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viernes, 5 de agosto de 2011

Capítulo 24: Lleva cuidado

De vuelta por las calles de mi infancia. La casa de mi madre estaba en una de las calles más tranquilas del pueblo. Al llegar, dejé la moto justo al lado de la entrada al garaje. Miré hacia atrás un momento: veía la calla entera, y me vino el recuerdo de cuando conocí a Rachel. Aun me hacía reír cuando me apareció de repente enfrente de mi. Desde entonces, siempre la había visto como una mujer misteriosa.
Me quité el casco mientras una sonrisa salía de mis labios al recordar a Rachel.
<<¿Dónde estará? ¿Habrá terminado ya con su padre? ¿La llamo?>>, todas las preguntas posibles, corrían por mi cabeza buscando la meta que era una respuesta.
Al entrar a la casa, un olor a menta me invadió. Cerré la puerta, y fui derecho a mi antiguo cuarto. Subí las escaleras y anduve por el pasillo. Mi habitación siempre había estado al fondo, y la de mi madre justo enfrente de las escaleras. Abrí la puerta, y crujió.
Las paredes pintadas de color claro me saludaron al entrar. El suelo era de madera, como siempre había recordado. Aunque las paredes estuvieran un poco deterioradas por le paso del tiempo y por los rayos del sol, seguían siendo parte de mi habitación. La cama se situaba en la esquina derecha, y al lado de ella había una mesita con una lámpara encima. Los pósters de futbolistas que tenía diez años atrás, ya no estaban. La alfombra que siempre había estado en el suelo al lado de mi cama, tampoco estaba. Parecía que allí no vivía nadie. Y en cierto modo, era verdad. Me parecía raro estar de nuevo en la casa donde empezó todo. Donde crecí, donde vi a mi madre triste muchas tardes… La visión de mi madre aparecía en cada rincón donde mirara.
Mi móvil sonó en el pantalón, y lo saqué para ver quién era.
-¿Diga?-pregunté, mientras salía de mi habitación y me dirigía a donde estaba el ordenador.
-¿Has llegado ya?- la voz de Rachel se escuchó a través del teléfono.
-Sí, estoy en la casa de mi madre. Voy a mirar el ordenador.
-Vale. Yo estoy en mi casa, acabo de llegar. Una cosa, aunque mires el ordenador no podrás encontrar nada, como te dije, se puede haber metido por otro ordenador al e-mail de tu madre.
-Ya lo sé, pero por probar nadie se muere.
-Ya… Te quiero ver, Raúl.
-Tranquila, Rachel. Terminó con esto, y voy a tu casa.
Metí el móvil en su sitio, y soplé cuando vi el ordenador en el salón. Tuve que bajar las escaleras, y entrar en una parte de la casa, donde me hacía recordar felices escenas con mi madre. Aunque tuve que dejar esto de lado, para poder pensar con claridad. Isabelle nunca había utilizado mucho el ordenador, solo cuando empezó un pequeño libro de recetas de cocina. Decía, que como se le daba tan bien cocinar, pues podía hacerlo sin ningún problema. <<¿Lo terminó?>>, pensé encendiendo el ordenador. 
En el fondo de pantalla, había una foto que no me acordaba que existiera. Salía yo con todos mis amigos del instituto: Toni, Jonathan, Mario… Estaban todos, e incluso había gente de la cual no me acordaba. Entré en el navegador de Internet, y me metí al e-mail de mi madre. Supuestamente, Alejandro me había mandado el mensaje a las cinco y cuarto de la madrugada, pero a mi me había llegado por la mañana… Le cambié la contraseña, y apagué el ordenador. Una cosa ya estaba resuelta, ahora solo quería ver a mi novia.
El chalet estaba igual. Vi el Porche blanco de Rachel aparcado enfrente de la casa. Mientras caminaba por el pequeño pasillo de piedras que había hasta la puerta principal, pensé en la última vez que estuve allí; La última vez que habíamos pasado un día entero juntos… Di varios golpes flojos en la puerta y esperé. Cuando la chica más guapa me abrió, le cogí la cara entre mis manos y le di un beso en los labios. Rachel se quedó quieta, y me dio un abrazo. Al separarnos, nuestro abrazo se alargó.
-Un mes entero sin verte- me susurró en el oído.
-Ya estoy de vuelta- le recordé.
-Pero, ¿por cuánto tiempo?- se separó de mi- Cuando menos me lo espero, te vas y me dejas sola. Ya se que tengo un trabajo complicado, pero de momento no tengo que salir a ningún lado y…
-Cielo- la interrumpí con un beso rápido- Estoy aquí de nuevo. Y me tienes solo para ti.
Entramos dentro de la casa, y cerré la puerta. Nos sentamos en el sofá del salón.
-¿Quieres algo de beber?- me preguntó saliendo del salón en dirección para la cocina.
-Una cerveza no estaría mal- le contesté.
La oí abrir la puerta de la nevera, y volvió con dos cervezas. La miré cuando se sentó de nuevo. Iba vestida con unos pantalones color beis y una camisa de manga al codo blanca, acompañado de unas botas planas marrones. Le quedaba muy bien cualquier cosa que se pusiera; no la había visto con chándal, pero seguro que iría perfecta.
-Te veo cambiado- me confesó sonriéndome- ¿Estela te ha pegado su estilo?
Me miré con el ceño fruncido. Llevaba puesta una camisa de manga corta de color claro debajo, y encima una chaqueta fina de color negro. Los pantalones que llevaba, eran de color vaquero oscuro. Para nada raro… ¿no?
-¿En serio?- pregunté.
-Es broma. Sigues igual de guapo, aunque te ha crecido el pelo ya ¿eh?-me paso la mano por mi pelo negro.
-Tú si que estás guapa.
Rachel apartó la mano, y noté como se sonrojaba un poco.
-¿Y cómo te fue a ti con tu padre?- le pregunté mientras bebía ella un trago de cerveza.
-Muy bien- contestó apoyando la botella en la mesa que había delante.- Ya hay una nueva moto en el mercado.
-¿Nueva moto? Habrá que comprarla…
-Ya sabes lo que te paso cuando te compraste la moto que llevas ahora. Y además, es muy cara para podértela pagar tú solo.
La sonrisa de mis labios se borró. No me gustaba que  sacara ese tema.
-No hace falta que me lo recuerdes, Rachel.
-¿Y cómo se han portado las hermanas?- me cambió de tema.
-Bien.
Fue lo único que le pude contestar, porque no le iba a contar todo lo ocurrido con Claire por culpa de un abrazo con María.
-El plan ha funcionado entonces ¿no?
-Mira si ha funcionado que he recibido un mensaje.
-Ya me lo dijiste. ¿Te amenazó?
-Sí,  cambié la contraseña. Espero que me dejé en paz.
-Nadie se puede librar de Alejandro. Te lo digo yo.- me miró fijamente- ¿Sabes?
-¿Qué?
-No te puedes imaginar lo que te he echado de menos.
Esa respuesta me dejó seco. Como si le hubieran sacado todo el zumo a una naranja, así me quedé. ¿ Yo le había echado de menos? ¿Si verdad? Le cogí de la mano, y la acerqué a mi. Nuestros rostros se acercaron, y le di un beso. Después, éste llevo a muchos más, y la tumbé en el sofá. Mis labios bajaban por su cuello, cuando dijo:
-Espera.
Me aparté de su cuello, y me paré en sus ojos. Estaba seria, como si me tuviera que decir algo importante.
-¿Qué pasa, Rachel? Tienes la…
-No, no. Raúl, te tengo que decir una cosa muy importante para los dos- me quité de encima y esperé a que hablara. Se sentó, y respiró hondo- Estoy embarazada.
¡PUM!
Como si me hubieran pegado un tiro en la cabeza.
-¿Qué? ¿Embarazada?- me levanté del sofá de golpe.
-Sí, de un mes y poco.
-Pero… ¿Cómo te quedaste? ¡i siempre hemos utilizado protección!
Ella se levantó, y me cogió de la mano.
-Fue en el hotel. Nuestra última noche allí, no te pusiste protección y…
-¡NO! ¡No puedo ser padre! ¡No quiero serlo!- me aparté de ella, y fui en dirección a la puerta para irme de allí.
-¡Raúl! No me hagas esto- oí su voz por detrás de mi, y al abrir la puerta, se colocó enfrente y la cerró de un portazo.
Me tocó de nuevo la mano. Su tacto era suave, parecía como si me estuvieran electrocutando. Bajé la mirada, lo que le iba a decir no lo podía hacer mirándole a los ojos.
-Rachel, no quiero verte más. No me llames, no me hables, si me ves no me saludes. Lo nuestro se acabo. Lo siento, pero no puedo… Yo no te quiero. Y…- empecé diciendo con voz tensa.
-Te quiero, Raúl. Yo si que te quiero, no me dejes sola. No dejes a nuestro hijo solo.
-¡Yo no tengo ningún hijo!
Abrí la puerta, y salí cabreado y decepcionado a la vez. No miré hacía atrás, pero oí como lloraba la que alguna vez creí que sería mi chica ideal.


1 comentario:

  1. Sinceramente, me gustó la entrada y tu blog, ya te dije, te sigo ;) jajaaja Me gustó el final con drama, y esa intriga de que pasará despues!
    Saludos (:

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