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lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 15: Estela VS Claire

La fiesta era a las diez de la noche. Pero Rachel me dejo en el hotel muy tarde a la hora acordada, y no me dio casi tiempo a prepararme. Todo se complicaba nada más empezar con el plan. Rachel me dio una tarjeta donde ponía “Invitado especial”. Me la guardé en el bolsillo interior del esmoquin, y salí del hotel preparado para ir a la fiesta. Me estaba esperando mi novia con su Porche blanco. Ella iba vestida de gala, con un vestido blanco de brillantes con un collar de diamantes colgado de su cuello. No pude dejar de mirarla mientras conducía, y pensé en varias cosas por el camino. Una de ellas era si Claire estaría igual… Me acordaba de cuando la veía con catorce años paseándose con su caballo negro, por los jardines de su cada de Boston. Muchas personas me habían dicho cuando estaba saliendo con Estela, que no sabían como Alejandro Brulloti tenía tantas mansiones. Yo les expliqué, que las cinco casas que tenía esparcidas por el mundo, no eran realmente suyas. Una de ellas era de una de sus tres mujeres. Por entonces, él estaba casado con la directora del periódico New Times. Se llamaba Carlota Brandown, y la casa que le dejó Alejandro, estaba situada en una de las urbanizaciones mas ricas de California. Alejandro cortó con ella por cansancio sinceramente. Él se cansó de los mimos y los besos de su esposa, y se divorciaron junto un mes antes de que yo cortara mi relación con Estela. Con Carlota, Alejandro no tuvo ningún hijo… Pero con su segunda esposa, Laura Chosquevin, tuvo a Estela y a Claire. Stefan en cambió nació de la unión con su última esposa.

<<Pero esto pasó hace mucho tiempo>>, me dije a mi mismo con desconcierto. En cambio, la pregunta que me había hecho al principio se me esfumó cuando Rachel paró en seco justo en la entrada para la mansión. Se veía a lo lejos, grandes jardines y una casa enorme. Y en medio se podía ver una piscina.

-Hemos llegado- me recordó Rachel con voz apagada.

Me bajé del coche con paso vacilante, y miré directamente a la casa. Le estaba dando la espalda a Rachel cuando dije:

-¿Tú no vienes?

-No-fue esa su respuesta.

Me volví hacia ella, y descubrí que estaba completamente seria. Ninguna emoción en su rostro. Lo único que pude ver con claridad, fue una tristeza en sus ojos marrones. Arrancó el coche de nuevo, y cuando aceleró me interpuse en su camino. Rachel dio un frenazo mientras gritaba:

-¿Qué haces?- salió del coche con enfado- ¿Te quieres matar o qué?

-Quiero decirte algo.

Se paro a menos de un metro de mi, y esperó a que siguiera.

-Lo que voy a hacer no me da ningún gusto- continué acercándome a ella con pasos cortos- Termino esto, y nos vamos tú y yo lejos de todos.

-Raúl…- me paró mis labios con la mano poniéndomela en el pecho. Me apartó un poco de ella- termina lo que tienes que hacer. Yo siempre estaré aquí.

Me paso las manos por los hombros, y ésta vez si que la besé lo más cariñoso que pude.



Un hombre me pidió la invitación cuando llegué a la entrada de la mansión. Le di la tarjeta que me había dado antes mi novia, y esperé a que todo saliera bien. El hombre miró con los ojos muy abiertos la tarjeta, pero me la dio sin decir nada. Al entrar a donde empezaba la piscina , lo primero que me encontré fue con un camarero que me ofrecía una copa. Cogí una, y seguí andando. En la piscina no había nadie, pero a uno le entraban las ganas de meterse con solo mirarla. Entré de dentro de la casa, y había mucha gente que se volvió para mirarme. Todos iban vestidos con vestidos o esmóquines. Me adentré más, y vi a un hombre a lo lejos que me sonó mucho su cara. Él no me vio, pero lo estuve mirando durante varios minutos. Mientras andaba con la copa en la mano, me topé con alguien, pero no pude ver quién era. 

-Oh, lo siento…- me disculpé, y me di media vuelta para disculparme.

Mis ojos parecieron canicas cuando me encontré con Estela. Su pelo ondulado y con un  tono de pelirrojo, estaba recogido detrás. Sus ojos marrones, me estudiaron un segundo.

-Me suena su cara, señor- me dijo con la misma voz que siempre había tenido.

-Puede ser… Aunque no soy novio de muchas chicas como usted- contesté.

Ella abrió más los ojos, y dijo casi gritando:

-¿Raúl?

Sin dejarme hablar, me dio un abrazo. Al separarnos, me tocó el pelo con suavidad.

-Con tu nuevo corte de pelo no te reconocía. ¿Cómo te va?

Estela era muy caprichosa a la hora de vestir. Siempre cuando estuve con ella, me compraba ropa de buenos diseñadores, y tenía unos conocimientos sobre el arte y la historia, que parecía una profesora de universidad. Cuando la conocí la primera vez, fue una bomba para mi. Era como si estuviera hablando con una profesora. A pesar de tener todo esos conocimientos, tenía mi edad.

-Sí-respondí cuando quitó la mano- La peluquera me hizo un cambio de imagen muy bueno ¿no?

Ella se mordió el labio inferior, y supe que con eso quería decir que le gustaba. Sinceramente, sabía casi todos los gustos y secretos de la chica. Pero aun así, habían cosas que se me pasaban inadvertidas.

-Perfecto- me cogió de la mano, y cuando su piel tocó la mia, hizo que recordara tiempos pasados. Los dos tumbados en la playa, y riéndonos de las tonterías que hacía su hermana. Aun existía ese cariño que siempre perduro entre los dos, porque lo sentía dentro de mi.

Al fondo, un Dj, ponía las mejores músicas que había en esos momentos. Miré a Estela de arriba hacia abajo, y me sorprendí al notar que sus pechos habían aumentado de la última vez que la vi.

-¿Llevas mucho en España? Porque para entrar a una fiesta mía, es complicado.

-No te creas. Llevo poco, tres días como mucho. Tus fiestas están muy bien. ¿Y cómo está tu padre y tu familia?- me interesé por esto, porque quería comprobar si su padre le había contado algo.

-Mi padre…- me apretó la mano, y yo miré la mano con el ceño fruncido. Ella se dio cuenta- Perdona… Es que mi hermana y yo estamos muy afectadas por la muerte de nuestro hermano.

-¿A muerto?

-Sí… No sabemos como. Es imposible sentirse bien cuando un ser querido muere y no sabes ni como a muerto. Mi padre está muy enfadado porque quiere encontrar al asesino.

-¿Lo asesinaron?

Me miró con una tristeza en sus ojos que no pude reprimir darle un abrazo.

-Lo siento, Estela. En serio.

Se apartó de mi, y me dedicó una sonrisa débil.

-Menos mal que hoy a pasado algo bueno. Que estás tú.

-¡Veo que te va bien, hermana!- oí una voz por detrás de mi.

Y al girarme me encontré con los ojos azules de Claire mirándome. Su pelo no era el mismo. Ahora lo llevaba de largo hasta los hombros, no como antes que su pelo era uno de los más largos que había visto en mi vida. Su sonrisa de niña, se asomaba en sus labios, y su pelo rubio lanzaba destellos brillantes a causa de la luz. No estaba sola, a su lado había un hombre muy grande y fuerte, tenía el pelo negro corto y un poco de perilla. Lo miré un poco más atento, y ya supe quien era. David Furell, jugador de rugby. Ese era el hombre que tenía enfrente de mi. Claire era de baja estatura como J… Se me cerró la garganta. Una imagen con una rapidez incontrolable, pasó por delante de mis ojos. Era Jane hablando de cosas… cosas sin importancia. Me acordé que ya no estaba conmigo, y deseché esa imagen hacía lo más oscuro de mis recuerdos. 

-¿Quién es tu amigo, Estela?- le preguntó Claire a su hermana mientras me echaba una mirada rápida.

-¿No sabes quien soy?

Ella negó la cabeza, y miró a su acompañante. David cambió el peso de pie, y cruzó los brazos por debajo del pecho.

-Es Raúl- contestó Estela con una alegría en la voz que me provocó mirarla de reojo.

-No puede ser…- su hermana me puso una mano en mi hombro- Has cambiado mucho.

-Tú también, Claire.

Me pregunté: ¿Dónde está Rachel? Me parecía muy raro que no hubiese entrado conmigo, y empecé a preocuparme por ella. Estuvimos hablando, y descubrí muchas cosas nuevas. Una de ellas, fue que Claire estuvo estudiando en Francia, hasta los diecisiete  (la edad que tenía), y fue allí donde conoció a David. Siempre caractericé a Claire como una niña. Aunque cuando quería podía ser una de las personas más maduras. Su novio, David, nos contó que su equipo había ganado tres copas. Todo el tiempo que estuve metido en la fiesta, no dejé de pensar en Rachel. Me entraron ganas de salir e ir a por ella, pero una risa me desconcertó. No era de ninguno de mis acompañantes, sino que provenía del transmisor.

-Chicos, perdonarme un momento. Voy a por otra copa- dije, y a continuación fue en dirección contraria.

Seguí andando, y me paré en seco cuando vi una cara conocida. Si dijera que no vi a una chica japonesa, con un cuerpo espectacular… hubiera mentido. Okiyo se estaba tocando el pelo cuando me miró. Tuve una sensación inquieta. Le aguanté un poco la mirada, y al final la tuve que desviar. Sus ojos rasgados eran como el fuego. Seguí andando sin mirarla de nuevo, pero sentía su mirada posaba en mi. Llegué a las copas, y empecé a echarme algo en el vaso grande.

-¿Rachel? ¿Estás ahí?- pregunté disimulando.

-Aquí estoy.

-¿Cómo las has visto?

-¿A las hermanas? Muy bien la verdad. Se acordaron de ti.

 Alguien me tocó por detrás, y temí que fuera Okiyo. Pero cuando me volví, Estela me estaba sonriendo. Se acercó y sin decir nada, me besó al lado los labios. Ese beso me recordó a tantos, que mi mente se nubló.

-Quiero que te vengas mañana a la playa- me dijo con un susurro.

-¿A la playa?- gritó Rachel por el transmisor.

Me dolió un poco el oído, pero lo soporte.

-Iré encantado- respondí.

Esperó a que me echara algo más en la copa, y volvimos a la fiesta. 

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