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viernes, 27 de mayo de 2011

Capítulo 13: Mi hijo está muerto por tu culpa

Llegué al gimnasio justo a la hora que decidí llegar. Al entrar, una chica físicamente fuerte, me recibió con una sonrisa.
-Buenas. Era para apuntarme al gimnasio.
La chica me preguntó tres veces como se escribía mi apellido, y una por si había ido al gimnasio antes. Yo le respondí que sí, y le deletreé mi apellido. Ella me miró los brazos dos segundos, y a continuación me dio una botella de agua, una toalla y una tarjeta para poder entrar cuando quisiera. Entré al vestuario de hombres y dejé mis cosas allí.
Pasó la mañana estando en el gimnasio, y al terminar, me metí en los años para darme una ducha. Cuando me estaba duchando, me acordé de que la toalla para secarme, me la había dejado en el banco más alejado. Como no quedaba nadie en los baños, salí de la ducha desnudo y fue a por mi toalla. Que casualidad, que cuando la cogí, la puerta del baño se abrió. Detrás, aparecieron dos chicas. Me estaban mirando con una mirada que me dio hasta miedo. Me tapé como pude, y antes de decirles nada, se fueron con pequeñas risitas. Solté un suspiro por no cabrearme, y empecé a secarme el cuerpo con la estúpida toalla.
Salí del gimnasio, le dije adiós a la chica que había en la entrada, y me monté en la moto. Al llegar a mi casa, noté algo diferente. La calla estaba llena de coches policiales por todos los lados y dos o tres ambulancias. Bajé de la moto, y vi a mucha gente al lado de la entrada de mi edificio. Corrí un poco, y aparté a la gente para ver que pasaba. Al apartar a la última persona, vi lo más horrible de mi vida. Jane estaba tirada en el suelo, con sangre en la barriga y con los ojos cerrados. Un policía me apartó de un empujón hacia atrás para que no estorbara a los médicos.
-¡Jane!-grité a pesar de los ruidos de la gente y lamentos. Pero ella no levantó la cabeza del suelo.
-Por favor, no puede pasar- me replicó el policía con voz grave.
-¡La conozco!- miré de nuevo a Jane que estaba siendo transportada en una camilla hacia la ambulancia.- Espera- grité de nuevo para que la ambulancia parara.
El policía me metió otro empujón, y me dijo:
-Apártese.
-Dígame a que hospital va.
Él se quedo pensativo.
-Hospital Conde- contestó al final- ¿Sabe donde está?
-Si, si…- me di media vuelta y corrí hacia mi moto todo lo rápido que pude.
Entré en el hospital corriendo y jadeando a causa del cansancio acumulado, y le pregunté a la chica de la recepción por Jane.
-¿Jane?-tecleó el nombre en el ordenador- ¿No sabes sus apellidos?
-No, lo siento- me disculpé frotándome los ojos- Solo se eso. Acaba de llegar con una herida en la barriga.
-¡Ah, sí! La chica con la bala en la barriga-dijo emocionada- Está en el quirófano dos.
-Muchas gracias.
Subí hasta la segunda planta donde estaba el quirófano, y esperé a que la operación terminara.
Pasaron… ¿Una hora? ¿Dos? No estuve seguro. Pero la cabeza me dolía exagerado. Abrí los ojos, y salió un médico del quirófano. Me miró con sus ojos azules oscuros.
-¿Es usted familiar de Jane?- me preguntó con una voz muy suave.
Asentí con la cabeza, y me levanté de la silla.
-Bueno… Ha llegado con una herida muy complicada, y ha perdido mucha sangre. Hemos hecho todo lo que hemos podido pero…
No oí nada más. Caí al suelo de rodillas y lloré como nunca lo había hecho. Los médicos llamaron a los padres de Jane, y yo nunca vi el cuerpo de mi amiga. Aquel día me recordó, lamentablemente, cuando murió mi madre. Sentía de nuevo como el mundo se derrumbaba a mis pies. Se destruía todo a mi alrededor, y en mi interior se derretían todos los sentimientos hacia Jane.
¿Por qué?
Porque estaba muerta. Ya no podía ir a su casa o ella a la mía. Ya no podíamos hablar los dos de cosas de amigos o solo decir tonterías…. Ya no.

Un pitido me despertó en medio de la noche. Abrí los ojos con cansancio y sentí que aquel sonido provenía de mi móvil. Me levanté de la cama, y al poner los pies en el suelo, sentí como el frío corría por las plantas de mi pies con rapidez. Llegué a la cocina, donde estaba mi móvil. Al cogerlo, me extrañé de que no fuera una llamada… Sino un mensaje. Leí el mensaje con rapidez ya que eran solo tres líneas.
¿Te sientes mejor, Raúl? Que pena… Pobre Jane. Ella no ha hecho nada, pero mira por donde, se lo ha cargado esa pobre chica todo. Ya me contó Okiyo que tú habías matado a mi hijo, Stefan. Pues ahora, sufre tú solo. A la próxima te quitaré algo más valioso.
Leí el mensaje tres veces. Aquel cabrón de Alejandro Brulloti había matado a Jane. Tiré el móvil al sofá, y me senté en el suelo con un golpe sordo. No dormí en toda la noche al saber que todo lo que había hecho para librarme de mis problemas, me había causado uno mucho peor: Tener como enemigo a Alejandro Brulloti.
Rachel también se enteró del asesinato de Jane, al igual que Okiyo. Ésta misma, se atrevió a venir a mi casa a pesar de haberle mentido a Alejandro diciendo que yo era el asesino de su hija - en realidad era ella-, y siguió con su juego de seducción. Cuando la vi esperando para que le abriera la puerta, me creció en mi interior una rabia que no pude controlar cuando sus ojos me miraron.
-Fuera- le dije nada más abrir.
-Raúl, espera.- me lo dijo de una forma, que mi mano no hizo ninguna fuerza para cerrar la puerta delante de sus narices- Es mi trabajo, y con el padre de Stefan no puedo bromear. Tengo mucha confianza con él.
-¿Eso a que coño viene?
-Escúchame. Solo dije lo primero que se me ocurrió.  Yo no quería meterte…
-Mira, no me digas que ahora tú no has hecho nada… Por tu culpa mataron a Jane, y nunca te voy a perdonar por eso.
Okiyo hizo un intento en darme un abrazo, pero yo me aparté a un lado. Ella se quedó quieta, y sonrió triste.
-No quiero discutir contigo. Pero te avisé: tengo un trabajo. Y no lo voy a dejar de lado. ¿Qué te crees? ¿Qué es fácil plantarle cara a Alejandro Brulloti? Tú estás loco…
-Nadie es inmortal, y nadie puede causarme miedo. No me voy a arriesgar a que maten a Rachel. Por eso voy a ir a por él.
Ella suspiró. Dio dos pasos hacia atrás, y contestó con un hilo de voz:
-Se nota que la quieres.

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