo y liso caía por su espalda. Cuando Rachel entró, me fijé en sus piernas que se veían debajo del vestido. Llevaba en su pierna derecha un corte debajo de la rodilla.
-¿Y ese corte?-le pregunté lanzándole una cerveza desde la cocina al salón.
-¡Ah!- cogió la cerveza al vuelo, y se quedó mirándola pensativa.- En éste último mes he hecho deportes un poco peligrosos…
-¿Peligrosos eh?- me senté en una silla de metal, y bebí un trago de cerveza.- ¿Para que querías verme?
Mi pregunta le sorprendió a Rachel. Estaba de pie, mirándome con sus ojos marrones. La conversación que teníamos no se comparaba con nuestros sentimientos. Si los dos estábamos deseando vernos, ¿por qué en ese instante nos quedábamos sentados mirándonos el uno al otro?
-Bueno- movió la lata sobre sus manos bronceadas- Te echaba de menos.
-¿Qué?- repliqué sin darme cuenta.- ¿Me echabas de menos?
Rachel asintió.
-Y si tanto me echabas de menos… ¿Por qué no contactaste antes conmigo?
-¿Y tú? ¿Por qué no llamas cuando me lo prometiste?
Le miré con los ojos entornados. Tenía razón. Yo tampoco había hecho ningún esfuerzo en buscarla, en saber donde estaba y como se encontraba después de haberme ido.
¿Qué explicación tenía?
Ninguna.
-No lo sé.- le confesé con voz apagada. Me levanté de la silla, y cuando estuve enfrente de ella, le cogí las manos con las mías.- ¿Por qué nos hacemos esto?
Una lagrima bajó por la mejilla de Rachel.
Estaba llorando. Noté como mis ojos se me empapaban de agua. No entendía que hacíamos. Una noche nos queríamos y al día siguiente no queríamos saber nada del otro. En realidad, nuestra historia de amor fue un día… Una noche de pasión. Solo eso. Nos conocimos por accidente. Y ahora, mira como estábamos.
-Será porque te quiero.- objetó ella intentando poner una sonrisa en sus labios pero sin éxito.
-¿Me quieres? Rachel se realista. Nos conocemos desde hace dos meses escasos… No creo que lo nuestro sea para…
-Bésame.- me interrumpió Rachel con voz dulce.
Mi mirada recorrió sus labios suaves a la vista y al tacto. No me lo pensé. Le cogí la cara entre mis manos, y la besé. Nuestros labios se juntaron después de un tiempo sin verse. La agarré por la cintura con mis manos, y ella se engancho con sus piernas sobre mi cintura. La apoyé en la pared, y mis besos bajaron poco a poco por el cuello. Ella metió los sus dedos por mi pelo negro, y se rió.
-¿Te puedo decir una cosa, Raúl?- me preguntó, mientras le besaba el cuello.
Me aparté de ella, y la miré a sus ojos marrones.
-¿Qué?
-Te quiero- y a continuación me besó con pasión, atrayéndome hacia ella.
Los dos caímos en el sofá, y continuó todo. Rachel se desprendió de su vestido y yo me quité la camisa juntos con los pantalones.
¿Iba a pasar lo mismo de la última noche que estuvimos juntos?
Acepté en todo.
Rachel y yo hicimos el amor en el sofá. Sin rencores, sin problemas… Solo ella y yo.  

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